Daniel Humphrey.
Blair Cornelia Waldorf había estado en mi mente desde que se fue con Charles Bass a pasar su vida juntos. La última vez que la ví fue aquel día en el que, debajo de un hermoso vestido que resaltaba su exótico cuerpo, dijo que sí al matrimonio con Chuck Bass.
Recuerdo haber deseado con todas mis fuerzas que el casamiento se detuviera, que ella o un tercero lo hagan, porque, maldita sea, me estaba destruyendo por dentro al verla con alguien más.No me importaba Chuck, no lo quería cerca de Blair luego de saber lo mucho que la hirió, pero ella lo amaba tanto como yo a ella, y no podía ser egoista. Quería verla feliz. No quería ser un impedimento ni un estorbo en la vida de Blair, quería que brillara como la joya que era.
Quizás Chuck podría ver el destello que ella dejaba al caminar. Porque yo lo hacía, porque la persona a su lado debía hacerlo.
Recuerdo que el día de su boda le compré flores, se las quería dar deseando que ella pueda leer en mis ojos que yo la amaba, que siempre lo haría, ya que de mis labios no saldría tal confesión. No podía ser así de indiscreto y ponerla en una posición tan incómoda.No le di las flores.
Se las di a Serena. No pensaba tirarlas, eran hermosas, y Serena sin duda las merecía.
La vi irse, yo retrocedí varios pasos sin quitarle la mirada de encima. Ella no volteó a verme, y yo estaba como idiota deseando que lo haga. Me di la vuelta y salí de allí hasta mi auto. Agarré el volante con fuerza apenas me subí, me dolía la garganta, el pecho, el corazón.
Luego de eso, no la vi más, solo una vez cuando descubrieron que yo era la mismísima Gossip Girl, pero después fue como un fantasma. No sé como pude contenerme a llamarla, a visitarla.
Pero ahora, ella estaba enfrente mío, sujetando mi mano fuertemente, clavándome la mirada con una expresión imperativa y a su vez dolorosa. Sus cejas se arrugaban por segundos, y sus ojos lucían confundidos, como si ni ella misma supiera nada de lo que le ocurría.
-¿Qué haces aquí?- No sé ni como artículé tal pregunta. Fue como si me hubiese olvidado de como hablar.
-No te vayas-. Miré su delicada mano presionando la misma, y volví a su rostro. Esto estaba mal, no había chances de que eso acabara bien.
-Blair, ¿qué sucede?- Pregunté más seriamente torciendo un poco la cabeza y acercándome más a la mujer enfrente mío.
-Dan, por el amor de Dios, no te vayas-. Me ordenó apretando más mi mano, al punto de que aunque el frío me quitara todo tipo de sensibilidad, me comenzó a doler.
-Debo hacerlo, Blair. El avión está esperando-. Respondí señalándole al personal de la aerolínea. Ellos nos miraban molestos.
-¿Y qué? Ellos no te importan. Yo sí-. Suspiré. Tenía razón.
-Solo dime que es lo que ocurre-. Exigí algo desesperado al ver como comenzaba a venir gente de seguridad detrás de Blair.
-Te necesito-. Dijo en un hilo de voz, y ahí fue cuando lo ví claramente.
No estábamos hablando de cualquier mujer, estábamos hablando de Blair Cornelia Waldorf, la mujer más poderosa, hermosa y orgullosa que había en mi vida. Ella jamás le rogaría a nadie por ayuda, ella rompería malezas y despejaría su propio camino.
Si Blair vino hasta aquí, no la dejaría irse. No de nuevo.
-Iré a buscar mi equipaje. No subiré al avión, señores-. Hablé con voz fuerte y clara para que me escuchen. Bajé de las escaleras después de Blair e hice todo para terminar rápido.
Ahora el tema era, ¿había hecho lo correcto?
Me devolvieron el dinero del pasaje y mientras lo contaba, Blair iba delante mío, ignorándome por completo. Intenté adelantar mi paso para estar a su par pero ella seguía volteando la cara, alejándose como si fuera un monstruo. Me enfadé, pero no quise decírselo. Se la notaba afectada.
Hubo un momento en el que Waldorf se detuvo, estaba mirando como un avión despegaba. Fue el único instante en el que pude cortar la distancia y estar a su lado. La observé.
Tenía la piel erizada, su cuerpo temblaba, y sus ojos largaban una cantidad inmensa de lágrimas. Intenté descifrar lo que ocurría, y no fue hasta que vi mas atentamente el avión que lo descubrí.'CB' estaba escrito en el transporte. Las iniciales de Charles Bass.
Volví a mirar a Blair.
-¿Está allí?- Pregunté haciendo referencia a Chuck. Ella me miró por unos segundos, no tuvo que decir nada, era suficiente. Ya tenía mi respuesta.
Blair rompió en llanto y yo la atraje hacia mí. Quería abrazarla y no soltarla jamás. Hundió su cabeza en mi pecho y yo la sujeté por la espalda. Su perfume, su calidez, lo suave que era su piel. La había extrañado tanto.
Le di un beso en la frente. Quizás dos.
Le dije que nos fuéramos de allí, que la acompañaría a su mansión, pero me dijo que su madre ya no vivía allí y que honestamente no quería ir a donde vivía Serena, que ellas dos tuvieron una pelea que no pudieron solucionar.
La invité a Brooklyn y ella accedió.
-Este lugar se siente familiar-. La oí susurrar mientras sostenía su bolso de mano con ambas de ellas. Yo sonreí.
-¿Quieres un café?- Ofrecí.
-No-. Negó, sentándose lenta y delicadamente en mi sofá. Cruzó sus piernas.
-¿Un té?- Ella me miró. No iba a decir que sí, pero supe que le gustó la idea. Me volteé y fui a preparárselo.
Ella apoyó su espalda en el respaldo, cansada. No había agarrado su teléfono, cosa que me pareció inusual. Le serví el té en una bandeja que era de Jenny y me sonrió suavemente.
Me senté a su lado con mi café. Volvió a mirarme, mordió su labio y negó con la cabeza. Yo no entendí, pero ella rio y por reflejo hice lo mismo.
-Tú siempre fuiste tan bueno, Humphrey...- Sonreí con cierto dolor en el pecho. Ella dio algunos sorbos al té y se acostó sobre mí. No sé por cuanto tiempo estuvimos así. Ella abrazándome con su cabeza en la cruz de mi pecho y yo dándole caricias en su cabello. Se movió un poco más, y yo ya me estaba durmiendo con ella. -Tú si eras dulce, tú si me amabas...- Dijo antes de caer en profundo sueño. Yo llegué a oírla.
-Yo te amo-. Reclamé, pero ella no podía oír nada, ya estaba dormida. Suspiré. Yo tampoco podía oír nada. Me había quedado dormido segundos después.
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"Nunca he dejado de amarte, Blair Waldorf" (DAN y BLAIR).
Novela JuvenilDaniel Humphrey siempre supo que su corazón estaba loco por una sola mujer. Pero, a diferencia de todo pronóstico, no era la tan deseada, alabada y envidiada Serena Celia Van Der Woodsen. Su corazón gritaba el nombre de Blair Cornelia Waldorf, la m...