Cap 4

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—Vas a sentir un calor infernal ahí dentro —comentó el dios, su voz resonando en la cueva.

—No hace falta recordarlo —respondió la mujer, soltando un suspiro. El traje aún no estaba completamente ensamblado, y ya sentía un calor insoportable. —El cuello... —murmuró, recordando la última pieza que necesitaba.

—¡Yinsen! —llamó la deidad, incapaz de colocar esa parte con solo una mano.

El hombre llegó corriendo, ansioso por ayudar. Con algo de dificultad, ambos hombres lograron ensamblar el resto de la armadura. Una vez que terminaron, se dirigieron a la puerta a esperar a los guardias.

Una parte de la puerta se abrió, revelando a un hombre con una boina y el ceño fruncido.

—Hola —saludó Zecro—. Quería pedir una pizza; dice Jennifer que es muy buena.

Al terminar de hablar, el guardia comenzó a gritar. Yinsen miró a Zecro en busca de explicaciones, ya que no entendía lo que estaba diciendo el guardia.

—Tampoco entiendo —fue la respuesta de Zecro ante la pregunta no formulada.

—¿No se supone que eres un dios? —inquirió el hombre calvo, recibiendo solo un asentimiento como respuesta. —¿Entonces por qué no sabes lo que dice?

—No sé todos los idiomas; solo los que me interesaron —respondió Zecro con simplicidad, ignorando los gritos del guardia.

Cuando el ruido cesó, logró oír algo que el hombre decía.

—No sé qué fue lo que dijiste, pero no me voy a apartar de la puerta —dijo Zecro, manteniéndose firme. El guardia, desesperado, sacó su arma y apuntó a Yinsen a través del pequeño orificio.

En un movimiento rápido, Zecro tiró del arma hacia dentro, haciendo que el guardia chocara contra la puerta de metal con un fuerte estruendo. Zecro dejó caer el arma al suelo y miró al doctor, quien se dio la vuelta hacia una pequeña computadora.

—¿Cuánto falta? —preguntó mientras escuchaba pasos apresurados acercándose.

—Apenas va por la mitad —respondió Yinsen, suspirando—. Conseguiré tiempo.

—No, iré yo. Soy inmune —replicó Zecro con determinación.

—No. Debo ir yo. Si alguien entra, tú eres el que debe defender a Jennifer —contraargumentó Yinsen.

—Yinsen, sé que tu familia está muerta, pero eso no es motivo para ir hacia una muerte segura. Tal vez co—

No pudo continuar, ya que una explosión ensordecedora hizo que la puerta volara abierta.

—Quiero hacerlo. Así puedo reunirme con ellos y hacer algo bueno —respondió Yinsen con una sonrisa nostálgica. Le dedicó una mirada a Jennifer y tomó el arma antes de salir corriendo.

Zecro se apartó del camino.

—¡¿Qué haces, Zecro?! ¡No dejes que salga corriendo! ¡Sálvalo! —gritó Jennifer.

—Él lo quería; además, iba a morir hoy de una forma u otra. Solo le dejé hacerlo de la manera que él quería —explicó Zecro seriamente, aunque su voz traicionaba una profunda tristeza.

Se acercó a la computadora.

—Va por 70 —informó Zecro. Luego giró para buscar a Yinsen, pero se quedó paralizado al escuchar varios disparos.

Cuando el silencio se apoderó del lugar, pudo oír pasos apresurados; eran dos soldados acercándose.

Antes de que llegaran a la cueva, las luces se apagaron, sumiendo todo en la oscuridad. Eso solo podía significar una cosa.

El Nuevo VengadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora