Capitulo III

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Sergio entró en el amplio vestíbulo detrás de Kelly y dejó escapar una exclamación. Desde luego no había esperado que su nueva dirección fuera un ático con vistas a las playas de Monte Carlo y al famoso puerto desde unos ventanales que llegaban hasta el techo.

El salón estaba decorado en colores neutrales: beige, crema, gris y blanco, con algún toque de color. Los muebles eran elegantes y, evidentemente, de muy buena calidad; incluso había un piano. Pero no parecía que allí viviera alguien. En realidad. Todo era tan frío como el vestíbulo de mármol.

–¿De quién es este ático?– preguntó Sergio. Y le pareció que la pregunta hacia eco por todo el vestíbulo.
–Del señor Verstappen. Es su casa–Contestó Kelly, levantándo los ojos al cielo.
–¿Él  vive aquí?

Eso si era una sorpresa. Max tenía una personalidad tan imponente que habría esperado encontrar su impronta en todas partes.

–Desde su divorcio– añadió la secretaria, levantándo una ceja–¿Qué ocurre? ¿No le gusta?
–No es eso. Es que me parece un poco... impersonal–Suspiro Sergio. Sí,  esa era la palabra. Parecía más un piso piloto que un sitio en el que viviera alguien–Ni siquiera hay fotografías.
–El señor Verstappen no es del tipo sentimental.

Sergio no estaba del todo de acuerdo. Tenía una fotografía de Charles en la oficina y también recordaba haber visto una de una pareja mayor, seguramente sus padres. Y luego estaban las flores que le había enviado al hospital y así se lo dijo Kelly.

–No sea ingenuo, joven Pérez, las apariencias son importantes para una persona en la posición del señor Verstappen. Se han tomado precauciones en caso de que la prensa descubra algo sobre usted y sobre... su situación. De ahí las flores–Kelly bajo la mirada– Y la ropa se compraron en caso de que alguien le hiciera una fotografía saliendo del hospital. El señor Verstappen está tratando de controlar los posibles les daños.
¿Los posibles daños?

Sergio sintió como si le hubieran hechado un balde de agua fría, pero antes de que pudiera decir algo Kelly  paso a su lado, con sus zapatos de tacón repiqueteando sobre el suelo de mármol, y no tuvo más remedio que ir tras ella.

–La despensa esta bien provisionada y la nevera también–dijo la joven abriendo un moderno refrigerador con doble puerta de acero. Los estantes llenos de leche, queso, huevos, mantequilla, embutidos, frutas y verduras–Viene una señora de la limpieza, Pascale, dos veces a la semana para arreglar la casa y hacer la lavandería. Ah, y también se encarga de hacer las compras.

–¿Dónde se aloja ahora el señor Verstappen?
–Sus padres estarán fuera del país durante todo el verano, de modo que se ha mudado a la residencia de La Rousse. De ese modo tardará mucho más en llegar a la oficina cada mañana, pero ha debido pensar que usted estaría más cómodo aquí que en un hotel.

Parte del enfado de Sergio se disipo. Sí estaría mucho más cómodo allí, desde luego, pero no le gustaba haberlo obligado a dejar su ático e interrumpir su rutina diaria. Lo llamaría cuando se fuera Kelly y tal vez podrían encontrar otra solución.

–El conserje se encarga de que nadie moleste al señor Verstappen y se encargará también de que no puedan entrar periodistas.
Ah, si 《Los posibles daños》

Emmily se movió entonces y Sergio se la colocó al hombro, quitandole el gorrito de algodón.
–Hola, dormilona¿Por fin te has despertado?–Murmuró dándole un beso en la frente.
Kelly miro a la bebé, pero en lugar de suavizarse su expresión se endureció.

–¿Le gustaría tener hijos algún día?
La secretaria arrugó la nariz.
–No,no, por favor. Aunque supongo que quedarse embarazado "accidentalmente" puede acabar siendo una manera de ganarse la vida.
Sergio se quedó de piedra.
–¿Qué quiere decir con eso?
–Mire a su alrededor y se dará cuenta.

Bebé por sorpresa.  ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora