3. Tinta oculta.

50 33 3
                                    

—Quiero que nos llevemos bien así que no uses sarcasmo. Lo odio.

Dijo, a centímetros de distancia y mirándome fijamente.

Sonreí.

—Mi sarcarmo es mi forma de caerle bien a la gente —contraataqué usando sus mismas palabras.

Sus ojos comenzaron a teñirse de rojo, pero no lo suficiente como para que alguien que no sea yo lo note.

Modestia aparte, soy muy buena observadora. Me gusta fijarme en los pequeños detalles ya que considero que son los más importantes. A veces no los noto al instante pero tarde o temprano acabo dándome cuenta de su existencia.

Lentamente sus ojos volvieron a ser naranjas. Quizás cambian de color dependiendo de sus emociones, no lo sé.

Rowen murmuró algo que no pude escuchar bien, sin embargo estoy segura de que dijo mi nombre.

—¿Qué me dijiste Rowen?

—Nada, olvídalo.

Enserio detesto cuando me dejan con la duda. Estaba a punto de preguntarle de nuevo pero algo me dijo que no iba a contestarme y que solo perdería mi tiempo.

—Oye, Elaine...

¿Elaine?

—Me llamo Evelyn, Frederick.

—Oh, sí, como digas Emilia.

Hize una mueca por segunda vez en el día. ¿Emilia? Nadie nunca había tenido tantos problemas para aprenderse mi nombre.

—E V E L Y N —deletreé— o Eevee, si lo prefieres, se pronuncia Ivi.

—¿Cómo el pokémon?

—Si Kian, cómo el pokémon... ¿Qué me ibas a decir Frederick?

—Que es momento de que te muestre tu habitación.

—¿Habitación? Pero... ¿Para qué? ¿Es que tengo que quedarme en este lugar?

Rowen miró a Frederick con mala cara.

—¿No se lo habías dicho?

Él soltó una risita nerviosa.

—Creo que lo olvidé.

—Sí, ya me di cuenta —dijo el pelirrojo con fastidio—. Tendré que explicárselo yo entonces —me miró—. Verás Evelyn, no sabes en dónde te has metido al robar el libro...

—Yo no lo robé —le interrumpí—, solo lo...

—¿Tomaste prestado?

Asentí.

—Así no funcionan las cosas de dónde venimos preciosa.

Fruncí el ceño.

—¿Acabas de llamarme preciosa?

—Sí ¿no lo escuchaste?... Como te decía, tenemos ciertas reglas. Cuando un humono...

—Humano —corregí.

—Vale, cuando un humano toma, roba, o como quieras llamarlo, uno de los objetos relacionados con nosotros debemoss eliminarlo.

—¿Eliminan el objeto?

Me arrepentí de preguntar, su cara decía a gritos que había eschuchado la mayor estupidez de la historia.

—Eres medio tonta a veces ¿sabes? Por supuesto que no eliminamos al objeto, eliminamos al Invasor, que es el humano que tiene algún contacto con nuestro mundo.

Engaños mortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora