Prevención e Información

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Sé que todos conocen a los Lobos, esos hombres peligrosos, fuera de la ley, musculados, apestosos, atractivos y con la polla enorme. Sé que les habrán contado lo increíble que es pasar El Celo con ellos y que los follen como nunca en su vida. Pero aquí estoy yo para advertirles de los problemas y peligros que eso puede llegar a darles. Soy Hoseok, esta es mi historia, y les contaré cómo mi vida se fue completamente a la mierda, los muchos errores que cometí y la forma en la que pasó a formar parte de la puñetera Manada. Empezaré con una advertencia: una vez que un estúpido Lobo se enamora de ti, no hay vuelta atrás... Eso es algo que me hubiera gustado que me hubieran dicho cuando Nayeon me llamó y dijo que había conseguido entradas para el Club Luna Llena, porque yo no me imaginé lo muchísimo que mi vida iba a cambiar desde ese momento.

—No voy a ir.

—¡Vamos, Seok! Me prometiste que vendrías conmigo.

-No. Yo no te prometí una mierda —le recordé—. Si quieres ir a uno de esos clubs de lobos, vete tú sola.

—Es peligroso ir sola. Necesito que alguien me acompañe.

—Si es peligroso, ¿por qué vas? —le preguntó, alzando la mano en un gesto de incredulidad que Nayeon no pudo ver.

—Dentro de poco será El Celo...

—Ogh... —puse los ojos en blanco y negué con la cabeza antes de coger otro tetrabrik de leche y dejarlo en la balda junto a los demás—. Eso sí es peligroso.

—No es peligroso —y se quedó callada un par de segundos—. No tiene por qué serlo si vas preparado. Mi amiga Areum, la del trabajo, lo hizo una vez y dice que es una experiencia que hay que vivir. Dice que el sexo ya nunca vuelve a ser igual después de tener a una de esas bestias encima durante cuatro días.

—Tu amiga Areum?, ¿la que no sabe diferenciar el fax de la fotocopiadora? ¿Esa amiga?

—Sí, esa —afirmó. Hubo un sonido metálico y Nayeon no volvió a hablar hasta darle un par de tragos a la cerveza que acababa de abrirse—. Escucha, Hoseok. Me acompañas al club este viernes, te invitamos a las copas y bailamos un poco tú y yo. ¿Qué te parece?

—Me parece que no se te va a acercar ningún lobo si ven como bailas —respondí, levantándome del suelo cuando terminé de poner todos los tetrabriks de leche en su sitio—. De todas formas, ¿cómo vas a... ligar o lo que sea que vayas a hacer allí, si yo estoy contigo?

—Eso no importa, pueden oler que eres gay.

Dejé la caja vacía con la imagen de una vaca sonriente sobre el mostrador de la tienda y me quedé en silencio mirando los carteles donde se pedía educadamente a los clientes que «por favor, no robaran».

—Pueden olerlo... —repetí antes de soltar un bufido y volver a negar con la cabeza—. ¿Y tú desesperación pueden olerla o no?

—Espero que sí, porque no voy a llevar bragas.

Puse una mueca de asco y me llevé una mano al rostro para frotarme el puente de la nariz.

—Oye, Nayeon —murmuré—. ¿Estás seguro de todo esto? Los lobos... no son una broma.

—Soy una mujer adulta, Seok. Sé lo que hago —bebió un par de tragos más y soltó un jadeo—. Te recojo el viernes a las ocho.

—¿A las ocho? —exclamó—. Ni siquiera es de noche a esa hora.

—Vamos a una charla educativa antes del club —anunció—. Será como volver al centro de menores, ¿eh? —se río un poco y después, simplemente, colgó.

Bajé el móvil y resoplé. Como muchos de los aviones de Nayeon, aquello iba a salir mal. Y salió terriblemente mal, solo que no de la forma que yo me esperaba.

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