Flor en sangre | 🔞

Flor en sangre. -Kyanite Vandald.

Notas:

Historia inspirada en la canción; Auditory Hallucination de Jang Jae In.

Advertencia: esta historia hace mención del TID (trastorno de identidad disociativo), pero no busca ser educativa. Es ficción y sólo se hizo para entretener.

•

—Ten, es para ti —dijo él extendiéndole una flor blanca con un tinte extra.

Ella, que miraba hacia al atardecer desde su asiento en el parque de la ciudad, lo miró por un segundo antes de tomar su obsequio con un delicado agrado.

—No tenías por qué hacerlo —musitó llevándose la flor a su nariz, inhalando el suave aroma floral que se confundía con un segundo perfume, el cual era metálico.

Él desvió la mirada, apenado.

—¿Te gusta? ¿En serio? —preguntó, un poco tímido.

Sus ojos seguían poseyendo un afilado semblante siniestro, sin embargo, ella al mirarlo no sintió miedo ni duda.

Sólo vio a su esposo. Bueno, a su segundo esposo.

—Me encanta —le dijo ella con amor, dejando la flor en su regazo, sin pararse a razonar que se había manchado su vestido azul con la sangre que se había quedado en la flor debido a que las manos de él estaban empapadas con esta.

Completamente feliz, él sonrió con ternura también, permitiéndole a su esposa, acariciarle las mejillas con sus delicadas y frías manos ligeramente teñidas en rojo.

—Debemos irnos —le susurró él con los ojos cerrados, «la policía vendrá pronto» pensó un poco inquieto, más no lo dijo.

—Entiendo —ella ablandó su mirada; apartando sus manos de él, pero sujetando la flor que su amado había dicho que le compraría—, comienza a enfriar.

La mujer pelirroja dejó que su esposo la ayudase a pararse, le tendiese la mano y juntos dejasen atrás un aproximado de 3 cuerpos brutalmente heridos con un cuchillo de caza, el cual, él, antes de sentarse a su lado y darle la flor, metió adentro de su funda, la cual se amarraba a su pierna derecha.

Ella podría decir que lo que había hecho su amado era cruel y sádico, pero... en su defensa, ellos 3 fueron unos maleducados con él.

Se lo habían ganado.

El vendedor de flores lo ignoró todo el tiempo, a pesar de que su querido marido había sido el primero en llegar a su pequeño puesto con el deseo de comprarle una modesta flor a su mujer.

El hombre de la segunda pareja en el parque; llegó después y prácticamente empujó a su primer esposo para ser atendido primero, intentó hacerse el rudo frente a su noviecita molestando a nadie más y nadie menos que a un veterano de guerra.

Y la mujer rubia, acompañante de aquel estúpido asno, no paraba de llamar a su primer esposo, "marica", por intentar advertirle al bravucón qué si no lo dejaban en paz, iban a pasarla mal.

La mujer que permaneció sentada en aquel banco, estuvo completamente segura de que su querido segundo esposo había aparecido en el momento justo.

—Oye —masculló ella, abrazándose a su brazo—. No tienes que intentar fingir que eres él cuando terminas... yo sé que los dos son muy distintos, pero los amo igual.

Con un sentimiento que ablandaba sus instintos agresivos, palpitando en su pecho, aquellos ojos brillaron un poco ante sus palabras.

—¿No me odias?

Ella soltó una risita, sosteniendo fuertemente la flor ensangrentada con su mano libre.

—¿Debería?

El segundo esposo suspiró.

—Sí, deberías —masculló en respuesta sabiendo que los tres deberían ser hospitalizados en un psiquiátrico, sin embargo, no le daba la gana siquiera sugerirlo.

Además, él se sentía bien siendo quien era.

Por otro lado, el primer esposo sabía que, si algún doctor metía las manos adentro su cerebro, sin duda no sería el alter ego, el desechado.

Y el segundo esposo no quería apartarse de su mujer, no quería dejarla.

Y no lo haría.

—FIN—