María decidió confiar en Esteban y...

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¡Bonjour!

¡Buena lectura!

- Tengo miedo de denunciarlo y que al poco tiempo lo dejen en libertad -confesó temblorosa.

Esteban apretó la mandíbula al oír el temor de la mujer, ya que su angustia era plenamente justificada.

El delegado y el prefecto de la ciudad no se caracterizaban por cumplir a cabalidad su trabajo.

Aunque el pueblo de Buenaventura era en general tranquilo, existían personas como Servando Maldonado que no perdían tiempo para molestar y acosar a muchachitas.

Tras una larga charla con Esteban y Benjamín, estos lograron persuadir a María.

Bastó una llamada de Esteban al delegado para que en cuestión de una hora, Bruno se encontrara tras las rejas.

María tuvo que ir a declarar para que se labrara un acta y el delegado, viendóse bajo la presión de un hombre tan importante como Esteban Albuquerque, aseguró que el padre de  María pagaría por su delito y nunca más volvería a dañar a la indefensa mujer.

Claro, que del dicho al hecho, hay mucho trecho...

Tras hacerse el procedimiento pertinente y encontrarse cara a cara con su hija. Bruno le prometió que si salía en libertad María se arrepentiría de lo que acababa de hacer.

En ningún momento el hombre se mostró arrepentido, es más, hasta se jactaba de saber como se debe tratar a una mujer.

- Se las tienen que tener con las riendas cortas para que no se revelen -mencionó, haciendo alusión de que a los golpes las mujeres se comportaban mejor.

María sintió náuseas al imaginar que la vida de su madre fue tan horrible al lado de Bruno.

Su corazón se hizo añicos al pensar en lo difícil que habrá sido el matrimonio entre estos y como la familia desconocía el infierno en el que vivía.

De seguro ocultaba su realidad ante los ojos de todos, se dijo a sí misma, a sabiendas de que ella hizo lo mismo.

Mas tarde, María volvió feliz a su casa, esa noche se encargó de limpiar y tirar las pocas pertenencias de Bruno. Entre ellas habían más botellas de alcohol que otras cosas.

Suspiró sintiéndose libre, creyendo que nunca más sufriría un maltrato y daño que no merecía.

Salió al patio de la propiedad para sentarse y contemplar el atardecer.

Unas lágrimas de felicidad se deslizaron por sus mejillas al verse conmovida por la bella escena que contemplaban sus ojos.

Al final de todo, que Bruno haya regresado no era tan malo... Ahora tenía una casa, solo le faltaba encontrar la manera de ganar dinero para mantenerse y sería una mujer complemente independiente.

Se puso de pie para volver al interior de su hogar, cuando llegó al umbral a lo lejos escuchó un ruido que parecía ser el de un automóvil. Curiosa se quedó en la puerta de la entrada para observar de que se trataba.

Parecía ser el vehículo de Don Esteban y lo confirmó cuando minutos después, el dueño de la fábrica de chocolates descendió de este.

- Buenas noches -saludó caballeroso y sonriente.

- Buenas noches, Don Esteban -saludó algo nerviosa.

María lo invitó a pasar y el hombre accedió.

- Tuve que indagar mucho para llegar hasta ti -informó mientras tomaba asiento- no me he quedado tranquilo luego de que te marcharas de la delegación.

MI POESÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora