Capitulo 2

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La semana comenzó, era lunes y apenas tenías tiempo de revisar el teléfono pues el trabajo te tenía hasta el cuello. Miguel y su pasada cita era un tema recurrente en tu mente, habían hablado un poco más por mensaje luego de eso pero no preguntaste para salir otra vez, aún no habían pasado ni dos días, además de que tu semana era algo ajetreada e intuiste que la de Miguel también.

Así pasaron los días hasta llegar al miércoles, donde finalmente preguntaste —¿Oye quieres tomar un café?—

La respuesta tardó en llegar —Estoy algo ocupado entre semana, pero por lo general me tomo una hora de la tarde para llevar a Gabi al parque ¿Porque no vienes? Hay un puesto de café muy bueno—

Aceptaste la oferta, acordaron un horario conveniente para ambos y un punto de encuentro. Pasaste gran parte del día decidiendo qué vestir, casi al punto que las ansias no te dejaban dormir.

Fuiste a trabajar temprano, cambiaste tu ropa en el vestidor de la oficina antes de salir. Llegaste al parque y esperaste a que Miguel apareciera, no tardó mucho. Esta vez no había servilletas con sangre ni robos en tiendas, solo él cargando a una niña pequeña en sus hombros.

Al verte bajo a Gabi al suelo y le dijo un par de cosas que no llegaste a oír —Mija, quédate donde pueda verte. Papi tiene que hacer unas cosas ahora—

Miguel te saludo con un beso en la mejilla, juntos se sentaron en una banca no muy lejos de donde estaba Gabi jugando en las hamacas. Ordenaron café en el carrito del parque y un par de croissants.

—Es idéntica a ti— comentaste observando como la niña trepaba en los juegos.

—Si, no puedo mentirte. La genética a veces hace locuras— se rió.

El clima era bueno, el sol golpeaba tu piel generando un calor agradable. La luz te hizo apreciar mejor las facciones de Miguel y como el reflejo del sol en sus ojos parecía darle un tono más rojizo, nunca habías visto algo igual pero te pareció hermoso.

Esta vez no había una mesa separándolos ni el sonido ambiental del restaurante por lo que la conversación fluía más, la cercanía permitía más contacto y roces tímidos.

Él apoyó la mano en tu rodilla y acarició suavemente con los dedos sin llegar a tocar la zona de tu muslo porque pensó que sería demasiado atrevido. Sonreíste y te sonrojaste, era como estar jugando al tire y afloje de la seducción.

Gabriella regreso de los juegos y se paró frente a ustedes —Papi tengo hambre— dijo mirando a Miguel haciendo un puchero fingido —Quiero un helado—

—Vamos, yo te acompaño— respondiste antes de que Miguel siquiera pueda articular una palabra —Si tu papá te deja… por supuesto— agregaste

—Adelante— Miguel sonrió, no habías notado lo afilado de sus dientes, te pareció sexy.

Gabi te tomó de la mano y te llevó a toda prisa hasta el camión de helados, escogió uno de chocolate y tu compraste uno grande de vainilla para compartir con Miguel. 

—¿Eres la novia de mi papi?— pregunto Gabi, te congelaste por un momento.

—Ah…no. Solo somos amigos— no ibas a explicarle a una niña cómo funcionan las relaciones adultas y que las cosas no son tan sencillas como los niños piensan, pero Gabriella no es tonta, los niños son bastante intuitivos y rara vez piensan antes de hablar.

—Pensé que si, mi papi te mira con ojos de novia—. En ese momento te preguntaste a qué se refería con "ojos de novia" pero decidiste que era mejor no indagar.

Regresaron a donde se había quedado Miguel esperando y no se volvió a tocar el tema de las novias ni de las supuestas miradas estrafalarias.

Gabi comió su helado sentada en el arenero del parque mientras Miguel y tú la observaban en lo que compartían el gran bote de helado que compraste.

Estaba atardeciendo, Miguel frotó su mano en tu espalda pues tenias algo de frío e intentó generar algo de calor por fricción.

—Mejor regresamos, aún no preparó la cena y mañana debo trabajar temprano— dijo Miguel — déjame llevarte a tu casa—

Aceptaste, el alzo a Gabi sobre sus hombros otra vez. Caminaste a su lado tomándole de la mano hasta llegar al auto.

Sentías la mirada de Gabriella clavada en tu espalda, podías ver como te observaba a través del espejo del coche.

Ya afuera de tu apartamento, Miguel se despidió dándote un beso tímido en los labios antes de que bajes del auto, Gabi, al igual que cualquier niño, solo hizo un gesto de disgusto ante la muestra de afecto. Miguel y tú rieron, entraste a tu apartamento y ellos continuaron su camino.

—Ella dijo que son amigos pero para mi es tu novia— comentó Gabriella desde el asiento de atrás.

—La gente grande tarda más tiempo en decidir si son novios o no— fue la explicación que Miguel le dió

—¿Por qué? Si se gustan ¿Porque no pueden ser novios? Yo quiero una mami, todos en la escuela tienen una— Miguel se atraganto con su propia saliva ante las palabras de su hija.

—Porque si, son cosas complicadas de adultos—

—No lo entiendo, yo solo le dije a Pablito si quería ser mi novio y me dijo que si—

—¡Te dije que no te juntes más con Pablito! Es mala influencia—

Gabi le sacó la lengua a Miguel, el resto del viaje a casa transcurrió sin mayores problemas más allá de los conflictos que tenía Miguel con un niño de 5 años que no se lavaba los dientes y pretendía ser el noviecito de su hija.

La madrastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora