ℂ𝕒𝕡𝕚𝕥𝕦𝕝𝕠 ℂ𝕦𝕒𝕣𝕖𝕟𝕥𝕒 𝕪 𝕋𝕣𝕖𝕤

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Javier propuso la idea mas estúpida que se le pasó por la cabeza de enamorado y aquella noche, en la que ambos volverían a perderse en los ojos del otro, García y él renovaron sus votos en una pequeña capilla cerca de la costa, casi en secreto y, ...

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Javier propuso la idea mas estúpida que se le pasó por la cabeza de enamorado y aquella noche, en la que ambos volverían a perderse en los ojos del otro, García y él renovaron sus votos en una pequeña capilla cerca de la costa, casi en secreto y, entre fogosos besos, se dirigieron al hotel donde amaron al otro sin preguntarse que sería de ellos al día siguiente. Por la cabeza de Blanca ya no rondaba Marcus, tan solo un ligero recuerdo de lo que fue enredarse entre sus piernas la noche anterior. Estaba llena del placer de Javier, que no hubiera deseado amar a nadie más en aquella vida, ni en muchas otras.

Ambos despertaron, aún siendo de noche, con el cuerpo sudado de su cónyuge al lado, con tan solo el sonido del ventilador de techo de la habitación del hotel. Blanca sonrió complacida mientras Javier besaba su coronilla sudada y su pelo revuelto.

— ¿Te apetece dar un paseo por la playa? — preguntó Blanca apoyando su cabeza sobre el pecho de su amado.

Él sonrió de lado. Le encantaba ver emocionada y calmada a su mujer. Besó su mejilla sudada y ella dió un pequeño brinco para ponerse en pie. Agarró su ropa y miró por la ventana. Se sentía radiante, como hacía años que no conseguía sentirse.

Javier se vistió sin prisa. Tenía la necesidad de amarrar aquel instante para siempre, aunque Blanca tiraba de su mano, como si de una adolescente se tratara.

Caminaron por la playa, con los zapatos en la mano, sintiendo el cosquilleo de la arena entre los dedos de los pies, aunque una melena pelirroja, en la lejanía, distrajo a Blanca. Tenía miedo de lo que pensaría Javier de enterarse de que había probado los labios de una mujer.

La pelirroja agitó el brazo al ver a la inspectora y ella sonrió casi incomoda, aunque no pudo evitar perderse entre sus inmensos ojos azules.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó cautelosa.

— Han cerrado el local por hoy — intentó no sonar forzada — varios clientes vieron a policía entrar y no quieren que les vean frecuentar la zona.

— Pero es tarde...

— ¡Lo sé! Pero no puedo ir a casa hasta que mi compañera termine así que...

Javier sonrió de lado al ver que su mujer no podía apartar la mirada de la muchacha de tez porcelana.

— ¿Quieres venirte al hotel con nosotros? — preguntó pidiendo una mirada de aprobación de su mujer, que le miró con recelo — así podrás dormir un poco.

La chica mostró su perfecta y cuidada sonrisa. No parecía la típica prostituta de barrios bajos.

— Si no es molestia — sonrió intranquila.

Blanca relajó la mandíbula, aunque la apretó al recordar que su marido quería meter a una mujer en su dormitorio.

— ¿Qué haces? — susurró incómoda en su oído.

Entre Incendios y Cenizas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora