𝐑𝐞𝐠𝐥𝐚 𝐝𝐨𝐫𝐚𝐝𝐚

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Los siguientes acontecimientos toman lugar como una preciosa obra de teatro.

Acto I

La primera escena se dio de forma tranquila, una mujer vestida con un traje de sastre azul caminó por el estrecho pasillo del avión hasta su asiento, había pedido uno cercano a la ventana, ya que tenía la intención de admirar la vista, a su lado se sentó una mujer de piel morena que igualmente vestía un elegante atuendo moderno.

— ¿Has volado antes, Elizabeth? — preguntó la morena mientras se acomodaba en su asiento.

La mencionada, la extranjera, negó varias veces de forma lenta, sus ojos permanecieron en la ventana admirando la pista de vuelo.

— Debo admitir que tengo algo de miedo, Amelia — veía con añoranza su patria, poco después regresó su vista a su acompañante — ¿Y si esta cosa se cae?

Amelia rio de forma sonora, incluso golpeó el hombro de su compañera, — No te preocupes, hay más accidentes en auto que en avión — después de ello la mujer tomó un antifaz y se acomodó — Además, no hay forma de llegar a Toronto si no es en barco o avión.

Elizabeth asintió suavemente a la respuesta de su superiora e intentó imitarla, aun así era claro que la mujer estaba nerviosa, pues no dejaba de mirar por la ventana, mucho menos cuando se dio el aviso de colocarse los cinturones debido a un despegue inminente.

— Si el estrecho de Bering siguiera congelado, habría una forma — comentó Elizabeth.

— Sigues con esos datos al azar, ¿De dónde sabes tanto, Holmes?

— Simplemente lo sé — la dama de ojos aguamarina rio con modestia, tuvo que aferrarse al asiento cuando sintió el avión despegar — ¿Cuántas horas de vuelo son?

— Cerca de ocho — fue el turno de Amelia de soltar una carcajada al ver la terrible expresión de Elizabeth — Te sugiero que estés cómoda, no habrá escala.

— Ya me di cuenta ¿A quién le haríamos escala? ¿A la Atlántida? — bufó, su ceño se frunció de forma severa — si se sube La Sirenita al avión te juro que me bajo en seguida.

— Pero no sabes nadar.

— Da lo mismo, lo descubriré en el proceso.

La entrañable pareja rio con el último comentario, parecía ser un viaje tranquilo a pesar del cansancio que iba a ameritar tal recorrido.

Con aquel sentimiento el avión despegó, las horas trascurrieron tranquilamente y sin ningún tipo de molestia más allá de la turbulencia ocasional, de todas formas era algo entendible, se acercaba la temporada de lluvias y en algunas ocasiones les tocaba ver el ligero goteo del agua.

El problema comenzó a las cinco horas de vuelo.

Para algunas personas se había vuelto incómodo permanecer en la misma posición por tanto tiempo, otro grupo ya había caído dormido, por otro lado, Elizabeth se encontraba admirando las peligrosas nubes de lluvia.

Se veían tormentosas y no iba a negar que era aterrador, estaba casi oscuro.

Para evitar cualquier rastro de pánico pidió a la azafata una botella de agua, a lo largo de todo el viaje había estado molestando a las señoritas con botellas de agua, era la única forma en la que distraía su mente.

Ni siquiera leer servía, así que debía buscar métodos nuevos.

Antes de que la mujer regresara con su botella, por las bocinas se avisó que se presentaría una nueva oleada de turbulencia.

𝐋𝐀𝐙𝐎 𝐃𝐄 𝐎𝐑𝐎 † Alfonso De CarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora