Prólogo

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LENA POV:

Me llamaban la Bestia.

Un monstruo literal que permanecía en lo alto de las montañas, mi castillo dominando el pueblo como una presencia ominosa. Me temían. Y Con razón. No era amigable. No me preocupaba por ellos ni por sus dificultades o problemas.

Y ellos tampoco se preocupaban por mí.

Harían bien en tratarme como la criatura voraz y rabiosa que era.

Asi que me alejé, me recluí con un mínimo de personal para dirigir el castillo, y dejé que mi rabia interior fuera mi compañera.

Hasta que se puso el sol. Fue entonces cuando me aventuré en la noche. Fue entonces cuando aceché las calles empedradas del pueblo.

Fue entonces cuando la perseguí.

Kara era una hembra humana de la que no sabía nada, pero al instante llamó a algo oscuro y primitivo dentro de mí. Desde ese primer vistazo, todas esas noches antes, cuando me escondí entre las sombras y la vi salir de una pequeña tienda, me quedé totalmente fascinada.

Hipnotizada. Obsesionada y territorial.

Porque ella era mía.

No temía nada y no me avergonzaba de mi aspecto ni de la forma bárbara en que actuaba. Era lo que era, el animal con el que había nacido. Pero, aun así, me mantenía en las sombras, sin querer que los aldeanos o, sobre todo, kara me vieran. Temía ahuyentarla, que viera el feo aspecto de mi cara, mi cuerpo, mis cuernos, garras y colmillos, y que gritara mientras huía de mi.

Pero también estaba la idea de que huyera o de que yo la persiguiera, de que la persiguiera por el bosque mientras acechaba a mi presa más preciada.

Me puse en cuclillas, clavando mis garras en la tierra, mirando la pequeña panadería en la que acababa de entrar.

Apenas podía verla a través de la ventana desde mi posición, pero momentos después, salió, con su largo cabello rubio colgando sobre un hombro en una intrincada trenza. No pude evitar imaginarme envolviendo con una de mis manos aquellos sedosos mechones y tirando de su cabeza hacia atrás, desnudando su garganta y mirando el suave punto en el que se unían su cuello y su hombro.

Aunque no necesitaba marcarla, ni hundir mis colmillos en ella para reclamarla, lo haría. La mantendría en su sitio con mis dientes en su garganta mientras empujaba mi polla demasiado grande dentro de ella y la hacía aceptar cada centímetro. Se estiraría tan bien a mí alrededor, gritaría que le dolía, que era demasiado grande, pero la haría sentir tan bien que me pediría más.

Me encargaría de ello.

Llevaba un vestido azul claro con un delantal blanco ceñido a su cintura de reloj de arena, su cuerpo era tan exuberante y curvilíneo que mi polla se puso inmediatamente en posición de firme, la pesada y acanalada longitud
palpitando detrás de mis dedos, el presemen que ya empezaba a gotear y a humedecer la parte delantera del material.

Gruñí por lo bajo y me agaché, enroscando una gran garra alrededor de la circunferencia, acariciándome como una pervertida mientras la observaba ajustar su cesta antes de que saliera del pueblo y se dirigiera a la pequeña cabaña que compartía con su padre.

Su padre era un humano inútil que gastaba el poco dinero que tenían en el juego. Si no fuera por Kara, no tendrían techo ni comida en sus estómagos.

Pero su caída sería mi ganancia.

Observé a Kara hasta que desapareció, y solo entonces volví a centrarme en el pueblo. El sol se había puesto mucho antes, y la gente del pueblo se escabullía hacia sus casas. Me mantuve cerca de los edificios mientras merodeaba por el pueblo, deteniéndome una vez que llegué a la taberna donde sabía que estaría Maurice, el padre de Kara, donde había enviado a Winn, uno de mis empleados, para que estuviera presente antes de la puesta de sol.

Miré por la ventana de guillotina y entré en la taberna. La araña de cornamenta colgaba en el centro de la sala de unas vigas de madera que atravesaban el techo en vertical, haciendo brillar un resplandor amarillo sobre todo lo que tocaba.

Las mesas estaban rayadas y con marcas, la cerveza derramada cubría los tableros y goteaba en el suelo.

Busqué a Winn y lo vi junto a la larga barra de madera, con una jarra de alcohol en la mano y concentrado en Maurice.

Pierre era un hombre larguirucho, no amenazante y la persona perfecta para cumplir mis órdenes. Porque a Mike no lo vería como algo importante.

Aunque bien podría llevarme a Kara sin esta farsa o planificación, y podría arrancarle la cabeza a Mike del cuello, no quería empezar mis nupcias con Kara con el pie izquierdo, como dirían los humanos.

Me centré en Maurice, que estaba sentado en la mesa con Mike y algunos de sus secuaces, con fichas de madera que utilizaban como moneda en sus juegos en el centro de la mesa. Maurice sudaba, su cara brillaba con gotas que captaban la luz, sus mejillas estaban enrojecidas y sus manos se enterraban en el pelo mientras el puro pánico lo inundaba.

Conocía lo suficiente a Mike, el humano grande y voluminoso, para saber que utilizaba las debilidades de los aldeanos contra ellos. Y eso era lo que había estado haciendo con Maurice durante mucho tiempo. Tomar ventaja.

Pero eso cambiaría esta noche. Le haría a mike una oferta que no podría rechazar. Y eso era pagar la deuda de Maurice y algo más, lo que haría al bastardo humano rico más allá de las palabras.

Y me daría la única cosa que había codiciado. KARA.

Cuando Winn se acercó a ellos y presentó el monedero de cuero de su mochila, mostrándolo a Mike, pude ver el brillo codicioso en sus ojos.

Sería más riqueza de la que Mkke tenía o vería jamás en su miserable vida, así que cuando alargó la mano para tomarlo y sostuvo su peso en la palma, supe que ella sería mía.

Me concentré en mi reflejo, en mi espantoso aspecto, y supe que conquistar a
Kara sería una hazaña en sí misma, pero lo intentaría hasta el fin de los tiempos. No era como si ella tuviera elección en el asunto porque ya era mía, y nada ni nadie cambiaría eso.

Beauty and the Beast (Adaptacion Supercorp) Lena GIPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora