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Epílogo: Maldición rota


Se levantaron tarde, muy cómodos en su enorme cama.

Sarah se restregó el rostro con la almohada, ahogando un bostezo. Estiro la mano a su izquierda, buscando el pequeño cuerpo a su lado. Solo que, en vez del goblin, un pecho firme y suave estaba respirando tranquilamente. La mirada verde se dirigió con rapidez al cuerpo a su lado, llenos de sorpresa. Sorpresa que se convirtió en travieso deleite.

Metiéndose entre las sábanas, fue a acomodarse sobre la cadera de su esposo y, con una engolosinada mirada, se metió el miembro del rubio en la boca. Jareth jadeo contento en medio del sueño. La mujer empezó su felación, satisfecha de arrancarle ruiditos a su víctima. El rey se despertó sobresaltado una vez que logro correrse. Sus ojos desiguales escanearon la cama, hasta dar con su mujer.

—¿Esa sí que es una buena forma de despertar?

Saliendo al exterior, Sarah se rio divertida antes de besarlo.

—Mi amor, —le dijo con una mirada enternecida, Jareth suspiro enamorado— ¿no has notado algo?

—Oh, sí que lo he hecho... —vino la sugerente respuesta.

—Yo me refiero a algo más...

Alzando las cejas, lo señalo entero. Fue eso, lo que termino por poner en sobre aviso al monarca. Con la boca abierta del shock, Jareth se percató de su apariencia mortal.

—Yo...

Se levantó del lecho y fue al espejo de cuerpo entero para examinarse.

—¡¿CÓMO...?!

—No tomaste la pócima, ni usaste el hechizo de Stolas... Solo hay otra opción posible.

La mirada analítica de la reina saco una carcajada de felicidad del rubio.

—Has roto la magia del antiguo Rey.

Sarah le sonríe alegre y va a su encuentro. Jareth se deleita al tenerla entre sus brazos de nuevo.

—¿Crees que puedas invertir la poción y tener el resultado contrario?

—Sarah, querida... No sabía que tenías esos fetiches.

—Solo son fetiches si cualquiera puede conseguir los resultados... Y, mi cielo, yo solo los consigo contigo.

El ego algo magullado del rey de los goblins resurgió de las cenizas.

—Oh, amada mía ¿Cómo un simple Rey puede negarse a su Reina? Soy tu humilde esclavo...

Sarah se rio traviesa y le espeto con toda la intención.

—¡Por favor, Jareth! Tú, de humilde, no tienes ni una sola hebra de cabello.

Unas fuertes risotadas se escucharon por la alcoba y sus pasillos aldeanos, los goblins que pasaron cerca festejaron la alegría de sus soberanos durante una buena parte del día.


*


Una figura pequeña corrió alegre por el jardín hasta llegar a su madre.

—¡Mira, mami! Para ti...

Con alegría le extendió un ramo improvisado a la mujer adulta, que su padre le ayudo a armar.

—Gracias, mi dulce niña.

Las carcajadas alegres, de su hermanito menor la atrajo a la manta donde estaba jugando con sir Didymus. Jareth salió desde algún rincón del fondo y fue a reunirse con su esposa. Hoggle y su prometida estaban sirviéndole un sándwich a la princesa.

—Entonces, amor mío ¿seguro que quieres el tobogán para el cumpleaños de Nathaniel?

—Claro, Irene dijo que los otros niños lo amaran.

La mujer suspira resignada.

—Cómo si el pastel gigante no fuera incentivo suficiente ¿te das cuenta de que vamos a tener niños y goblins subidos en azúcar?

La mueca de espanto de su padre hace carcajear a Onalissë.

—Estoy frito, ¿verdad?

—Totalmente... Pero, al menos, me tienes a mí.

Jareth le sonrió amoroso.

—¿Y qué sería de un Rey sin su Reina?

Un delicado beso es lo que obtiene por respuesta. Y, piensa, no por primera vez, que todo está perfecto en tanto ella este a su lado. La cosa no es tan mala, acompañado.


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Labyrinth (Historias Cortas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora