Hastel y Máron corrían por el pueblo, en su cuerpo se podía visualizar la fatiga acumulada de ocho horas de entrenamiento, lo cual se había invertido tres horas corriendo, según el punto de vista de su abuela necesitaban más resistencia, tal vez los cambios no aparezcan mañana, pero esto seguro les servirá con el tiempo.
Todos los saludaban cuando tenían la oportunidad de verlos pasar, todos les deseaban suerte en su viaje, algunos más agradecidos les regalaban lo que poseían a su alcance.
Maron deja corriendo solo a Hastel, afloja el paso para que el cansancio que lleva acumulado no lo deje ver que se alejaba de su lado, una vez tomada la distancia necesaria para perderla de vista corre hacia el descampado, así tenía la oportunidad de no ser encontrada o poder tomarse un descanso hasta que la vuelvan a hayar.
Se para en un lugar alto, desde ahí se lograba ver todo el pueblo, con la ayuda de la puesta de sol se pone nostálgica recordando el día que llegó, cuando se hizo maestra de aquellos niños y las amistades que logró hacer, lo cómoda que se logró sentir y el cariño que tomó a cada habitante/rincón de este pueblo, su cuerpo quería expresar la nostalgia que estaba cargando, su corazón desagotaba su carga emocional mediante pequeñas lágrimas que no tenían la oportunidad se rozar su mejilla, ella se pasaba la mano sobre sus ojos queriendo parar aquella emoción que la estorbaba.
Ella se asusta al sentir que alguien posa su mano sobre su hombro, se exalta ya que estaba centrada en callar aquella emoción.
—Máron.
Al girar ve que era Eslley, su amigo de la infancia.
—Discúlpame, no te quise saludar.
—Dios, casi me muero imbécil.
—Lo siento. Te traje comida.
Saca de un pequeño bolso de cuero un plato lleno de comida, al observalo se veía el vapor que enmanaba.
—¿Para mí?.
Él afirma aquella inquietud con un movimiento de cabeza mientras extendía sobre el césped una manta, acomoda todo lo que había traído para el disfrute de Máron.
—Por favor, toma asiento.
Ella se sienta tímidamente ya que estaba cegada con la cantidad de platos posados sobre la manta.
—Muchas gracias por la comida.
Comenzaba el disfrute de todo lo que había llevado.
—No te preocupes, no hace falta que me agradezcas cada vez que te doy comida.
—Claro que si, no cualquiera te da comida, por eso agradezco a todos quienes me regalan comida, más si se toman el tiempo de cocinar.
—Me gusta hacerlo, más si es para ti, me gusta verte sastifecha.
—Siempre le das en el clavo, me encanta que me des lo que me gusta, eres sorprendente.
Él se queda en silencio para no molestarla mientras come, es así durante varios minutos hasta que una duda le surge.
—Vi a tu hermano corriendo en la ciudad cuando venia hacia aqui, se lo veía muy cansado.
—Wow, todavía sigue corriendo.
—¿Porque esta corriendo?.
—Es un entrenamiento de mi abuela.
—¿Para que? ¿Para entrar a Kolizco?.
—No, no aguantariamos nada en ese torneo. Es por que nos vamos a Fáttima, logramos entrar a Melisma.
Se para exaltado con una sonrisa gigante, en su rostro se notaba que no podía creer lo que escuchaban sus oídos, se tira arriba de ella mientras se ríe, la abraza con fuerza, ella logra contagiarse de su gracia y lo imita por unos cortos, luego vuelve a comer, mientras él no la soltaba.
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Gedymo - En La Última Página De Ayru
FantasyHastel y maron deben irse de la comodidad y tranquilidad de su pueblo para ingresar en la más prestigiosa academia de magia, pero nada será como ellos creían, deberán ocultar su raza para mantener su supervivencia y demostrar que apesar de ser difer...