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Una vez hubieron dejado al Hombre Sabio, los amigos descubrieron que caminando hacia adelante podían avanzar. Pasadizo, giro, pasadizo... andaban con paso pesado. Rodeados de setos como estaban, no podían ver que no estaban completamente solos en el laberinto: sus residentes, iban de un lugar a otro.

De pronto, un enorme rugido que helaba la sangre, llegada de algún lugar cercano los dejó a los dos congelados en el acto. Hoggle estuvo a punto de salir corriendo, pero su lealtad a la reina lo clavo en el suelo. El sonido llegó de nuevo, como una manada de leones hambrientos rugiendo al unísono.

«Podría ser una criatura diminuta, perfectamente inofensiva... sólo que tiene una voz muy ruidosa. Después de todo, la persona más ruidosa de la casa es Toby, y él no podría hacer ningún daño.» se dijo Jareth a sí mismo.

Avanzaron unos pocos metros más, hasta que dieron con un arco de donde provenía el ruido: un grupo de goblins pertenecientes a la guardia real estaban atormentando a una enorme criatura peluda y rojiza, que estaba atada boca debajo desde una rama de un árbol.

—¡Pequeñas bestias! —masculló para sí mismo el joven.

—La mayoría lo son. —secundo Hoggle.

Con un poco de ingenio, y unas rocas sueltas, los amigos consiguieron que los guardias huyeran de allí. Se acercaron al peludo ser y lo ayudaron a volver a estar estable. Les dijo que se llamaba Ludo y Hoggle lo reconoció como uno de los Llamadores de Roca. Mientras el humano y el gigantón entablaban una pequeña conversación, y se daban cuenta de las puertas con aldabas que aparecieron de la nada, el mediano observo un cristal de la reina chocar con su pie derecho.

Se agacho para tomarlo y, calentándose un segundo, el cristal se convirtió en un melocotón jugoso y tentador. La voz suave y delicada de Sarah irrumpió en su mente

«Dáselo a Jareth, le hará soñar conmigo: una cita está en orden.»

«Solo soñar, ¿verdad?»

«Por supuesto, tampoco quiero envenenar a mi amado rey.»

Hoggle suspiro aliviado y se guardó la fruta en un bolsillo.

—Ven Hoggle, nos estamos metiendo por aquí.

Jareth lo llamo desde la puerta con la aldaba en la boca. Ludo estaba detrás del rubio por lo que se veía un bosque bastante aterrador.

—¿Ya probaste la otra puerta? —le pregunto acercándose.

—Si, te da ataques de risa.

—Ah, sí... escuche de eso.

Al traspasar la puerta, esta se cerró. Los tres aventureros se miraron por un corto espacio de tiempo y emprendieron la marcha.

El bosque por el que andaban era ceniciento y apagado, con extraños arboles blancuzcos por todos lados. El ambiente triste, y desolador, se coló por sus huesos... Ludo estaba a nada de ponerse a llorar.

—Tenemos que apurarnos, este lugar es horrible...

Hoggle se puso a correr y sus compañeros le imitaron. Por desgracia, aquello les hizo perderse entre ellos y terminando en una dirección distinta cada uno.

Jareth tropezó varias veces y, fue así, como se dio cuenta que los árboles no eran árboles; sino montañas de huesos humanos. Pego un buen grito del miedo que se le metió al cuerpo, levantándose apresurado y vislumbrando un bosque no muy lejos. Con los pulmones algo cansados y sus piernas raspadas, dio lo último que tenía y salió disparado hacia allí, gritando sus movimientos con la esperanza de que sus amigos pudieran seguir su voz. Hoggle lo escuchó y, apurándose, reordeno sus pasos logrando toparse con el gigante bonachón.

Labyrinth (Historias Cortas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora