¿Cómo caíste del cielo?

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¿Cómo caíste del cielo, lucero de la aurora? Isaías 14;12

Luego del diluvio le siguieron días oscuros de frío y viento atroz sobre toda la región de Alfodr, sobre todo en la isla de Kenningar, uno de esos días nublados, más que gris, negro, sin viento que corriera para ahuyentar a las nubes. Semanas atrás un rayo de luz brotó desde la tierra y subió hasta los cielos y se dispersó por los aires con el eco de un lamento escondido entre la brisa, las criaturas luz y de las sombras escucharon aquel suspiro oculto y voltearon en dirección de la luz que fue como un llamado y acudieron en busca de su fuente. Aquel llamado trajo consigo nubes cargadas de vida, cargadas de esperanzas, de ambiciones y maldiciones.

Enormes nubes oscuras y esponjosas como una tempestad en el cielo que liberó las aguas del gran diluvio por días sin tregua para preparar cielo y tierra para lo que se venía. Relampagueaban y rugían furiosas, más al sexto día no cayó una gota de agua; continuaron corriendo vientos fuertes, deseosos de derrumbar edificaciones y arrancar árboles, los días siguientes anunciaron una nueva tormenta, aunque no fue así. Una batalla se libró en el cielo, criaturas de la luz confrontaban criaturas de las sombras, en su eterna lucha de luz contra oscuridad sin encontrar un equilibrio.

Bestias atacando a los hijos de la luz en una imagen que evocaba la primera gran rebelión, Miguel contra Luzbel en un intento de tomar los cielos. Sin embargo, en esta ocasión no había Miguel ni Luzbel, ni todas aquellas legiones de ángeles y demonios, era menos épico, pero no menos importante, ocultos a la vista de una ciudad que ignoraba su presencia. El terrible choque de espadas resultaba en profanas coreografías de una danza que no debía ser vista por ojos mortales, la agonía se mezclaba con el estruendo de los truenos que ocultaban el suceso. No había miedo, sino valor y orgullo de guerrero, ni una sola criatura allí temía a la muerte, antes temían a la deshonra de retroceder.

Por momentos parecía que los demonios eran más fuertes, todos ellos monstruos en sus más diversas formas y tamaños, atacando con enormes espadas y demás, los ángeles poseían espadas de luz y escudos benditos, aquellas espadas, más antiguas que el mundo del hombre, grabadas con oraciones y sortilegios para enviar de nuevo al inframundo a quien se viese bajo su filo, usaban las nubes más altas como terreno de lucha como si se temieran que la tierra nos fuera a soportar tal violencia. Los derrotados caían como estrellas fugaces que en instantes se apagaban, una lluvia que dejaba estelas de fuego y destrucción donde caían; el líder de decena llamó a sus ángeles reunirse tras una parcial retirada de los monstruos presintiendo que aquello no era el fin y, teniendo entre su grupo a jóvenes e inexpertos guerreros temió por ellos.

...

Habían pasado muchos años desde la última lluvia de estrellas. Mientras caían las estrellas a plena luz del día, el mundo seguía su trayectoria, la vida continuaba con la misma apacible normalidad, las personas seguían inmersos en la rutina gestante entre el laberinto de asfalto y hormigón, indiferentes a lo que sucedía por sobre ellos. Algunas personas desde el corazón la tierra observaban lo que ocurría, con plegarias entre sus labios esperando no quemarse con el fuego de las estrellas caídas, otras desde el mar observaban con expectación ante los misterios que se cernían en las cercanías, aguardando por cualquier suceso que pudiese afectarles, porque el mar no estaba del todo exento de aquellos acontecimientos.

Dentro del bosque, sobre una peña descansaba un pequeño grupo de chicos esperando la siguiente estrella caer, comunicándose por radio con otro grupo, decepcionados por las llamadas que les obligaron dejar sus propios asuntos para atender lo que se calificaba como urgente. Bosque adentro todo seguía agitado, las lluvias de estrellas eran siempre sinónimo de desastre. El grupo se componía de seis jóvenes cuyas edades oscilaban entre los 17 y los 20, con diferencias marcadas a la vista pero que compartían la misma expresión mezcla de cansancio y fastidio resultado de andar a altas horas de la noche en aquella extenuante vigilancia, un día escolar como todos y una tarde sin descanso. A lo largo de las horas que parecían no acabar se encargaron por sí mismos de tres incidentes menores y dos que requirieron evacuación de la zona para ser controlada por sus supervisores.

ErzzelynDonde viven las historias. Descúbrelo ahora