Siete.
Un rugido profundo y aterrador resonó desde lo más profundo del bosque, haciendo que todos se detuvieran en seco. Era un sonido que no se parecía a ningún animal salvaje que hubieran escuchado antes; era inquietante y desconocido. Los rostros de los presentes se llenaron de temor mientras sus ojos se dirigían hacia el oscuro interior del bosque, donde la fuente de aquel sonido permanecía oculta.
Doce, trató de mantener la calma en medio de la creciente tensión.
— Tranquilos, tranquilos —instó, su voz temblorosa pero determinada—. No sabemos qué es eso, pero no ayudará entrar en pánico. Vamos a mantenernos juntos y buscar refugio.
Nueve, el chico tímido que Siete había ayudado antes, se acercó a ella con una expresión de miedo en su rostro.
— ¿Tienes alguna idea de lo que podría ser? —preguntó, susurando.
Siete negó con la cabeza, su mirada fija en la oscuridad del bosque.
— No lo sé, pero no suena como ningún animal que conozca.
Antes de que pudieran hablar más, otro aullido rasgó el aire, esta vez mucho más cerca. Siete dio un paso atrás, sus ojos se abrieron de par en par y su corazón latió con fuerza. Instintivamente, gritó:
— ¡Apagad la fogata!
La orden fue obedecida de inmediato, y las llamas que habían proporcionado consuelo durante la noche desaparecieron. El campamento quedó sumido en la oscuridad, solo iluminado por la tenue luz de la luna y las estrellas.
La chica número Cuatro, temblorosa, preguntó:
— ¿Fue un lobo?
Trece, respondió en un tono serio y frío:
— No, definitivamente no era un lobo.
Antes de que pudieran discutir más, un grito aterrador resonó desde el bosque, un grito que los llenó de terror y los impulsó a la acción. Sin pensarlo dos veces, todos comenzaron a correr hacia el interior del bosque, sin un destino claro, pero con una urgente necesidad de escapar de la amenaza desconocida que se cernía sobre ellos. La noche los rodeaba, y el misterio que los había atrapado solo se hacía más oscuro.
El sonido de la criatura detrás de ellos era aterrador, y Siete podía sentir el latido de su corazón acelerándose con cada paso que daban. A pesar del miedo que se aferraba a su mente, su naturaleza analítica no se apagaba. Su mente trabajaba a toda velocidad mientras corría junto a Nueve en la oscuridad del bosque, su personalidad seria se mantenía intacta, llevándola a tomar decisiones rápidas y conscientes. El grupo, en su estado de pánico, se había dispersado en todas direcciones, cada uno buscando refugio de la criatura desconocida la cual ahora seguía de cerca a ojiazul y al chico de cabello blanco. Siete sabía que su prioridad en este momento era proteger a Nueve y a sí misma.
¿Qué demonios es esa criatura?, se preguntó. No tenía suficiente información para hacer una suposición precisa, pero su mente continuaba procesando posibilidades. No se parece a ningún animal que conozca, y ese aullido...
La determinación ardía en su interior mientras buscaba una solución, una forma de escapar de la amenaza que los perseguía. Su mente calculaba distancias y posibles rutas de escape, incluso cuando sus sentidos estaban alerta ante cualquier señal de peligro.
La tenue luz de la luna y las estrellas apenas iluminaban su camino, lo que aumentaba la sensación de desconcierto. La necesidad de ocultarse se volvió primordial en sus pensamientos. Sea lo que sea, no quería enfrentarlo directamente. Su entrenamiento en supervivencia la instó a buscar refugio y esconderse, una estrategia común para evitar ser detectados por depredadores.
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ÉTER: Ángels of death ||EN PROCESO||
Novela JuvenilEn lo más profundo del bosque, una joven despierta sin un recuerdo que le aferre a su identidad. Sin nombre, sin pasado, su confusión se ve agravada por la presencia de otros jóvenes igualmente perdidos en este inhóspito paraje. Entre ellos, un chic...