Bebé por sorpresa. ❉

Capítulo VII

A la semana siguiente, Sergio llevó a la pobre Emmily a la mitad de tiendas de Montecarlo, buscando un atuendo adecuado para su reunión con los Verstappen. No tenía nada en el armario que pudiera servir.

Bueno, salvo el conjunto que Kelly le había comprado para él,  antes de salir del hospital en caso de que le hicieran una fotografía y al que tenía cierta aversión.

Además, había adelgazado y quería aprovechar estar guapo. Por supuesto, le debía su nueva figura al ejercicio. No al ejercicio de ponerse un pants y salir a correr por el parque, si no a las prisas y agobios de ser un padre soltero y trabajador cuyo coche había decidido morirse de repente.

Su coche, un viejo cacharro, estaba en las últimas. Normalmente volvía a arrancar después de varios intentos, pero aquel día se había quedado profusamente antes de emitir una especie de suspiro. Ahora estaba en el taller, siendo arreglado por un mecánico llamado Logan, y que Sergio esperaba no hinchase la factura solo por que era un auto viejo.

Pero ahora tenía cosas más importantes de las que preocuparse, como por ejemplo que iba a ponerse para conocer a los padres del padre de su hija.

Una de las profesoras del Centro cultural le habían regalado un vestido precioso para Emmily pero encontrar algo para él resultaba más difícil.

Lo único que sabía, tras su breve conversación con Max  era que sus padres lo esperaban a la una del sábado en su casa de La Rousse. El almuerzo sería servido en el jardín.

Si el tiempo lo permitía, pero dudaba que fuerana  sentarse sobre  una manta para comer perritos calientes. No, seguramente los Verstappen servían esos sándwiches diminutos rellenos de lechuga, brotes de alfalfa, berros o esas cosas.

 —Me parece que no me gustan los berros  —Murmuró mientras veía unas camisas de alguna tienda que ya no recordaba el nombre.

Era la tercera tienda que visitaba aquel día y la última, por que tenía que ir al Centro Cultural. Sin el coche, Emmily y él tendrían que tomar el tren y luego un autobús para llegar allí.
Por fin Sergio había sacado una camisa color ocre y, colocándose la percha bajo la barbilla, le pregunto a Emmily:

 —¿Qué te parece esta a mitad de precio? Esta a mitad de precio.
La niña bostezo profundamente antes de apretar los labios, claramente desinteresada.
 —Tienes razón, el color no me queda muy bien.

Suspirando, volvió a dejar a dejarla en su sitio. Otras dos horas perdidas. O tal vez no, pensó al ver un hermoso conjunto casual de color beige. La tela se veía fresca y la chaqueta de cuello mandarín iría bien con su curvas post embarazo, la camisa color azul cerúleo era perfecta y sabia que iba muy bien con su tono de piel. Empujando la carriola de Emmily hacia el maniquí, Sergio contuvo el aliento al ver la etiqueta del precio.

 —Dios mio...bueno de todas maneras, seguro que no lo tienen en mi talla.
Lo tenían.
 —Seguramente no me quedara bien.
No solo le quedaba bien, le quedaba fabuloso. Incluso Emmily dejo escapar un grito cuando se lo probó. Claro que su exuberancia podía ser resultado de los gases porque poco después dejo escapar un eructo.

—¿Qué tal? —Le pregunto la dependienta de la tienda desde el otro lado de la puerta.
 —Genial, me encanta, pero tengo un problema —Contesto Sergio —Necesito zapatos.

Termino saliendo de los grandes almacenes con el traje, unos zapatos y una cita en la peluquería para el día siguiente. Ni siquiera iba a pensar en el dinero que había cargado a su tarjeta de crédito que guardaba para emergencias.

Pero esa noche mientras Emmily dormía en su cuna, Sergio estaba en la cocina tomando un té y comprobando el estado de su cuenta corriente. Cuando llego a casa tenía un mensaje del taller para decirle que la reparación iba a costarle un poco menos que el dinero que se había gastado en los grandes almacenes, de modo que tendría que volver a ocupar su tarjeta de crédito.