Crecer siendo visto como el eslabón más débil de la tribu tenía sus desventajas entorno a lo social. Tener amigos podía llegar a ser algo imposible y ni hablar el ganar el respeto de los demás. Ser tan menospreciado que ni tu mismo padre parecía tenerte algo de respeto se veía deprimente.
Esa era la terrible vida de Hiccup Haddock, el heredero a jefe. Y Astrid Hofferson era una de los miles espectadores que en silencio observaban los malos ratos que soportaba el castaño día tras día.
Hacer de menos al resto no parecía estar en su comportamiento como los chicos de su edad. Le daba lastima ver a ese enclenque y torpe muchacho escarbar con uñas y dientes un lugar entre su gente.
¿Pero qué podía hacer ella? Nada a decir verdad. Su relación con aquel muchacho nunca había sido lo suficiente cercana como para defenderlo de corazón y, aunque su lastima era genuina, algo dentro suyo le decía que por algo ese chico seguía siendo rechazado. Quizás solo era una justificación de su inconsciente para no cargarse con culpa.
Sus padres le habían enseñado a ponerse primero que nadie cuando se tratara de costumbres vikingas. Demostrar lo buena guerrera que sería para su gente era su prioridad. Mucho más si cada que escuchaba a los adultos murmurar, distinguía comentarios subestimandola solo por ser mujer, tener una cara bonita y – sobre todo – cargar con el deshonor brindado por un familiar.
"Tu hija podrá tener potencial, pero su clan está completamente arruinado desde la derrota de tu hermano. Como mujer que es solo podría aspirar a ser una esposa ejemplar para arreglar los errores de su tío usando su belleza." – Esas palabras se habían grabado como fuego en su pecho al escuchar lo que verdaderamente pensaban de ella tras esos agradables elogios por su destreza en el ring.
Ella no solo era una cara bonita, era una guerrera, ¡Una vikinga!, ¡La mejor de su generación! Y si tenía que decapitar un dragón con sus dientes para dejar en alto al clan Hofferson lo haría sin dudar. Haría que todos esos que la subestimaban se tragen sus palabras con magma de Gronkle.
Pero hay veces que la vida dan giros inesperados. En este caso fueron más piruetas que un tranquilo giro de tuerca.
Aquel chico que vio ser hostigado y discriminado, ahora se había vuelto amigo de la bestia más peligrosa en la historia de los vikingos. Un Night Fury y el heredero a jefe se habían vuelto amigos.
Fue más que difícil cambiar su pensamiento respecto a la cría del trueno y la muerte misma, pero esa extraña dupla logró cambiar su perspectiva en un abrir y cerrar de ojos; mostrándole lo equivocada que estaba con respecto a esas increíbles criaturas.
Odiaba admitirlo, pero desde ese momento algo dentro suyo empezó a crecer hacía Hiccup.
De ser un completo don nadie, su figura empezó a aparecer en todos los lugares junto a su fiel dragón y podía verlo hasta de decoración en los cuencos para tomar sopa en el gran salón.
Año tras año, cada vez parecía ser más que imposible negar su atracción al cumplir los 19. Ella no era la mejor coqueteando, pero era clara cuando intentaba darle señales al muchacho que quizás aquel compañerismo podría evolucionar a algo más.
Lo que la desilucionaba y entristecia era ver como todos sus esfuerzos eran hábilmente ignorados por aquel del que estaba enamorada.
Poco a poco los esfuerzos fueron disminuyendo hasta desaparecer casi por completo. Si no hubiera sido por esa inesperada noticia, todo habría quedado en el olvido.
– Serán los próximos jefes de Berk. Tendrán que comprometerse — Había dicho el robusto e imponente jefe, sentado al lado de sus padres con una sonrisa y con el muchacho que aún le gustaba viéndola fijamente.
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Bugambilia | Hijack
FanfictionAstrid nunca fue la mejor amiga del "orgullo de Berk", pero con el encuentro imprevisto con ese Night Fury hizo que toda su perspectiva del mundo cambiara en un romántico vuelo. Desde entonces, una pequeña chispa empezó a crecer en su corazón cada v...