Cuarto Ataque

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Tanjiro se queda de piedra cuando se entera. Será posible...

No es el primero en llegar porque ya hay una pequeña multitud reunida en lado oeste de la escuela y apenas aparece, le abren paso.

Para su sorpresa, encuentra a Inosuke, rudo y hostil, sosteniendo a un bulto amarillo como haría un canguro con su retoño, presionándolo en su pecho desnudo para mantenerlo a salvo de miradas maliciosas.

A Tanjiro le impresiona esta actitud protectora de Inosuke, pero más le preocupa lo que ha pasado aquí, los lotes de basura volcados alrededor y la pestilencia revuelta haciendo que su nariz pique.

Rápidamente corre hacia sus amigos y se arrodilla frente a Zenitsu, quien esta sucio y sobresaltado.

— Estamos aquí, Zenitsu, estamos aquí.

Sabe que Zenitsu puede escucharlo con su gran oído, pero duda que en esta conmoción, entre tantas personas curiosas, pueda oír su voz para calmarse. Aprieta los puños y su ceño se endurece significativamente, casi le duele la cicatriz por lo tensa que pone la cara.

Ido en su rabia, Inosuke grita a viva voz.

— ¡Quítense del camino! ¡Aquí no hay nada que ver, imbéciles!

Los débiles corren y el aroma se esparce. Tanjiro lo distingue como lastima, ligerísima preocupación y morbosa curiosidad humana.

Al despejarse la multitud, Zenitsu se abraza a sí mismo entre espasmos.

— Lo sé...están aquí...lo sé.

Tanjiro jadea, incrédulo. La mirada de Zenitsu está girando, diferente a sus brotes de estrés habituales, es como si recordara algo sumamente doloroso y no supiera como conectarse al mundo de vuelta.

Si Tanjiro se hubiera visto a si mismo cuando despierta por las noches, perseguido por pesadillas demasiado realistas, habría visto en Zenitsu su misma expresión.

— Ahora si van a ver al jefe serio...— sisea Inosuke, ambos brazos en venas hinchadas.

El Kamado no lo contradice esta vez, pues está de acuerdo, esto ha ido demasiado lejos.

— Estoy bien, solo...Solo me sorprendió.

— ¡Patrañas! Eres más fuerte que esos granujas. ¿Por qué te dejaste? ¿Por tus jodidos principios?

— Inosuke, eres ruidoso. Suéltame.

— Con un demonio, ¡Dejarías que el mundo arrase contigo porque eres así de blando!

— ¡Ya basta! — grita Tanjiro, más preocupado por el rubio que pensando en venganzas— Zenitsu, ¿Puedes levantarte?

— No, quiero dormir la siesta.

— Dormirás después de lavarte. Vamos a las regaderas.

Inosuke obliga a Zenitsu a pararse, porque habrá sido todo un amigo bárbaro cuando lo defendió, pero sigue molesto con el rubio. Zenitsu no se queja y se pone a andar sobre sus propios pies.

Tanjiro está atento a cada tambaleo y posible tropiezo, excepto que Zenitsu está sorprendentemente bien, no existe nada endeble en su postura, por un momento se alivia que no haya daños más allá de la suciedad y desprolijidad del uniforme reglamentario.

El camino a los baños está lleno de atajos para evitar cruzarse con la gente. No es asunto trivial que al mismísimo delegado lo hayan atacado en las instalaciones del colegio.

Cuando llegan a la meta, Tanjiro le pregunta si quiere que llame a su abuelo, pero el chico se niega y pide que lo dejen solo para asearse.

Cuidando la entrada a los baños cuales vigilantes, Inosuke decidió que no importa nada, va a cobrar por este ultraje y Tanjiro, que es partidario de la paz, lo aprueba con una mirada que dice más que mil insultos.

Puede ser (TanZen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora