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Final

Jamás pensó que estaría en esa situación; sentado con sus colegas mientras bebían un poco de café y hablaban de la cirugía de Tony.

¿Quién iba a pensar que su vida feliz y perfecta iba a convertirse en eso? Parecía estar atrapado en una pesadilla y se temía acabar ahogándose.

—¿Qué tan pronto puede hacerse?—. Quiso saber, sujetando entre sus manos la taza de café que uno de sus colegas le había entregado.

—Pues... Podemos programarla para la próxima semana, creo que hay algún día libre que puedes ocupar para él—. Respondió una mujer. —¿Seguro de que quieres hacerlo tú? Cualquiera de nosotros aquí podemos ocuparnos si no estás seguro de ello—.

—Me lo ha pedido él—. Suspiró apoyando su cabeza en una de sus manos.

—No estás obligado a ello, lo sabes—.

—No quiero fallarle y tampoco quiero que se niegue a la cirugía si no soy yo quién la realiza, Tony siempre encuentra la manera de salirse con la suya—. La doctora suspiró, asintiendo un poco a manera de aceptación.

Esa misma noche volvió a la realidad a la que pertenecía y dedicó horas a estudiar los hechizos, buscando uno que le asegurara que Tony iba a estar bien aunque en su cabeza estaba clavada la mirada oscura del otro Stephen y las palabras eran balas que atravesaban su corazón, haciendo que se desangrara lentamente, asegurando su sufrimiento.

—¿Piensas que un hechizo va a salvarlo? ¿O la cirugía? Por favor, lo condenaste a la muerte cuándo rompiste las reglas—. Era lo que el otro Stephen había dicho pero ni siquiera estaba seguro de que fuera otro Stephen, perfectamente podría tratarse de él. —Anthony va a morir y siempre será tu culpa, no importa lo mucho que te esfuerces, tú también sabes que ese es su destino—.

No pensaba rendirse pero aceptaba que la duda estaba consumiendolo. ¿Y si fallaba en la cirugía? ¿Y si no era lo suficientemente fuerte como para llevar a cabo el hechizo? ¿Qué consecuencias tendría? No importaba, valdría la pena al final o eso era lo que esperaba.

Mientras Stephen intentaba encontrar valor, Tony estaba hundiéndose en otra pesadilla.

—Muerto Tony, tú estás muerto—. Aún no era capaz de reconocer esa voz pero ya no estaba tan asustado como la primera vez. —No quedó  nada de ti, al menos esta vez será menos trágico o eso supongo—.

—¿Voy a morir?—. Su voz hizo eco en el oscuro vacío. —¿Ya he muerto antes?—.

—Pero por supuesto—. Tampoco podía verlo y la voz seguía viniendo de todas las direcciones. —Tú estás muerto, ¡muerto!—. La risa le hizo estremecer. —Habla con tu querido esposo y él te lo dirá, te dirá todo lo que ha estado haciendo solo para cumplir con su capricho y mantenerte con vida—.

Despertó de golpe, agitado y sudando.

No entendía lo que estaba sucediendo o porque estaba sucediendo pero se preocupaba, sentía esas palabras meterse en su cabeza, repitiéndose una y otra vez sin permitirle descansar.

Decidió arriesgarse a quedar como un loco e intentar hablar  de aquello con Stephen, después de todo era su mejor apuesta, con surte obtendría una respuesta o solo podría confirmar que estaba perdiendo la cabeza.

Esperó durante horas y su esposo no se aparecía por ningún lado, comenzando a preocuparse. Preguntó a sus colegas por él pero todos respondían que no tenían ni idea pero lo llamarían en cuento tuvieran tiempo.

Llegó hasta sus oídos el alboroto que había afuera y se preocupación por él aumentó.

—¿Stephen? ¿Qué haces?—. Uno de sus colegas se acercó hasta él, intentando detenerlo.

Su mirada estaba oscurecida, vestía ropas de lo más extrañas, se veía demacrado, cansado y desaliñado además de la oscuridad que cubría por completo sus manos y seguía creciendo por sus brazos, ocultándose debajo de su ropa.

—Escucha, sé que no ha sido fácil pasar por todo esto con Tony pero estás asustado a las personas, no puedes venir así aquí... Deberías volver a casa y descansar—. Atrajo la atención del hechicero quién le miraba solo como un estorbo.

—Quítate de mí camino—. Ordenó sin la más mínima pizca de amabilidad.

El médico observó al deteriorado Stephen y negó con la cabeza sus miradas se mantuvieron una sobre la otra aunque la del hechicero era más profunda y atemorizaba al médico.

—Bien... Tú lo quisiste así—. Dio un par de pasos más acortando rápidamente la distancia entre ambos y entonces lo rodeó por el cuello con una de sus manos levantando lo del suelo mientras apretaba con todas sus fuerzas.

El ruido de los huesos al romperse fue lo único que lo hizo parar, logrando su cometido de asesinarlo. Lo lanzó al suelo cuándo dejó de moverse y observó el cuerpo inerte unos pocos segundos antes de continuar con su camino mientras otros médicos corrían para intentar auxiliar al hombre.

Empujó la puerta bruscamente encontrándose con un Tony que lo veía perplejo se acercó a él y pasó una de sus manos por su mejilla mientras el miedo se apoderaba del cuerpo del castaño.

—¿S‐Stephen?—. No puedo contenerlo y tampoco sabía por qué pero algunas lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas.

—Aquí estoy todo va a estar bien esta vez te lo prometo no volveré a perderte—.

Entonces Tony finalmente pudo reconocer aquella voz, era la voz de quien le hablaba en aquellas pesadillas recurrentes que había estado teniendo durante los últimos días.

—Tú... Eras tú todo este tiempo—. Aún con lote raro que estaba se atrevió a apartarsé de él, pasó saliva y se preparó para seguir hablando. —¿Qué es lo que has hecho, Stephen?—.

—Hice lo que tenía que hacer para tenerte de vuelta—. Ni siquiera titubeo.

—¡Ya basta! Estás tan obsesionado conmigo que llegaste hasta esto, deberías haber aprendido a seguir sin mí... Decidiste arruinar toda mí vida y usarme como un reemplazo para el Anthony que perdiste pero yo no soy eso, deja de aferrarte a mí y déjame solo—.

—Lo hice para ti, para que podamos volver a ser felices—. Volvió a acercarse, sujetando el rostro ajeno entre sus manos. —Voy a asegurarme de que nada vuelva a sucederte—.

—¿No lo entiendes? Yo no te pedí esto... Jamás te lo hubiera pedido, aún no entiendo todo lo que hiciste pero hiciste cosas malas Stephen, cosas que ni siquiera quiero saber... Y no lo hiciste por mí, lo hiciste por tu propio egoísmo y tu negación, intentas reemplazar tu pérdida pero ya no quiero ser parte de este engaño... Por favor déjame seguir con mí vida y vuelve a la tuya—. Rogó con más lágrimas bajando por su rostro. —Por favor, Stephen—.

La mirada del más alto observó aquellos ojos marrones llenos de lágrimas y negó.

—No, Tony... Tú vendrás conmigo aunque no lo quieras—.

—No, por favor déjame—. Intentó quitar sus manos cuándo lo sujetó con más brusquedad, removiendose con desesperación y el terror reflejándose en su mirada. —¡Por favor, no!—. Sus ojos se tornaron blancos y entonces perdió el conocimiento.

Stephen lo tomó en brazos, abrió un portal y se lo llevó consigo sin siquiera pensar en los deseos de la persona que había decidido forzar a estar con él durante todos esos años.

𝒓𝒐𝒎𝒖𝑻 | 𝑰𝒓𝒐𝒏𝑺𝒕𝒓𝒂𝒏𝒈𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora