Capítulo 1 "Boda cancelada"

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"Se busca un amor de verano que dure, por lo menos, cincuenta veranos más".


   
    La música en vivo llenaba el aire con notas suaves de ukelele y tambores hawaianos. Los clientes, tanto lugareños como turistas, se mezclaban en la pista de baile, moviéndose al ritmo de la melodía.

    —¿Quieres bailar? —la pregunta fue música para los oídos de Beatriz. Aquel moreno le sonrió de una forma cautivante y no tuvo ni que pensárselo para lanzarze a la pista a bailar con él.

    —¿Hablas español? —cuestionó con un acento francés, apegándola a su pecho mientras una de sus manos guiaba los movimientos de sus caderas.

    —¡Sí, soy de México! —le gritó Bea sonriendo. Sintió como una gota de sudor resbalaba por su sien y a penas se preocupó por limpiarla.

    —Mm, amo su cultura —expresó con un pésimo español.

    Lo que dijo la hizo reír, y mientras la canción llegaba a su final aprovecharon para conversar de cosas triviales. Le dijo que se llamaba Félix , y que estaba ahí por invitación de sus tíos, los cuales celebraban su aniversario de quince años de casados. Intercambiaron números y se despidieron con dos besos sonoros en la mejilla.

    Después de bailar un rato y sumergirse en la música, decidió tomar asiento en la barra junto a sus primas. Se acomodaron en las sillas de madera oscura, observando al barman experto mezclando bebidas. Beatriz miró alrededor, absorbida por la atmósfera encantadora y tomando aire buscando recuperar oxígeno.

    El camarero se acercó, sonriente, y dijo: —Aloha de nuevo señoritas, ¿qué desean hoy?

    Bea pidió otra de las especialidades del lugar, un cóctel llamado Ola Azul, mientras Martha y Fátima optaron por el Sunset Tropical y el Puesta de Sol en Hawái, respectivamente.

     Entre un par de tragos y risas desenfrenadas, el mundo de Bea se detuvo en seco. Allí, en medio de los bailarines y los risueños clientes, su mirada impactó con la de aquel hombre guapísimo que conoció hacía un par de noches. Vestía una camisa playera que dejaba entrever sus brazos bronceados y shorts que mostraban piernas fuertes. Su cabello oscuro tenía mechones rebeldes, y sus ojos azules brillaban. El universo pareció reducírsele en aquel instante, y de forma involuntaria, se encontró lanzándole piropos nuevamente. Recordó que la primera vez que le vio no pudo parar de halagarlo sentada en el mismo lugar de ahora. Es que cualquiera con dos dedos de frente caería a los pies de semejante hombre.

    —Ey. —El barman tocó su brazo y volvió la cara a él con una expresión vaga.

    —Sí, ya me dijiste que tiene novia y que se va a casar, pero eso no me impide mirarlo ¿o sí? —le dijo y sonrió negando con la cabeza.

    —Ya no habrá compromiso, se suponía que sería hoy —enunció encogiéndose de hombros mientras preparaba su próximo truco—, no sé que pasó, pero creo que ya no están juntos, te lo digo por si te interesa —culminó con un guiño y se llevó una mano al pecho.

    —¿A mí? ¿Interesarme? ¡Pues claro que sí! ¿Sabes algo más? —le cuestionó más curiosa de lo que había estado en siglos.

    —Vinimos aquí a liberar el estrés, a divertirnos, no a que te enamoraras de un extranjero. Mira que eso nunca termina bien —resaltó Martha y llevó su copa a sus labios.

     Ella empezó a abogar por las relaciones abiertas hace algunos años, su primer relación sentimental terminó con un par de cuernos (quizás más) sobre su cabeza, y casi tres meses de superación. Eso la llevó a convertirse en una Casanova dispuesta a no enamorarse por un largo periodo de tiempo.

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