1 | ᴛʀᴀɪᴄɪóɴ

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LENA

Los pasillos del instituto estaban repletos de estudiantes que me observaban con atención. Algunos lo hacían de forma sutil, mientras que otros ni se molestaban en disimular y sonreían de forma burlona. La situación me tenía completamente descolocada. No entendía por qué todos me miraban así, pero el malestar en mi estómago crecía con cada paso que daba.

Lo confirmé al pasar junto a un grupo de chicas con las que nunca me había llevado bien. Sus susurros eran claramente sobre mí, y sus miradas maliciosas me lo confirmaban.

—Pobrecita, me da mucha pena —susurró una de ellas, con una voz que rebosaba falsedad y malicia.

—Se lo merece —añadió la rubia del grupo con tono burlón.

—Exacto, le ha llegado el karma.

No tenía ni idea de qué estaban hablando. La única referencia que tenía a "karma" era la canción de Taylor Swift, y eso no ayudaba. Las largas conversaciones nocturnas con Carla y su obsesión con la cantante me habían hecho perder el contacto con la realidad escolar.

Ella y su lado Swiftie...

—Si yo fuera ella, me moriría de la vergüenza al venir al instituto —comentó alguien, sin siquiera molestarse en bajar la voz.

Los murmullos continuaban a medida que avanzaba, y algunos ni siquiera intentaban disimular. Traté de aferrarme al optimismo, convenciéndome de que todo esto debía ser un malentendido. Pero la sensación de que algo estaba terriblemente mal no me abandonaba.

—La verdad es que, si todo el instituto se enterase de que mi padre ha estado engañando a mi madre, me jodería un montón —escuché a una compañera de clase hablar.

En ese momento, todo cobró sentido y el suelo pareció abrirse bajo mis pies. No era solo un rumor. Era mi vida, expuesta y destrozada ante la mirada de todos.

Esas palabras me dejaron de los nervios. Sentí el corazón a mil por hora, como si quisiera salirse de mi pecho, y la respiración se me volvió entrecortada y pesada. No me lo podía creer, ¿cómo era posible? ¿Cómo narices habían descubierto mi secreto?

La única persona que sabía la verdad era mi mejor amiga, Evelyn, y esta mañana no la había visto, algo rarísimo porque siempre nos encontrábamos en la entrada del instituto. A lo mejor se le había olvidado, pero aun así esperaba algún mensaje, alguna señal de apoyo en medio de este lío emocional.

Decidí seguir avanzando a pesar de las miradas inquisitivas y los cuchicheos de los demás estudiantes. Siempre había sido discreta y tímida, alguien que prefería pasar desapercibida.

Odiaba ser el centro de atención, y ahora lo  detestaba más que nunca.

Seguía caminando por los pasillos cuando una mano firme me agarró del brazo. Era Charles, y la seriedad en su rostro me hizo parar en seco.

—Lena, tenemos que hablar —dijo con voz firme, mirándome a los ojos.

El nerviosismo me recorrió. Mi mente se llenó de temores sobre lo que podría estar pasando. Le seguí hasta un rincón apartado del pasillo, sintiendo las miradas curiosas de los demás.

—¿Sobre qué? —pregunté, mi voz temblando un poco, a pesar de mi intento por mantener la calma.

Charles no se acercó como solía hacerlo. Mantuvo una distancia que intensificó mi inquietud. Su rostro estaba serio, y no había ni rastro de su habitual ternura.

—Déjame explicarte... —empezó a decir, pero su voz vaciló—. En los últimos meses, he notado que mi enfoque en el fútbol ha decaído mientras estoy contigo.

Un Beso En MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora