Capitulo 8: Reflexión.

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Unas semanas después de intensos entrenamientos con Alec, sus enseñanzas comenzaron a surgir efectos. Mi cuerpo se sentía revitalizado, en una forma física y mental que nunca antes había experimentado. Cada músculo parecía estar en sintonía, y mi mente se encontraba en una calma profunda y serena.
No solo se centró en mi entrenamiento físico, sino que también me guió hacia una alimentación más equilibrada y saludable. A pesar de que no eran malos, mis hábitos alimenticios mejoraron considerablemente, añadiendo a mi rutina diaria una variedad de comidas nutritivas que me proporcionaban energía sostenida a lo largo del día. Lo que a mi me volvía loca eran sus tostadas de huevo revuelto y palta, acompañadas de sus batidos enérgicos con qué sabe qué fruta o verdura contenía.
Entre nuestras sesiones de autodefensa, Alec me instruyó en técnicas de ataque y defensa personal, asegurándose de que estuviera preparada para cualquier situación de peligro que pudiera surgir. A través del Krav Maga, el cual es un tipo de combate que no utiliza armas y fue diseñado para ser aprendido muy rápidamente por cualquier persona. Su sistema se basa en hacer mucho más efectivo y eficiente los propios instintos naturales. Por lo tanto, las mujeres y hombre suelen aprender fácilmente esta técnica para defenderse de los ataques callejeros. Me remarcó que lo importante no se trata solo de aprender a luchar empleando la fuerza física, sino que es imperativo ser preventivo y consciente en todo momento y que la técnica se basa en movimientos simples que se practican de forma repetitiva para desarrollar la memoria muscular y lograr que actúen por instinto natural, como lo hacen los sentidos. Eso me iba a ayudar a conectar con mi propósito. Y era muy agotador al final del día.

Además, me introdujo en el mundo del yoga y la meditación, enseñándome a canalizar mis energías y a encontrar la conexión espiritual con los dioses. Eso era lo más importante.

En una tarde tranquila, mientras el sol se ponía en el horizonte, Alec compartió conmigo la historia de los hiperbóreos. Según él, eran una enigmática raza legendaria que habitaba en una tierra bañada por la luz eterna del sol, más allá del viento del norte. Sin embargo, a medida que profundizamos en la conversación, descubrí la verdad oculta detrás de la fachada mitológica.
Los hiperbóreos no eran simplemente seres mitológicos, sino antiguos vikingos que se aventuraron más allá de los límites de su mundo en busca de poder y conocimiento. Siguiendo la guía de su insaciable curiosidad, llegaron a la tierra mágica de los hiperbóreos. Allí, entraron en contacto con seres ancestrales, dioses y secretos cósmicos que desafiaban la comprensión humana.
Cada encuentro con estos seres místicos dejó una marca indeleble en la historia de los vikingos, estaban llenos de ambición y deseos de sentir más poder que lograron una transformación en una raza poderosa y dotada de sabiduría. Sin embargo, su búsqueda de poder los llevó al borde de la extinción, dejando atrás solo una cantidad reducida de seres fantásticos, muchos de los cuales habían perdido su pureza original.
Los vikingos, cautivados por la magia y el conocimiento de los hiperbóreos, adoptaron sus costumbres y creencias, reverenciando deidades que personificaban las fuerzas de la naturaleza y los elementos. A través de ceremonias y ofrendas rituales, buscaban ganarse el favor de estos dioses y acceder a los secretos ocultos de su nueva tierra.
La fuente primordial de energía que fluía a través de la tierra de los hiperbóreos, se decía, era la fuente de la inmortalidad y los poderes sobrenaturales. Beber de esta fuente transformaba a los vikingos, otorgándoles longevidad, habilidades mágicas vinculadas con la esencia y la naturaleza de uno, así como una capacidad única de sanar inmediatamente, incluso aquellos que eran descendientes de hiperbóreos y humanos anhelaban el acceso a esta fuente sagrada, ansiando los mismos dones.
Sin embargo, los impuros, nacidos de la mezcla de sangre humana y hiperbórea, enfrentaron la desoladora realidad de que eran excluidos de los terrenos sagrados. Los dioses, celosos de su poder y determinados a proteger su esencia divina, destruyeron la fuente sagrada, confiriendo a las fuerzas naturales y elementales la responsabilidad de otorgar los dones que una vez emanaron de ella. Solo aquellos de corazón puro o aquellos cuyo propósito era noble tenían la posibilidad de obtener los poderes y la inmortalidad que tanto anhelaban.

Raíces Inmortales.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora