En este momento, no solo yo me siento incómodo.
Ya habíamos llegado a la casa de Ava, donde se encontraba su padre a causa de su día libre, el señor Ross se quedó de piedra con la boca abierta boqueando como pez tan solo vio a la señora Christina, quien le dijo algo en francés que claro no emtendí antes de irlo a abrazar.
Y ahí han estado, desde los últimos cinco minutos.
Ava juguetea con sus pies, también con el dije del collar que siempre lleva puesto, mientras tanto yo paseo la vista por todos lados, viendo la decoración una y otra vez.
Ese posavaso estaba cool... Oh, vaya, igual de cool que el cuadro torcido al fondo de la sala.
A mis pies, Aska chilló por lo bajo cubriéndose los ojos con las patas. Hasta él siente la incomodidad.
—Que... que sorpresa, Christina —balbucea el señor Ross, separándose por poco—. No pensé que llegarías hoy.
Ella le sonríe culpable.
—Quería sorprenderlos.
—Pues vaya, vaya que sí.
Los papás de Ava se miran de una manera que incluso hasta el más ciego se daría cuenta que aún hay amor ahí. Una de las cosas que más admiro de ellos es que por muchas cosas difíciles que hayan pasado, al igual que los años, ellos se siguen amando. No lo demuestran, pero por la forma en que se miran, es algo demasiado obvio.
Es una forma incondicional de amar que ni Evan y Bea tienen, eso es de admirar.
—Eh... mejor vamos afuera —sugiere Ava, asentí de acuerdo yendo tras ella, no quería seguir allí dentro con toda ese ambiente flotando a nuestro alrededor. Salimos de la casa tratando de no hacer ruido—. No entiendo por qué no se dicen que se aman, ¡Se les nota en todo!
Nos sentamos en el primer peldaño de la escalinata con mi perro en medio. Aska parece aburrido, de seguro esperaba que esta salida era para ir al parque a jugar.
—No lo sé, Ava —respondí acariciando detrás de las orejas de mi mascota—, eso es obvio, no hay que negarlo. Quizá... las cosas no son tan fáciles para ellos como antes.
Ella echa un suspiro triste al aire por la nariz, empieza a darle caricias a Aska en la otra oreja, este canino astuto aprovechó el momento de caricias para ponerse panza arriba y que los mimos fueran dirigidos a su punto favorito, su barriga.
Ava sonrió, complaciendolo.
—Me gustaría verlos un día juntos —admitió ahí en lo bajo—, verlos juguetear en la cocina mientras preparan el desayuno, hablar en la sala de noche, verlos bailar una de esas canciones viejitas —sonríe, quizá imaginado esos escenarios—, me gustaría ver eso.
—Mis papás hacen esas cosas —comenté, pensando en las tantas noches que los ví desde las escaleras junto a Sakari bailar en la sala como una pareja adolescente a la melodía lenta de Can't Help Falling In Love de Elvis Presle, la canción que bailaron en su boda.
—Por eso lo digo, son cosas que hacen los papás.
—Puede que algún día.
—Ojalá —medio sonríe, dandole un toque en la nariz a Aska que lo hizo estornudar.
Nos quedamos un buen rato sentados en la escalinata de su pórtico dándole mimos a mi perro y viendo la calle vacía frente a nosotros. El clima estaba perfecto, ni muy caluroso y ni muy frío, la temperatura ideal.
La brisa de esa media tarde trae hacia mí el aroma que Ava despide: chocolate. Desde que somos niños ese es un olor que la caracteriza, de pequeño pensaba que se debía a que ella es muy dulce y que su aroma lo manifestaba, lo sé, una bobería. De todas formas es una cosa agradable al olfato, y cuando es otra fuente que trae ese dulce olor a mí, mi cerebro no puede pensar en otra persona que no sea ella. Se ha vuelto una acción reflejo.
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Te Elegí A Ti [Loved #3]
Teen FictionHay momentos en dónde estás arriba y otros dónde estás abajo, y unos pocos dónde solo estás en el medio. Ella conocía lo que era estar abajo, muy, muy abajo, pero también sabía lo que era estar arriba, ahí en esa cima en la que le costó mucho subir...