Desde las gradas vi a Álvaro marcar un gol. Estaba sentada con Eloy, a
quien conocía desde que pasé a secundaria. De pronto, dejé de atender al
partido para mirar el mensaje que estaba a punto de enviar “¿Lo hago o no lo
hago?” Repetía para mis adentros.
—¡Hazlo ya, Ester! —me dijo mi mejor amigo.
—Eres muy pesado, como te pongas así la próxima vez, no te acompaño
a ver a tu hermano jugar al fútbol…
—Eso da igual, ¡mándale ya el mensaje a tu crush!
—No puedo hacerlo.
—No, no, ahora no te puedes echar atrás. Venga, cortada, que me
enfado y no respiro.
—Que no, que Fernando me va a rechazar. Me lleva tres años y es un
mujeriego.
—Mira, da igual. Dame el móvil —me lo quitó mientras intentaba
apagarlo. Y sí, le dio a “enviar”—. Algún día me darás las gracias, guapa.
—No me hables —me crucé de brazos.
—Pobrecita, se ha enfadado porque la intento ayudar… —me empezó a
dar palmadas en la espalda y a reírse.
—No te aguanto, ¿lo sabes? Ahora por tu culpa se me va a ir la dignidad
volando.
Después de un silencio incómodo, el silbato marcó otro gol.
—Pst, mira mi hermano otra vez. ¡Álvaroo! ¡Grandeee! ¡Guapooooo!
¡Craaaaack!
—¡Pesaaado! —susurré, pero me escuchó y me dio un puño en todo el
hombro de recompensa.
Cerca de las ocho y cuarto de la noche acabó el partido y nos
quedamos en un parque para tomar el gélido aire de invierno. A estas horas ya
ningún niño salía. Todo eran rosas y arcoíris, hasta que mi amigo abrió la boca.
—Oye, podemos hacer una cosa…
—Miedo me das, Eloy.
—Ah, no es nada malo… Sólo digo que podemos hacer una apuesta. Te
debo una salida al cine si Fernando te rechaza.
—Me mola la idea —me tranquilicé, hoy a Eloy no se le fue la pinza
tanto—. Si no lo hace, tienes que venir una tarde de compras conmigo, pero
puedo comprarte lo que tú quieras.
—¡Qué guayyy! Ya veo mi armario lleno de camisetas de Levi’s.
—De todas formas, ve buscando la película, porque está clarísimo que
me va a rechazar. Así que no te hagas ilusiones.
—¿Y qué quieres que le haga?
—No te quejes, que es culpa tuya, bonito. Si no hubieras mandado ese
mensaje, todo estaría bien.
—Había que intentarlo. ¿Y si en una semana se hubiera echado novia?
—Ese tío cambia más de novia que de calzoncillos…
—Vale, ¿entonces qué película quieres ver?
—“Mi amor perdido”.
—Seguro que quieres ver esa porque sale Antón Lofer —puso una mueca
de desaprobación.
—Exactamente —le cambié de tema—. En serio, ¿tú crees que no me va
a rechazar?
—Yo pienso que tienes posibilidades. Tienes unos ojos muy verdes y
bonitos, estás muy buena… —le di una bofetada a mi amigo.
—¡Pero bueno! Ya empezamos… Te he dicho muchas veces que no me
faltes al respeto.
—Me encanta joderte, y lo sabes —le miré mal.
Nos fuimos a cenar a su casa mientras veíamos la tele. Después, jugamos
a la torre de madera un rato. Cuando estaba a punto de caerme de sueño,
llegó mi tía Filo. Me despedí de Eloy y me puse los cascos antes de entrar al
coche.
—¿Qué tal, corazón? —me preguntó ella.
—Bien. Eloy me ha cogido el móvil para mandarle un mensaje al chico
que me gusta.
—Qué tonterías… Con lo chica que eres… No te compliques, que yo tuve
un novio con doce años y me bajaron las notas por eso. Tú primero céntrate en
los estudios, niña.
—Pero si ha sido mi amigo…
—Ese amigo tuyo es un demonio, con la cara de no haber roto nunca un
plato que tiene el pobre, que tiene una sonrisa tentadora.
—Es un payaso, pero en el fondo es un cielo.
—Ya, y si vas a tener novio, mejor que sea Eloy.
—Lo siento, pero no me quiero cargar la amistad de hace cinco años.
Parece como si hubiera sido el año pasado cuando lo conocí...
—Di que sí. Tú no te apures en tener novios tan pronto. Bueno, ya hemos
llegado a casa —mi tía aparcó en la puerta, ya que vive enfrente de mi casa.
Entré, dejé la chaqueta en el perchero, fui a saludar a mis padres y subí
las escaleras. Me tiré en la cama y me quedé frita.
☻♠☻♠☻
Estaba sentada en medio de la plaza principal y salió una persona de un
coche. ¿Quién sería? No pude saberlo, al menos hoy.
☻♠☻♠☻
Después de la parte más interesante del sueño, me desperté. Y sí, se lo
conté directamente a Eloy. Hicimos una videollamada mientras que
desayunábamos. Cómo quisiera que viviéramos más cerca.
—Tío, me he soñado de una cosa rarísima y no paro de pensar en eso.
—A ver, cuenta, que te hace ilusión. Bien lo sé yo.
—Pues que estaba sentada en la plaza y salió una persona de un coche,
nada más —hice una pausa para meterme la cucharada de cereales en la
boca—. No le vi la cara.
—No sé qué opinar al respecto, sólo sé que tus sueños me dan miedo.
—Qué exagerado, si algunos son bonitos, pero estoy con la duda.
—¿Y si era Fernando? Imagínate que al final te dice que sí y nos tenemos
que ir por ahí de compras.
Eloy se empezó a reír. Su risa era tentadora.
—Seguro que te dice que sí, hija. Eres muy guapa.
—Y dale… —repiqué—. Tú me ves guapa. A ver, ciego. Con las pecas
que tengo, que parezco una pescadilla, ¿cómo voy a ser guapa?
—¡Qué obsesión! Pero si eres un cielo de niña. Es que él no te conoce.
—Gracias, supongo.
—No se dan. A ver si empiezas aceptando los cumplidos.
Cuando dejamos de hablar, me fui a dar una vuelta con los auriculares
puestos por la calle. La gente, como siempre, me miraba mal. Después de diez
años, ya no me afectaba. Me quedaba absorta mirando el paisaje.
Yo vivía en una ciudad grande, pero estaba lleno de imbéciles. Mi historia
empieza así: a los cuatro años comencé preescolar como una niña normal.
Nadie se quería juntar conmigo porque tenía el pelo demasiado corto para ser
una chica. Siempre se me acercaban preguntando si era niña o niño. Y si les
decía que era niña, dejaban de hablarme. Es extraño, pero es la realidad.
Al empezar primaria, me perseguían llamándome “marimacho” y no me
dejaban entrar en los baños de chicas simplemente por tener el pelo muy corto.
Tampoco podía entrar en el de los chicos porque también se quejaban.
Nunca quise decir nada a mis padres, y, aunque ya tenía el pelo un poco más
largo, me seguían agrediendo. A veces llegaba a casa llena de moretones, y si
me preguntaban mis padres, les decía que me había caído o cosas por el estilo.
Me refugiaba en mi único amigo: Alan. No era muy guapo, pero era
genial. Por desgracia, sólo era un amigo imaginario. Me ayudaba a estar bien
en los recreos. Dibujábamos juntos, y por las tardes salíamos a dar una vuelta
por ahí. Le decía a mi madre que me iba a ir por ahí con los amigos. A ella le
parecía bien, sin saber lo que había detrás.
Sin embargo, la verdad siempre sale a la luz. Fue un día en sexto de
primaria. Ella tenía que ir al mediodía al colegio a firmar una cosa importante
para cuando yo tuviera que pasar a secundaria. Mi profesora de inglés de aquel
entonces se cruzó con mi madre y le contó todo lo que había pasado aquellos
años. Esa misma tarde tuve una charla con mi tía Filo, mi abuela y mis padres.
Fue tan fuerte que no me quisieron llevar al mismo instituto, gracias a dios. Así
que todos los días, al empezar la ESO, tenía que coger un autobús para ir a un
centro que estaba a casi media hora del mío.
La primera semana pensaba que era una tontería, teniendo un instituto
cerca. Pero al pasar los días conocí a Eloy, un chico que parecía el típico que
te robaba el bocadillo en el recreo, aunque tenía un corazón increíble. Fue el
primero que me habló, y yo sin saber que eso sería el principio de una amistad.
Eso sí, fue el final de otra, la de Alan. Al ir madurando, fui dejando de
inventarme a los amigos. Era aburrido que siempre tuvieras que decidir por ellos,
pero te sacan de apuros, como el de sentirte sola.
Llegaba de clase super contenta contándoles a mis padres cómo había
tenido el día. Les hablé de Eloy mil veces, hasta que un día me dijeron que podía
ir a su casa algunos fines de semana para estar con alguien. Así es como finaliza
el sermón de mi vida.
Antes de las dos, volví a casa. Mi madre ya había hecho la merienda.
Sabe de sobra que siempre salgo a estas horas los domingos. Hoy me hizo
macarrones con beicon para comer.
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¿Aún me recuerdas?
Teen FictionEster nunca ha tenido suerte ni en sus amistades ni en el amor, por lo que desde pequeña se refugiaba en un amigo tan solitario como ella. Cuando empezó secundaria, conoció a Eloy, a quien consideraba casi como su hermano y le acompañó hasta bachill...