2.3. Leyendas y tradiciones

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LEYENDA: ARONA, EL MONSTRUO DEL MAR DE LA PLATA

El Mar de la Plata separa Isla de la Plata de Isla Rubí e Isla Amatista (Principado de las Islas Arcoiris). Arona es el nombre que los locales han puesto a una de las muchas y misteriosas criaturas que habitan sus aguas.

Se cree que Arona es uno de los grandes reptiles del mundo, si bien se desconoce a qué especie: dragón, keto, serpiente...

Arona es una criatura de gran tamaño, piel plateada y similar a los platecarpus: se presume que comparte con ellos la estructura ósea, si bien existe una gran diferencia de tamaño entre Arona y sus contrapartes platecarpianas.

A nivel particular, Arona es una criatura de escamas plateadas, que recibió su nombre puesto que en no pocas ocasiones ha sido avistada como un arcoíris en movimiento a través del agua. Se cree que sus ojos son del color de sus escamas. Se desconoce si Arona cuenta con un lugar al que acudir para descansar, como si lo tienen los dragones y las keto, o si, por el contrario, aprovecha los sistemas de cuevas submarinas para desplazarse y descansar como suele ocurrir con las serpientes.

Son muchos los que creen que, por su tamaño, Arona no necesita descansar, aunque la teoría más aceptada es que requiere de largos periodos de hibernación si bien se considera improbable que esto ocurra dado: a) su tamaño; b) la temperatura del agua en el Mar de la Plata y c) la falta de un sistema de cuevas aislado con el tamaño suficiente como para albergarla y permitirle aislarse de posibles depredadores.


TRADICIÓN: KHOL, EL RITUAL DE LA ARENA

El ritual de la arena es un ritual de origen isleño y que se vincula estrechamente con la relación entre la vida humana y el ciclo de vida de la naturaleza.

Tiene lugar dos veces al año, durante la primera y última luna llena, en las playas de las Islas Arcoiris y consiste en una entrega a la tierra.

La tradición dicta que cada persona que participa en el ritual debe llevar consigo un pequeño tarro que contenga:

tierra de su lugar de residencia.

hojas del árbol más cercano a su casa.

sal del mismo recipiente que la utilizada para cocinar.

unas gotas de aceite de romero.

ralladura de algunas verduras.

Estos tarros son, generalmente, enterrados en la línea que separa la playa de las ciudades y simbolizan la gratitud de los oferentes con la naturaleza, tanto con aquella cercana a sus hogares como con aquella más hostil o árida.

Una corona de sangre y rosas: el loreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora