1 de noviembre de 1976 (continuación)

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El muchacho tomó a la criatura recién nacida en brazos sabiendo que si no reaccionaba rápido, su destino sería el mismo que el de su madre. No tenía los recursos suficientes para hacerse cargo de un bebé y sabía que Voldemort no toleraría su existencia. Su única opción era buscar un escondite y un aliado que se ocupara de aquello. Cubrió el cuerpo de Rose con la sábana y la ocultó en unos matorrales mientras acunaba el frágil bulto que reposaba en su brazo izquierdo, apoyado en su pecho, cerca de su corazón. De nuevo lanzó el hechizo de invisibilidad para que nadie encontrara el cadáver. Se concentró cerrando los ojos unos instantes. Visualizó un pueblo que conocía muy bien y allí se apareció ocultando bajo su abrigo a aquel ser indefenso. Era tarde pero algunos establecimientos del lugar seguían abiertos aprovechando que muchos adolescentes disfrutaban de la festividad de Halloween. Varios transeúntes observaban con extrañeza al chico que caminaba a paso rápido, ajeno al ajetreo a su alrededor y con un único objetivo en mente. Aunque trataba de ocultarlas bajo aquel abrigo que le iba grande, sus ropas destacaban con las de aquellos que se cruzaban en su camino y fueron motivo de varias burlas. Ya estaba acostumbrado a que se rieran de él aunque desde que se unió al grupo simpatizante de Voldemort, formado por principalmente por adolescentes, su actitud se había vuelto más severa y eran muchos los que se lo pensaban dos veces antes de meterse con él.

—Mirad quién ha sacado del armario sus harapos del domingo —escuchó una voz burlona que identificó de inmediato—. ¿O es tu disfraz de espantapájaros?

Una joven pelirroja dio un codazo al moreno de cabellos revueltos que se encogió de hombros como di así se pudiera dar todo por perdonado. El muchacho de ojos negros apretó los dientes pero no respondió a las provocaciones, centrándose únicamente el la chica y tomándola por la muñeca. Ella se resistió a su agarre y mostró su desacuerdo cuando él insistió en que le acompañara. Perdiendo la paciencia, soltó un bufido y volvió a sujetarle de la mano, con determinación en sus movimientos y una súplica en su mirada. Aprovechó ese instante de duda de la muchacha para atraerla hacia él y mostrarle lo que ocultaba bajo el abrigo. La sorpresa no se hizo esperar. Con una rápida mirada exigís una explicación que él negó con un leve movimiento de cabeza.

—Aquí no —susurró.

—Jamie —llamó ella, extendiendo la mano a su acompañante.

Así fue como los tres adolescentes desaparecieron al instante para reaparecer en la reserva de Northumberland. Nada más llegar, la pelirroja se separó de él.

—¿Desde cuándo es Jamie? —preguntó con un dolor latente en su voz.

—Hace tiempo que no tengo que darte explicaciones de ningún tipo —replicó con frialdad sin llegar a comprender la herida que aquellas palabras abrían en el corazón del joven aprendiz de mortífago.

Suspiró resignado, haciendo oídos sordos a la exclamación burlona del otro individuo. Los guió hasta los matorrales cada vez con más dudas de si aquella decisión era la correcta. Ella tenía razón. Ya no se debían ningún tipo de explicación. Aunque aquello... aquello merecía saberlo. Deshizo el hechizo y levitó el cuerpo hasta ellos. No dejaba de buscar los ojos verdes de la muchacha con los suyos, sabiendo que pronto reflejarían espanto y un dolor que no sanaría jamás. Con suma lentitud y ante la atónita mirada de la pareja, desató las cuerdas y desenvolvió el cuerpo a la altura del rostro. Lo que en un principio era repulsión y consternación pronto se convirtió en aversión y desconsuelo. La muchacha corrió a arrodillarse anegada en lágrimas, abrazando el cuerpo sin vida de la que era su hermana gemela.

—¿Qué has hecho? —inquirió con un grito amenazador, apuntándole con su varita.

—No fui yo. Lily... —dirigió su mirada a la muchacha que retiraba un mechón del rostro de aquella con quien tantas confidencias había compartido— tienes que creerme. Rose era también amiga mía. Nunca le hubiera hecho daño. La he estado buscando tanto como tú y tu familia.

Era cierto. Aquella joven era su última esperanza para lograr un nuevo acercamiento a la que antaño fue su mejor amiga. Pero no le movía sólo el interés, la apreciaba y había estado preocupado por ella desde su desaparición. Las malas lenguas apostaban a que se había ido con cualquiera y que volvería embarazada y con el rabo entre las piernas cuando el tipejo se cansara de ella. Hasta cierto punto, no habían errado tanto en sus suposiciones.

—No he sabido que él la tenía hasta esta misma noche que me han encargado deshacerme de... ella.

Pasó a narrarles brevemente lo acontecido aquella noche. El bebé seguía llorando en sus brazos, agarrando su meñique con fuerza y tratando de llevárselo con desesperación a la boca ante su necesidad de alimento.

—Si él descubre esto, no se detendrá hasta acabar con su vida y después ajustará cuentas conmigo. Para mí era más seguro seguir adelante con lo que me habían ordenado pero esto lo cambia todo. No quiero hacerte más daño del que ya te hice, Lily.

La aludida se puso en pie, acercándose a él para tomar al bebé en brazos. Acarició la pelusilla anaranjada que tenía por cabello y descubrió unos ojos idénticos a los suyos que la miraban desde aquella carita enrojecida por el llanto.

—Te creo, Severus —dijo con un hilo de voz. Con un gesto de su mano, mandó callar las protestas de James—. Le creo, Jamie. No tenía por qué contarnos nada de esto. Pudo ocultarme lo que ha descubierto esta noche y yo nunca hubiera tenido posibilidad de conocer la verdad. Ahora debería ir a casa y ver cómo explico...

—No —la detuvo Severus con aquel monosílabo que más parecía un hechizo paralizador—. No puedes explicar nada en casa ni aparecer con el bebé. Pondrías a toda tu familia en peligro.

—¿Quieres que lo abandone? ¡Es lo único que me queda de Rose! —sollozó ella desesperada.

—Snape tiene razón —ambos se sorprendieron ante esta afirmación—. No eres santo de mi devoción y estás metido en asuntos de lo más aborrecible pero en este asunto debo darte la razón. La única manera de mantenernos todos con vida es que no se sepa nada de esto ni dejar indicios que puedan llevarnos a ser descubiertos. Lo mejor sería desmemorizar a tu familia, Lily. Esto les evitará un gran dolor y finalizaría su búsqueda. Va a ser un trabajo complicado. Muchos conocían a Rose y la han estado buscando. Habrá que ser muy minuciosos y no olvidarnos de nadie.

—Yo puedo conseguirle un hogar seguro. Todos los días nacen bebés muertos. Estoy seguro que encontraré alguien...

—Debe ser una bruja —interrumpió Lily—. Que sea fuerte y sepa enfrentarse a lo que pueda pasar el día de mañana si de algún modo nos descubren.

—Del dinero que pueda hacer falta para su crianza y educación me encargo yo —ninguno objetó, si alguien tenía galeones a raudales, ese era James.

—Y... haré que Rose descanse donde nadie vuelva a tocarla —prometió Severus.

Lily le acarició la mano y terminó abrazándolo ahogada en llanto. La recibió en sus brazos con la ternura que sólo ella lograba despertar en él. Había conseguido su perdón pero aquello no se parecía en nada a cómo lo había imaginado.

—Tú —el abrazo se rompió cuando James habló, extendiendo la mano hacia Severus como quien busca sellar un pacto—. No hagas que me arrepienta de confiar en ti —dijo, cuando sus manos se estrecharon.

Harry Potter y el Príncipe MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora