Lo que no se dice en voz alta

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En las tranquilas colinas de un pueblo remoto, donde el tiempo parecía moverse más despacio, una pequeña iglesia se alzaba como un faro de fe y esperanza. El sol de la mañana iluminaba los vitrales y se filtraba a través de las hojas de los árboles que rodeaban el edificio. En ese rincón del mundo, Kakashi, un joven sacerdote recién ordenado, comenzaba su servicio como párroco.
Kakashi a menudo dejaba una impresión duradera en aquellos que lo conocían. A pesar de su juventud, llevaba consigo una serenidad y sabiduría que habían resonado con los lugareños. Su llegada a la pequeña iglesia había traído un aire de renovación a la comunidad religiosa.

Un día soleado, mientras Kakashi daba un paseo por el jardín de la iglesia, una figura vestida con un hábito blanco llamó su atención. Sakura, una joven monja que se había unido recientemente a la comunidad, estaba cuidando de las flores con una dedicación silenciosa. Su cabello rosa brillaba bajo el sol, y su rostro estaba iluminado por una sonrisa gentil mientras acariciaba las hojas.

Kakashi se acercó con calma, su mirada observando la escena. "Eres muy dedicada", comentó, su tono respetuoso y genuino. Sakura se giró, sus ojos verdes encontrándose con los suyos.

"Quiero hacer mi parte", respondió Sakura con modestia, su voz suave como una brisa. "La naturaleza nos da tanto, es importante cuidarla en retorno". Kakashi asintió, apreciando su perspectiva.

A medida que pasaban los días, Kakashi y Sakura comenzaron a interactuar más. Conversaban sobre la fe, la vida y el propósito. A pesar de sus diferentes roles en la iglesia, encontraron que tenían mucho en común. Se convirtieron en confidentes y amigos, compartiendo risas en medio de sus deberes religiosos.

Con el tiempo, su relación comenzó a profundizarse. Las conversaciones evolucionaron de temas superficiales a discusiones más personales. Compartieron sus sueños y deseos más profundos, así como también sus inseguridades y temores. En el proceso, sus lazos se fortalecieron, y una conexión inexplicable creció entre ellos.

Una tarde, mientras el sol se ponía y los rayos dorados bañaban el jardín, Kakashi y Sakura se encontraron sentados juntos en un banco. El ambiente estaba cargado de una energía palpable, una tensión que ninguno de los dos pudo ignorar. Sakura se mordió el labio, su mirada nerviosa mientras jugaba con los dedos.
"Kakashi, hay algo que quiero decirte", comenzó Sakura, su voz temblorosa pero llena de determinación. Kakashi la miró, sus ojos oscuros llenos de curiosidad y atención.

"Sakura, puedes hablar conmigo", respondió Kakashi, su voz cálida y alentadora. Sakura inhaló profundamente antes de continuar.
"Desde que llegaste a esta iglesia, he sentido algo especial contigo", confesó Sakura, su mirada clavada en la suya. "No sé cómo explicarlo, pero siento una conexión que va más allá de lo religioso". Kakashi la escuchó atentamente, su corazón latiendo en su pecho mientras esperaba a que continuara.

"Sé que esto es inapropiado, pero... Kakashi, estoy enamorada de ti", admitió Sakura con una mezcla de valentía y vulnerabilidad en su voz. Las palabras quedaron suspendidas en el aire entre ellos, creando una pausa que parecía eterna.

Kakashi se quedó sin palabras por un momento, su sorpresa y asombro pintados en su rostro. Se tomó un tiempo antes de responder, eligiendo cuidadosamente sus palabras.

"Sakura, yo también siento algo especial por ti", admitió Kakashi, sus ojos sinceros mientras sostenía su mirada. "Pero sabes que esto es un terreno peligroso. Somos un sacerdote y una monja, nuestras posiciones nos impiden explorar estos sentimientos".

Sakura asintió con tristeza, comprendiendo la gravedad de la situación. Sin embargo, sus corazones habían sido abiertos, y no podían simplemente ignorar lo que sentían. A pesar de las restricciones que enfrentaban, la conexión entre ellos seguía creciendo, y sus sentimientos eran cada vez más fuertes.

Los días pasaron, y su amor se volvió más intenso y complicado. Se encontraron luchando contra la atracción que sentían el uno por el otro, una batalla interna que parecía imposible de ganar. Cada mirada compartida, cada sonrisa compartida, solo parecía reforzar su conexión.

Finalmente, una noche oscura y estrellada, Kakashi y Sakura se encontraron en el jardín, rodeados por la belleza silenciosa de la naturaleza. Las palabras parecían innecesarias en ese momento; sus miradas lo decían todo. Con un movimiento lento y decidido, Kakashi acarició el rostro de Sakura, sus dedos rozando su piel suavemente.

En ese momento, sus labios se encontraron en un beso apasionado y prohibido. Fue un beso lleno de emoción acumulada, un beso que trascendía las barreras impuestas por su fe y sus roles en la iglesia. Se aferraron el uno al otro, como si ese beso fuera su única manera de expresar lo que sentían.

Pero cuando finalmente se separaron, la realidad los alcanzó. Sus alientos entrecortados resonaron en el aire mientras se miraban, sus ojos llenos de amor y temor.

"Esto es prohibido", susurró Sakura, su voz llena de tristeza y resignación. "Lo que estamos haciendo... va en contra de todo lo que creemos".
Kakashi asintió, su mirada intensa mientras sostenía su mano con ternura. "Sakura, sé que esto es difícil, pero no puedo negar lo que siento por ti". Sus palabras eran sinceras, llenas de una convicción que Sakura podía sentir en su corazón.

En lugar de alejarse, decidieron mantener su relación en secreto, encontrando momentos furtivos para estar juntos. Cada instante compartido era precioso, y aunque sabían que enfrentaban desafíos y consecuencias, su amor parecía más fuerte que cualquier obstáculo.

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