Capítulo 2. Negocios Sucios

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—Aún no recibo el encargo que prometiste— percibí el árido olor a licor en su aliento.

Tarde un momento en procesar la situación por el impacto recibido en la cabeza.

—La gente no muere todos los días, imbécil.

Eso no era del todo cierto, pues en el mundo la gente moría día a día, pero no en Boonburgh.

— He visto las noticias— comentó aún sosteniendo con fuerza mi rostro—, los cinco mineros.

—Si, eso acaba de suceder ayer—carraspeé debido a la presión en mi garganta—, además no seas estúpido. Los órganos de los mineros están expuestos a miles de químicos nocivos, no valen absolutamente nada.

Me soltó de manera agresiva provocando qué me tambaleara hacía a un lado. Luego acomodó su saco y se sentó sobre mi cama.

—Pues tendrás que sacar esos órganos de alguna parte— curvo ambas cejas—, de lo contrario, los obtendré de ti.

Le tendría miedo, si no fuera porque es un completo ignorante. A duras penas sabía razonar, difícilmente lograría hacer un disección perfecta que no dañé algún órgano interno.

—La próxima vez... ¡Que quieras hablar! — agite mis manos hacia a los lados—, podrías intentar hacerlo de manera civilizada.

Tuve que limpiar la sangre que caía por mi cuello con una toalla.

—Ya, ¡lárgate!—le grite mientras le lanzaba cosas.

—Cálmate, desquiciada— grito cubriéndose con las manos—, solo te aviso que el encargo tiene que estar preparado a más tardar al final de este mes.

—Si, lo que digas, estúpido— Aún me encontraba adolorida por el golpe, lo cual, me ponía más irritable de lo normal.

Perfecto, ahora tenía más presión sobre mi. Primero el estúpido incidente en la mina y los cuerpos, qué para mi infortunio, no me beneficiaban en nada.

Mi padre, muchos años antes de su muerte, había adquirido un tipo de «préstamo»,el cuál, pagaba con órganos en buenas condiciones.

Claramente, su oficio era el idóneo para poder hacer ese tipo de tratos con esa gente inmunda.

Pobres diablos que pertenecían a la mafia qué controlaba de manera ilegal la parte más oscura y delictiva de Boonburgh.

Al llegar su muerte no solo heredé sus posesiones más preciadas, también obtuve sus deudas. Y vaya deudas...

Estas escorias venían atemorizándome desde meses, usualmente mandaban a el mismo imbécil de hace un momento.

No obstante, hoy fue el día en el que mejor se lució. Dejándome una herida en la cabeza, al parecer, ya no eran solo «amenazas».

A veces... Extrañaba a mi padre, el solía llevar esta situación a escondidas de una manera magistral. La ignorancia me mantenía libre del estrés.

Por la madrugada preparé mis utensilios para empezar con la autopsia de los cuerpos. Hubiera sido fácil, de no ser porque los cuerpos tenían el denominado fenómeno: Rigor Mortis.

Era medianamente escalofriante tener que hablarle a los cuerpos para que dejarán de estar tan tensos, pero debido a su rigidez tenía que hacerlo.

Empecé con el cuerpo de un minero de edad avanzada. En la etiqueta de su pie decía: Norman Doutro. No lo conocía mucho, al menos no a fondo, pero al parecer era un pionero en la rama de la minería.

Las actividades mineras en Boonburgh, no se realizaban desde su fundación. De hecho, el pueblo se dedicaba antes a la agricultura y ganadería.

La llegada de la revolución industrial atrajo la atención de los bancos al pueblo. Quienes en su afán por obtener ganancias compraron parcelas de cultivo en Boonburgh.

Incentivados por rumores de pueblerinos antiguos los cuáles narraban historias fantásticas sobre «tesoros» enterrados en el pueblo.

Al final, dichas historias resultaron siendo ciertas, ya que luego de evaluar la calidad del suelo en Boonburgh, descubrieron qué en efecto contenía las propiedades necesarias para contener minerales.

Desde ese entonces la mayor parte del pueblo se dedico a la extracción de estos. Los antiguos jóvenes solían tomar como su oficio la minería y uno de ellos fue el viejo Norman.

Irónico qué haya dedicado toda su vida a esa mina, al punto de también perderla.

Su cuerpo era el que más magulladuras presentaba. En su rostro aún guardaba la expresión qué tuvo antes de su muerte, mientras que sus brazos se encontraban tensos y fracturados.

Solía hablar con los cadáveres, pedirles permiso, favores y palabras de aliento. Mi padre me enseño eso, el decía que cuando charlabas con uno la autopsia resultaba un poco más fácil.

—Como lo suponía...—susurré y presione el botón de encendido de la grabadora—, órganos completamente contaminados por metales pesados.

—Apariencia necrosada...—comenté—, pulmones grises posible edema pulmonar, si no lo mataba el derrumbe, alguna enfermedad lo haría.

La zona pectoral tenía una perforación en el lado izquierdo, justo en el corazón. Sin embargo, al revisar el corazón no tenía ningún daño, aunque si las arterias llenas de grasa.

Suspiré, el orificio parecía haber sido hecho a la perfección con algún objeto punzo cortante, sin embargo, no había objeto alguno que podría hacer orificios tan prolijos.

A menos... Que quién los haya ocasionado tenga la precisión de un médico cirujano o forense.

En el pueblo la única forense era yo. Antes de mí estaba papá, pero el había fallecido ya hace meses.

Podría ser algún médico, sin embargo, dudaba qué un doctor sin las especialidades antes mencionadas logrará hacer orificios tan minuciosos.

Observe con más detenimiento el lugar del orificio y noté que a los alrededores tenía un líquido viscoso. Con mis dedos cogí un poco.

Su aspecto era muy similar al del moco o flema aunque este tenía un mal olor.

Fruncí mi rostro con asco, por un momento tuve ganas de vomitar. Había visto cosas asquerosas, pero esto era insoportable.

***
Nuevo cap! Tengo que actualizar mi otra historia😿, pero últimamente solo tengo inspiración para esta. Den sus opiniones!

El Frío de la muerte. (Algor Mortis) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora