Capítulo 10: Ambrosia salad

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Ambrosia: amor correspondido.

Sanji sintió la cálida arena entre los dedos de los pies cuando salió a la orilla con una camisa suelta de flores y su bañador azul claro. Encontró un sitio bajo una sombrilla y se tumbó en la toalla, cerrando los ojos mientras respiraba el aroma del océano y escuchaba el lejano sonido de las gaviotas y las olas rompiendo.

"Oye, ¿has pedido una Piña Colada?".

La voz le sobresaltó y levantó la vista para ver a Zoro en bañador, con la tentadora bebida en la mano. Sin embargo, Sanji estaba mucho mas interesado en saborear al hombre en persona, mientras dejaba que su mirada recorriera su reluciente piel aceitunada hasta la prominente "v" de sus caderas.

"¿Zoro? No sabía que trabajabas aquí". Sanji tragó saliva. Dios, tenía sed.

"Estoy aquí porque tú estás aquí". Zoro inclinó la barbilla de Sanji hacia arriba: "Bebe". Sanji separó los labios obedientemente y bebió el refrescante líquido sin dejar de mirar a Zoro. El dulce sabor de la piña entrelazada con el coco era suficiente para deleitar su paladar, pero quería... no, necesitaba más.

Necesitaba a Zoro.

"Quiero que me beses". Sanji prácticamente suplicó y Zoro cumplió inmediatamente su deseo, inclinándose para capturar su boca en un apasionado y febril beso. "Zoro, estás tan caliente... que estás literalmente ardiendo, ¡oh dios mío!" Exclamó Sanji, retrocediendo mientras las llamas aparecían en la espalda de Zoro.

El olor a humo despertó a Sanji de su sueño y abrió los ojos para encontrarse en su sofá a plena luz del día y con la alarma de incendios sonando.

"¿Pero qué...? ¡Zoro!" Sanji se levanto, sintiendo su fuerte dolor de cabeza como resultado de los errores de la noche anterior. Tenía la boca increíblemente seca y la habitación seguía dando vueltas, pero necesitaba llegar a la cocina antes de que el bastardo de pelo verde la quemara.

"Cálmate, cocinero. Acabo de quemar una tostada". Zoro gimió, apartando el humo.

"¡¿Ni siquiera sabes hacer tostadas?! ¿Cómo has sobrevivido hasta ahora?" Sanji estaba a su lado, mirando los trozos negros de pan y un montón de porquería amarilla, ¿se suponía que eran huevos? Suspiró, sintiéndose mal por haberle gritado a Zoro por intentar hacerle el desayuno después del desastre emocional en el que estaba anoche. Después de salir del bar, lo único que recordaba era haber llorado contra su pecho hasta quedarse dormido. Acababa de darse cuenta de que el hombre se había quedado a su lado toda la noche.

"Lo siento, Zoro. Gracias. Me lo comeré". Dijo Sanji en voz baja.

"Tienes... algo en la cara....". Zoro frotó el pulgar bajo el ojo de Sanji y éste se dio la vuelta rápidamente para comprobar su reflejo en el microondas. El rimel dejaba manchas oscuras bajo sus ojos y el pintalabios rojo estaba ahora en su perilla. El pelo también se le erizaba en todas direcciones. Mierda, parecía un desastre y Zoro estaba aquí para presenciarlo.

"Voy a darme una ducha". Decidió Sanji, corriendo a su habitación para coger una muda de ropa y luego al baño, cerrando la puerta tras de sí.

Salio diez minutos mas tarde con una sudadera holgada y sus calzoncillos, sintiendose renovado despues de estar bajo la ducha caliente. Seguía teniendo resaca, pero era mucho más soportable. Zoro levantó la vista de la mesa del comedor, manteniendo la mirada fija en él.

"Eh... gracias. Por lo de anoche. Y por todo esto". Sanji se sentó frente a Zoro. Empezó a picotear sus huevos, encontrando difícil mirarle a los ojos. Aunque Zoro lo vio en su peor momento anoche, en realidad fue bastante liberador dejar salir por fin sus sentimientos reprimidos. Sentimientos que de otro modo habrían permanecido reprimidos de no haber sido por el musculitos de pelo verde del que estaba completamente enamorado.

Delphinium - ZosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora