𝐒𝐈𝐍𝐎𝐏𝐒𝐈𝐒

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Donde sea que la luna se encuentre crea un tranquilo y cómodo ambiente, era una muy buena compañía y eso se podía confirmar en muchas ocasiones

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Donde sea que la luna se encuentre crea un tranquilo y cómodo ambiente, era una muy buena compañía y eso se podía confirmar en muchas ocasiones.

Todas las noches que estuvieran despejadas de las nubes grises para que no interfieran en ver su hermoso brillo eran realmente agradables, pero en tu opinión, las mejores veces para poder admirar la luna era cuando estabas en compañía del gemelo mayor de los Tsugikuni, mientras ambos se encontraban sentados en el borde del tejado de la finca del antes mencionado.

Podían pasar horas compartiendo pequeñas pláticas amenas o escuchando solamente el tranquilo sonido ambiental de la noche a su alrededor sin sentir aburrimiento, aunque la mayoría de veces eras tú quien más hablaba de los dos, ya que el azabache de ojos violetas era un poco callado.

Una de esas noches, la fresca brisa de aire nocturna chocaba con sus pequeños cuerpos al estar junto con la compañía del otro, pues en ese entonces tenías apenas 8 años, mientras que el azabache tenía solo 10 años de edad. Pero esta vez para mala suerte de ambos su convivencia no comenzó tan tranquila como las demás veces, pues Michikatsu estaba lastimado por los bruscos entrenamientos que tenía de samurái y que su padre le ordenaba hacer para que en un futuro pudiera tomar su puesto como líder del clan.

Tu padre era un amigo muy cercano a su padre y por eso ambos con el tiempo pudieron comenzar una peculiar amistad, pues Michikatsu era alguien de muy pocas palabras y fue difícil saber algo de él al principio.

Hace unos cuantos momentos, y antes de que la noche cayera, habías llegado de visita a su finca junto con tu padre, él tenía asuntos que atender con el líder del clan Tsugikuni y tú fácilmente podrías ir a hablar o jugar con Michikatsu, pero te percataste de sus heridas y pusiste eso a tu prioridad. Siempre te preocupaba verlo de esa manera, te entristecía un poco porque Michikatsu se había convertido en alguien muy apreciado para ti y no te gustaba verlo lastimado, ese sentimiento era tan confuso en esa edad.

—¿Tienes más heridas?... —preguntaste en un tono bajo y suave luego de hacer un nudo con la venda que habías colocado en su brazo derecho cuando curaste una herida de ahí.

—... —no respondió, y eso hizo que lo miraras para ver que su mirada estaba fija en la oscuridad de esa noche mientras se dejaba ayudar por ti. Sabía que no era la primera vez que lo hacías, y de alguna manera eso lo hacía sentir un poco inútil, solo por el hecho de pensar que ni eso podía hacer por su cuenta al igual que sus entrenamientos, él se esforzaba, pero parecía no ser suficiente porque su padre no estaba orgulloso de él.

Formaste una pequeña mueca con tus labios por su silencio, mirando de reojo un vendaje en la parte de su mejilla derecha, también se había lastimado ahí y lo habías ayudado minutos atrás. Dejaste salir un pequeño suspiro y relajaste tu mirada para intentar relajar su semblante tan serio.

—Te ayudaré a curarlas, descuida. —sonreíste tranquila y sin molestias para tomar un trapo limpio y remojarlo en la cubeta de agua que habías traído hasta ahí solo para ayudarlo—. Cuando mi madre vivía, me enseñó a curar mis propias heridas por si algún día me llegaba a lastimar. —extendiste el trapo luego de exprimirlo para verlo—. No tengo problemas en hacerlo contigo.

PROMESA || Michikatsu Tsugikuni #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora