Sonrío como un completo idiota viendo a mi mejor amiga feliz de estar en compañía de su madre.
Tiene una expresión que le ilumina el rostro y es digna de conservar en la memoria, en ese lugar cálido y especial de ella. Hace dos años, esa sonrisa no estaba ahí, la había perdido y cuando pierdes algo que adoras mucho, es ahí que descubres su verdadero valor para ti. Entonces empiezas a apreciarlo más cuando se te devuelve.
Y es que esa mueca suya es tan distinta a otras, es feliz, muy feliz. Aún recuerdo con claridad la tarde en que Ava y yo nos conocimos en el CallyCafé por la presentación de Evan, ella fue un momento de paz para mí yo de siete años. Sus palabras dudo que las llegue a olvidar.
«Puede ser difícil, pero en momentos como este, mi amigo Timón siempre dice que hay que dejar atrasado el pasado» también dudo que ella deje de soltar frases de El Rey León para afrontar las situaciones de la vida.
La cuestión es, que verla ahora teniendo una relación tan estrecha, que tenga bromas internas y cosas que solo ellas dos entiendan, hace que quiera ir hacia aquella tarde y darle un abrazo a su pequeña versión que siempre tuvo la razón de mantener la esperanza de que un día conocería a su mami.
Confió ciegamente en una posibilidad que ahora es real.
—Deja la mirada de acosador, Samuel —masculló Evan a mi lado, lanzándome una mirada mortal.
Aparté la vista hacia la mesita de centro, apretando los labios y sintiendo un absurdo sonrojo subir a mis mejillas.
¿Cuándo va a ser el día que Evan no me pille viendo Ava?
—Te vigilo siempre, niño —dijo como si hubiera leído mis pensamientos.
Me tomé muy en serio sus palabras.
—Bueno, Deano —habló la señora Lebreton—, cumpliré mi palabra, dame a mi nieto por las próximas tres semanas.
Gracias a los dioses, Evan dejó de acuchillarme con la mirada (como si yo fuera a hacer algo malo, por favor) y se concentró en su madre.
—A ver si su madre es capaz de soltarlo.
Todos vemos al niño jugando en su zona de juegos haciendo trompetillas que fingen ser el ruido de motor de sus carritos plásticos.
—Ah, mi bebé tiene un bebé —comenta ella, ladeando una sonrisa—. ¿Cómo pasó?
—Evan no sé cuidó —se rió Ava, risa que me contagió.
Él la miró serio.
—Graciosa.
—¿A que sí?
La madre de ellos meneó la cabeza.
—Oh mes enfants —abraza a Ava por los hombros y deja un beso en su sien. Esa acción me recordó a mi propia madre cuando le dan ataques de melancolía al verme jugar videojuegos en la sala—, Ne grandissez plus, s'il vous plaît.
Jamás voy a entender el francés, de verdad.
—C'est un peu compliqué, maman —respondió Ava con tanta naturalidad, sigo preguntándome cómo es que domina tan bien el idioma.
—Trop compliqué —agrega Evan.
Volví a sentirme como la quinta rueda sobrante.
Es que de verdad no debería estar aquí, por mucho que me hayan recibido en la familia Ross, esto de ahora es un momento íntimo entre madre he hijos, la situación no pinta como para incluirme.
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Te Elegí A Ti [Loved #3]
Teen FictionHay momentos en dónde estás arriba y otros dónde estás abajo, y unos pocos dónde solo estás en el medio. Ella conocía lo que era estar abajo, muy, muy abajo, pero también sabía lo que era estar arriba, ahí en esa cima en la que le costó mucho subir...