Capitulo 1

13 0 0
                                    

A lo largo de la vida, nos encontramos con situaciones que nos transforman, que nos hacen crecer al superarlas y seguir adelante. Pero él, él era diferente. Para mí, era como el sol: su presencia irradiaba un calor que nadie más podía igualar. Pero, para que comprendan mejor, debería comenzar esta historia cuando tenía 15 años, a punto de cumplir los 16.

Una noche fresca de febrero, mi hermano y yo estábamos sentados en el sofá, absortos en una película, cuando el olor de la cena recién hecha nos distrajo. Mi madre nos sirvió los platos y, con una pausa, anunció: "Nos mudaremos a la ciudad". La sorpresa me paralizó. Siempre habíamos vivido en la costa, rodeados de familia y del mar. Mi padre, siendo piloto, rara vez estaba en casa.

Mis ojos se llenaron de pánico. Nunca fui buena haciendo amigos. Había estado en la misma institución educativa privada desde el kinder. "Es que tu padre está cansado de las largas horas desde el aeropuerto hasta aquí", explicó mamá, tratando de hacerlo sonar razonable. Pero yo solo podía pensar en Clara, mi única y mejor amiga. ¿Cómo se lo diría?

Viendo mi angustia, mamá suspiró y dijo con suavidad: "Harás nuevos amigos en la ciudad". Como si fuera tan fácil. Me había tomado trece años hacer una amiga.

Esa noche apenas pude dormir. Me preguntaba cómo le diría a Clara. Al verla al día siguiente en el instituto, tomé aire y se lo solté sin más preámbulo: "Nos iremos a vivir a la ciudad. Mis padres lo decidieron y no hay vuelta atrás." Sus ojos se agrandaron y un silencio incómodo nos envolvió por un momento.

Pero, para mi sorpresa, Clara respondió con una sonrisa alentadora: "Tranquila, hallaremos la manera de seguir siendo amigas. Hemos superado tantas cosas juntas; la distancia no será problema."

Nunca esperé esa respuesta de Clara. Con ella, siempre había gritos, lágrimas, reconciliaciones. Para ser una chica de metro sesenta, el drama siempre la rodeaba como una capa invisible.

Reí con alivio. "Menos mal vivimos en el siglo XXI y no en la era de las cavernas," bromeé. Pero detrás de la broma, una preocupación me acechaba. Aún tenía que dar la noticia a mi coach. Él había visto potencial en la niña de 10 años que medía apenas 1.50m. Con su guía, me había transformado en una jugadora destacada, con mis 1.85m como mi arma secreta en la cancha. Abandonar el equipo sería otra despedida dolorosa.

Dada mi estatura, siempre fue evidente que los deportes a considerar eran volleyball o basketball. No tengo idea de cómo es una bola de volleyball, así que la elección estaba clara. Volviendo a la charla con Clara, suspiré, "No sé cómo le diré a coach sobre la mudanza. Ya habíamos planeado todo para el torneo del próximo año. Me iba a nombrar capitana. No quiero decepcionarlo."

Clara me miró con comprensión. "Él te quiere como si fueras su hija. Si le dices la verdad, entenderá." Asentí, sintiendo un poco de consuelo, pero todavía estaba asustada.

A pesar de mi inicial resistencia al basketball, con el tiempo se convirtió en una parte vital de mi vida. No sabía qué sería de mí en una escuela sin un equipo.

Al llegar el entrenamiento, me preparé como siempre, pero antes de que pudiera comenzar a calentar, coach me interceptó. "He oído que estás solicitando una transferencia," comentó, mirándome fijamente. Las lágrimas brotaron inmediatamente. Le expliqué la situación, mi voz quebrándose por la emoción. Coach me abrazó, prometiendo ayudarme a encontrar un buen equipo en la ciudad.

Semanas después, coach había organizado una exhibición especial para reclutadores de las mejores escuelas de basketball del país. Todo gracias a él. De todas las escuelas, una en particular capturó la atención de mi madre: la Academia Frankfurt. Y no, a pesar del nombre, no tiene nada que ver con Alemania.

Un mes más tarde, terminó el semestre y el día de la mudanza finalmente llegó. Después de horas en la carretera, nos encontramos frente a nuestra nueva casa en medio de la bulliciosa ciudad. El contraste era notable. Estábamos acostumbrados a la tranquilidad de la costa, sin guardias ni altas paredes. Aquí, sin embargo, la seguridad parecía ser una prioridad. Las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia, y el ruido constante de la vida urbana llenaba el aire.

Mi nueva habitación estaba en el segundo piso, y vi en ello una oportunidad. No más decoraciones infantiles o paredes rosa pálido. Me sumergí en Pinterest, buscando inspiración y pasando horas imaginando cada detalle. Después de semanas de esfuerzo, transformé mi espacio en un refugio moderno y elegante.

Las vacaciones de invierno también significaron prepararse para la Academia Frankfurt. Compré el uniforme, una nueva mochila y algunos esenciales de maquillaje. Estaba determinada: en esta nueva etapa, sería diferente. No sería etiquetada como la "rara" otra vez. Inspirada por ese pensamiento, practiqué iniciar conversaciones frente al espejo, esperando que ayudara en mi misión de hacer nuevos amigos en el instituto. Pero, ¿sería realmente tan fácil dejar atrás mi viejo yo?

Conociendo SaturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora