Mi querida Soledad

5 0 0
                                    

Ella siempre ha estado a mi lado, caminando sobre mis talones, flotando por los aires sujetada por un delgado hilo enroscado en mis dedos; aferrada. Nunca he sido capaz de vislumbrar mi vida sin ella, y lo más probable es que sería mucho mas feliz de lo que estoy ahora. Pero no puedo abandonarla.

La lluvia cae sobre mis hombros, y siempre termina resbalándose hacia mis anchos brazos; pegajosa, cómo la Soledad que me alberga, la misma que me acobija en momentos lúgubres, la misma que ahuyenta mi felicidad pero que corrompe mi angustia. La misma que me ha acompañado desde mi nacimiento. Mi querida Soledad, que sería de mí sin ti.

Camino por las calles húmedas y vacías, con un sentimiento fúnebre que pesaba en mi pecho. Sentía como el yunque de mis penas hacía que mis piernas flaquearan conforme avanzaba por la acera. Y fue en ese momento cuando la ví, justo delante de mí, llorando junto con la lluvia, frente a una ventana rota. Se veía preciosa, como siempre, dejando caer desde sus ojos la cascada de murria que yacía en el fondo de su alma.  No quería ser consolada, ya que ella era pura y deslumbrante Soledad.

Mi mirada no se podía apartar de su rostro, pálido y flácido, con un toque carmesí en sus pómulos y en la punta de su nariz. Se veía más encantadora que nunca, mientras flotaba en el mar de la melancolía y emprendía el viaje de su oscuro augurio. Ay, mi querida Soledad, ¿cuándo dejarás de perseguirme? Me preguntaba a mi misma frente al espejo de la realidad, con el rostro aguado por mis lágrimas, que flotaban por la habitación que yo llamaba vida. No había escapatoria de ella, nunca la hubo y nunca la habrá, porque cuando ella te elige, en Soledad te convertirás.

Fragmentos de una mente putrefactaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora