Capítulo 5 "Condiciones"

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Una semana antes:

Marcos estaba preparando el equipaje, no le gustaba que lo hicieran por él, incluso Mónica lo había intentado varias veces pero se negó, y no era fácil para él decirle que no a esa mujer. Sentía que faltarían cosas, no se imaginaba a su madre o su novia empacando los boxer que más me apretaban, o los shorts que a penas usaba, no, por Dios, que a él le gustaba repetir lo mismo aunque tuviese el armario hasta el tope.

Una vez listo, puso la maleta en una esquina de la habitación, y se quedó allí con los brazos como jarras sobre sus caderas. Se le formó una risilla de tonto mirando a la nada, pensando en la propuesta de matrimonio que le había preparado a Mónica.

Llevaba días planeando aquello, compró los anillos en la joyería que más le gustaba, allí se encargaron de colocarlo en una cajita forrada de terciopelo, con un brochecito de oro blanco, y pequeñas pepitas doradas alrededor de la alianza. «Mónica se merece lo mejor del mundo», pensó. Y es que esos ojos azules lo tenían loco. Estaba hechizado por esa mujer.

—Pareces un muermo, ¿en donde está esa cabecilla?

Sacudió la cabeza ante la voz de su madre. De inmediato le sonrió, ¡qué manía de entrar sin tocar la puerta!

—Mamá, qué te he dicho de to...

—Estaba abierta —lo interrumpió, cruzándose de brazos mientras recostaba su hombro derecho al marco de la puerta.

—Como sea, siempre lo haces.

—Y bien, dejemos el temita de mis imprudencias y dime, ¿cuándo pretendes pedirle matrimonio a Mónica?

—Yo...

—¡No, no, no! —se exaltó, pasando por su lado como loca para enloquecer más cómoda, sobre la cama—. No tienes que pensarlo más, cinco años de relación son suficientes, de hecho, creo que hasta te has tardado mucho. Mónica es una importante abogada, de buena familia, es una mujer elegante, preciosa... Perfecta es la palabra ¿sí? Así que dime que dejaste de darle tantas vueltas y que por fin se van a casar.

No lo dejaba hablar, esa era su pésima costumbre. Así que entornó los ojos y recostó el culo sobre la cómoda tras de sí.

—Voy a pedirle que se case conmigo mañana, en cuanto lleguemos a Hawaii.

—¡Oh, eso quería escuchar! Sabía que no nos defraudarías hijo mío —lo abrazó fuerte en un ágil movimiento—, haslo, ve y cumple con el deseo de la nonna, no la defraudes ni a ella ni a nosotros.

Actualidad:

Cerró de un portazo y a largas zancadas se dirigió al refri a por un poco de agua. Tenía la garganta seca. Mientras bebía su mente divagaba en tantas cosas a la vez, que comenzó a sentir fatiga. Se quitó la playera para respirar mejor, y salió al balcón a conseguir aire fresco para sus pulmones.

Dolía como el demonio. Sentía que el corazón le iba a explotar de tanta presión y molestia acumulada.
Su mente se fue por minutos a demasiados lugares, pensó en ella, en mi su allá en España, en la nonna, en la vergüenza que había pasado en la playa con la mexicana, en la propuesta indecorosa que le hizo, y en la respuesta negativa de su parte. «¡¿Y ahora que voy a hacer?!». Se repetía una y otra vez. Nadie más que él podría entender los motivos para proponer algo así, era inimaginable la urgencia de conseguir una esposa cuánto antes. Su vuelo estaba destinado para dentro de tres días, y su familia los esperaba con una boda ridículamente exagerada.

Toc, toc, toc, toc, toc.
Toc.
Toc.

Los toques en la puerta le hicieron arrugar el entrecejo, ¿quién tocaría la puerta con ese tono?

Toc, toc, toc, toc, toc.
Toc.
Toc.

Insistió.

Fue hasta la puerta y abrió, encontrándome con la persona que menos esperaba ver. Y no, no era Mónica, a esa la imaginaba viniendo a suplicarle perdón... Pero eso no sucedió nunca.

—Tú.

—Acepto —contestó de repente.

—¿Qué?

—Que acepto wey. Pero tengo muuuuchas condiciones.

—Entra. —La invitó y entró.

Siguió sus pasos hasta la sala, la cual estaba a unos pasos de la puerta. Las cabañas no eran muy grandes que digamos, por lo que todo quedaba relativamente cerca.

Se sentaron sobre el sofá, una vez allí pudo notar que ya había tomado un baño y se había cambiado de ropa, vestía con un pijama gris corto y un par de pantuflas peludas del mismo color, ahora parecía una mujer más... Adecuada.

—Son de Shein, las compré en rebaja junto con el pijama —dijo como si hubiese estado leyendo sus pensamientos. «Esta tía no está bien de la cabeza». pensó.

—Oh, gracias por el dato.

También traía perfume, muy suave y característico a vainilla. El cabello lo llevaba suelto y mojado, sin dudas habían terminado ambos con jaqueca tras la noche anterior y un buen lavado de cabeza era lo ideal.

—Y bien, vine porque me lo pensé mejor y la verdad cualquier cosa es mejor que seguir trabajando para Jackson Fuentes...

—No es necesario que justifiques tu decisión, no me interesa, solo dime cuáles son las condiciones.

—Vaya, con razón te pusieron los cachos —susurró.

—¿Cómo dices? —inquirió, fingiendo no haberla escuchado. La verdad, aquello le causó cosas en el estómago y el pecho, pero decidió no demostrar absolutamente nada.

—Eh, que sí tengo algunas condiciones —contestó y se acomodó sobre los cojines—. La primera es que aunque firme eso no te da derecho a manipularme, sigo siendo yo, pero "casada" contigo. —Hace comillas con sus dedos y él niega con la cabeza.

—Condición rechazada. No puedes ser tan tú, a ver, de veras que no te imaginas a mi familia. O te comportas con clase, o serás carnada para ellos, creeme.

—¡Híjole de su puta...!

—¡Lo ves! No puedes hablar así, por favor, esto es serio —le suplicó, sí que parecía de locos, pero era la más pura realidad...

—La verdad no tenía más condiciones, era solo esa, quería verme más interesante —soltó de pronto cambiando de tema mientras se cruzaba de brazos—. Igual si se me ocurre alguna te llamaré. Y bueno, siendo así, lo intentaré. Pero tendrás que contratar algún instructor para mí, porque yo de etiquetas no le sé pues.

—De acuerdo, tenemos tres días así que...

—¡Chinga su madre queeeeee! —exclamó tan alto que Marcos brincó en el sofá. Se llevó una mano a la frente y soltó un suspiro.

Estaba a punto de decirle que olvidara aquella propuesta. Por un momento pensó que no iba a funcionar pero... ¿Qué mujer con sentido común aceptaría aquel trato? Habrían muchas dispuestas por dinero, sin embargo, el verdadero reto sería enfrentarse a la meticulosa Margareth Regina García y su extravagante familia. Algo en su ser le indicaba que Beatriz era la mujer perfecta para sus planes, su personalidad sin filtros sería clave para no dejarse pisotear por aquellos desconocidos españoles, después de todo no sería tan difícil adaptar a una mujer que aparentaba haber nacido para soportarlo todo.

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