16. Fantasmas en Palafox.

1 1 0
                                    

"¿Puedes recordar quién eras antes de que el mundo te dijera quien debías ser?"

Charles Bukowsky

EVELYN

Iba tarareando una canción de camino a la escuela cuando, después de un mes, ya me sentía lista para volver.

Kian había ido a la ciudad la semana pasada a visitar a su primo. Intenté ir con él, pero Frederick se negó, y aunque discutí muy fuerte con él ese día no logré hacer que cambiara de opinión. Desde entonces no le dirijo la palabra.

Y no me importa que eso sea muy infantil de mi parte.

Voy mirando al suelo, porque aún no sé distinguir a quién debo ver y a quién no. Mi pueblo es grande y hay por lo menos trescientas personas, pero no las conozco a todas.

¿Cómo voy a saber quiénes son los seres humanos y quiénes son los fantasmas?

Rowen me explicó que una forma de saber cuando estaba frente a un fantasma era el hecho de que este no tiene sombra. Gracias a eso desarrollé un profundo terror a los días nublados y las noches. ¿Cómo distinguiré a los fantasmas en esos momentos?

Y no, los fantasmas no flotan como yo solía pensar.

Así que, cuando a mi lado pase alguien, pero no le vea la sombra, no debo verlo a los ojos, aunque me maten las ganas de hacerlo.

Llegué a la escuela. En los escalones del frente había una niña llorando. Me le acerqué para preguntarle qué le ocurrirá.

Por suerte noté a tiempo que no tenía sombra. Corrí escaleras arriba y no me detuve hasta llegar a la puerta abierta de mi salón de clases. No me importó que todos los profesores y los pocos alumnos que se encontraban en el pasillo me miraran como si estuviera loca.

Entré al salón y me senté en uno de los asientos del final. Era temprano, así que solo había un chico dormido en su puesto.

Saqué mi teléfono de mi mochila y abrí uno de mis juegos favoritos: Pokémon Esmeralda. Ya lo había ganado muchas veces, y no tenía edad para seguir jugándolo, pero lo adoraba así que nunca me había atrevido a desinstalarlo.

Alguien se sentó frente a mí.

—Buenos días, Evelyn —me saludó Arlo. Deje de jugar para devolverle el saludo.

—Buenos días. No recordaba que ahora tocara literatura.

Sonrió.

—Esa no es la única asignatura que compartimos.

—Oh, es cierto.

—Hoy te ves bien —sentí que mis mejillas se calentaron ante esas palabras—. Pareces un ángel caído del cielo.

—Ehhhh, gracias... ¿acabas de llamarme Lucifer?

Su expresión pasó de una alegre a una confundida, y por último a una avergonzada. Dio un pequeño salto en la silla.

—No fue mi intención, lo juro.

Reí.

—Lo sé. Solo te lo lo dije para que te avergonzaras —le respondí con las misma palabras que él utilizó cuando nos conocimos.

—Tú si que pagas con la misma moneda ¿eh?

Asentí.

—Es mi don.

Él se sentó correctamente en su asiento sonriendo y yo seguí jugando en mi teléfono.

El salón comenzó a llenarse lentamente.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 10 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Engaños mortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora