La excursión terminó hace tiempo, pero me sirvió para que Oriel me
demostrase que no era tan malo. Una tarde que tuvimos que ir de ruta turística
por Salamanca y yo no podía más, me preguntó: “¿Te gusta la cerveza? Es para
que te metas caña, que ya estás reventada.” De todas formas no me gusta
acercarme tanto a él por si se le va la pinza.
Todo en general parecía ir bien, hasta que caí en que Balces ya no me
hablaba nunca por privado. ¿Qué le había pasado? Lo recordaba más
cariñoso. No debería quejarme, pero me conformaría con chatear un rato antes
de dormir cada noche a solas.
Hoy era el día en el que por fin Raúl me llevaría a conocer a mi hispalense
favorito. Tenía muchísimas ganas de verle. Decidí ponerme ropa corta, ya que
en Sevilla hace un poco más de calor que en mi ciudad.
Desayuné cereales para ser persona, como dice Antón. Y cuando
terminé, avisé a mi madre de que me iba. No pasó mucho tiempo cuando ya vi
a Raúl aparcar frente a mi casa.
Gis me miró un poco mal cuando me subí al coche, no sé por qué, pero
no le di importancia, así que me fui leyendo el libro de Dante durante el trayecto.
Por fin vería al misterioso sevillano en persona, adivinaría su nombre y saldríamos
juntos como en una película romántica, aunque sé que Oriel cambiaría
drásticamente y nos intentaría separar si se enterase, entonces, ahí entraría Eloy
y…
Otra vez me hice una película en la cabeza.
La sorpresa me la llevé cuando vi que mi amiga abrazó demasiado
delicadamente a mi amigo y además él le dio un beso en el cachete. Yo
también fui a abrazarlo, pero me soltó enseguida. Quizás esté exagerando, pero
me dolía.
—Vaya, Ester, no me esperaba tu visita, yo solamente contaba con Gis y
Raúl —ahora se dirigió a todos—. Hoy os tengo que enseñar una parte muy
bonita de Sevilla, pero como cae un poco largo, primero iremos a un Burger King
—indicó—. También va a venir mi hermana.
El día fue increíble, la verdad. Vimos unos barcos por el Guadalquivir,
paseamos por un jardín, y finalmente fuimos al famoso balcón de los
enamorados del que tanto mi amigo me había hablado. Me dijo que me
cogería de la mano y nos haríamos una foto, rompiendo la distancia.
Lo peor llegó casi por la noche: Gis estaba demasiado cerca de él. No,
no me lo pude creer, se dieron un beso. Me quedé en shock, él parecía tan
enamorado de mí. Además, mi amiga sabía perfectamente que a mí me
gustaba. Me derrumbé, pero me quise contener, no quería armar un pollo esta
noche. Todo encajaba, la frialdad de Balces explicaba muchas cosas.—Te amo —le dijo ella.
Ese chico que compartía momentos conmigo. ¿Qué había pasado? Aún
recuerdo cuando sólo aparecía en mis sueños… ¿Cómo podía ser eso?
El dolor me mataba por momentos. Ahora mi amiga y el chico que me
gustaba estaban saliendo. ¿Por qué no le hice caso a Eloy cuando me dijo que
tuviera cuidado con el comportamiento de Gis de estas últimas semanas?
Después de todo, el amor es traicionero, no te deja ver. A la hora de cenar, le
di un toque en el hombro a mi amiga para aclararlo todo.
—Gis, bonita, ven conmigo.
Me hizo caso, pero se notaba asustada.
Nos encerramos en un baño, de verdad que el miedo recorría su rostro
de una forma tremenda, pero teníamos que resolver las cosas de una forma
madura.
—Me has decepcionado —dije solemnemente.
—¿Qué he hecho?
—Lo sabes bien.
—Ester, no te entiendo —a Gis le temblaban las piernas.
—Te dije perfectamente que el chico me gustaba, en serio. Todos los días
te decía que tenía ganas de conocerle en persona, pero vas y empiezas a salir
con él, sabiendo todo esto.
—Haberlo dicho, nunca me lo has contado.
—¿Que no? ¿Acaso te hablo en chino? Te lo he dicho todos los días.
¡Todos! Y cada uno de ellos.
—Perdóname, soy una mierda de persona, merezco matarme. No te
preocupes, no haré más daño —le empezaron a salir las lágrimas.
—Oye, que no es eso, te estoy diciendo las cosas como son, no vayas a
llorar ahora.
—Soy una mala amiga, lo sé. Pero no te preocupes, ya no molestaré más.
—¡Tía, no hagas ninguna locura!
—Ya es tarde, no te preocupes por mí —dijo, corriendo hacia el comedor
del restaurante entre dramas.
La seguí para ver qué haría. La vi llorar y tirarse al suelo. Ahora me sentía
la peor persona del mundo, es normal, el amor no se puede evitar y puede surgir
en cualquier momento. No importa la diferencia de edad, el sexo o la distancia,
no podemos vivir sin él. Ahí lo entendí. El amor de pareja no ha llegado a mí
todavía, puede ser por algo. Quizás no soy lo suficientemente madura como
para empezar una relación, pero duele que alguien a quien haya conocido yo
antes, se haya ido con alguien que apreciaba. Es triste, y creo que me he
pasado con mi amiga. Después de verla hablar con el sevillano, éste se acercó
a mí y me dijo:
—Muy mal de tu parte, esto no me lo esperaba, pensé que eras más
madura.
Siento que el mundo se me vino abajo como si nada. Pensé que esto iba
a tener final feliz. El resto de la noche todos se volvieron cortantes conmigo,
había perdido a las mejores personas. Ellos me habían apoyado desde el minuto
uno, pero todo tiene que terminar.
Llegué a casa y les conté todo a mis padres. Ellos sabían que esto
acabaría pasando por conocer a extraños por las redes sociales.
Me dolía todo lo que había pasado en Sevilla, pensé en no querer volver
nunca y olvidarlo todo. Igualmente le seguía queriendo. Ahora solamente
necesitaba tiempo y a los amigos que me quedaban. Qué fácil es hacer amigos
y qué difícil es mantenerlos.
¿Qué podría salir peor?
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¿Aún me recuerdas?
Novela JuvenilEster nunca ha tenido suerte ni en sus amistades ni en el amor, por lo que desde pequeña se refugiaba en un amigo tan solitario como ella. Cuando empezó secundaria, conoció a Eloy, a quien consideraba casi como su hermano y le acompañó hasta bachill...