Blanco. Luz. Todo estaba cubierto por una luz blanca. Selina aprieta las sábanas, medias duras, de la cama. Una camilla. Intenta moverse, pero no puede: tiene las piernas entumecidas, sostenidas por algo, y los brazos totalmente paralizados. Apenas puede mover la cabeza. Ve leves sombras merodear, e intenta hablarles, pero de su boca solo sale un grito tan alto que le desgarro la garganta. Selina intenta buscar algo que le diga que es lo que pasa, pero es interrumpida por un dolor.
Fue la cosa más dolorosa que sintió en toda su vida. Empezó en la parte baja del estómago, intentaba empujar "eso" hacia afuera. Era como sacarse un riñón solo por voluntad. Pero un millón de veces peor, como intentar expulsar el corazón. Era como abrir todo tu cuerpo y exponer todos tus órganos, todos tus tejidos, tus huesos y tus vísceras al aire. Era como permitir que todo el mundo vea lo que guardaste por tanto tiempo, eso que dejaste crecer, eso que cultivaste para amar. Eso le duele, le arde, le quema, y la lastima. Selina apenas puede abrir los ojos, el brillo de la habitación aun le impide ver. Algo le agarra la mano izquierda, y sin pensarlo de verdad, aprieta firme.
El dolor intenso sigue golpeando su abdomen, y baja a la parte de la entrepierna. Ella vuelve a gritar, incluso más fuerte que antes. "Eso" por fin esta por salir. Selina puja todo lo que puede, y mientras "eso" sale de a poco, siente como el ardor se extiende a todo su cuerpo, un incendio que no se compara con nada más, el infierno es solo un cuento. Unas manos la agarran de las rodillas, intentan abrirla todavía más. El corazón se le está escapando, y lo único que ella quiere es abrazarlo. A Selina se le va el corazón, se va, se va, se va... Y se fue, dejándola vacía, sola. Por fin, hay algo que se escucha: un llanto, agudo, hermoso, una alarma divina, y algo se le enciende en el cuerpo. ¿Es ese su corazón? Un llamado que moviliza todo su ser, y siente algo nuevo: alegría. Ella quiere levantarse, intenta buscarlo, mira hacia todos lados, las sombras se mueven, pero ninguna le trae su corazón. Escucha un carraspeo, y oye, lejana, una voz que dice:
—Felicidades. Es un varón.
¿Varón?
—Seli... ¿E'cuchaste? Un varón —Esa voz, ella la conoce perfectamente. ¿Julián? Ella no lo busca, porque sabe que siempre está al lado suyo.
—Siempre quise un varón... —sonríe Selina. La voz cansada de tanto gritar.
La sombra a su lado se empieza a acercar, y se por fin lo puede distinguir: los hombros anchos, los pómulos grandes, y esa sonrisa enorme que le tapaba los ojos. El chico, bueno, el hombre, sostiene el sonido del llanto en los brazos, intentando acunarlo. Ahí está el, su corazón, la mezcla divina de Julián y Selina. Eso que soñó desde niña, eso por lo que dejaría todo.
Julián estaba distinto, más crecido. Una barba leve adornaba su cara y tenía varias líneas a los costados de los ojos. Julián se sigue acercando, y ella tira los brazos, quiere abrazarlo, besarlo, amarlo hasta que se derrita y vuelvan a ser uno. Esta tan cerca que puede sentir su calor, va a poder calmar el llanto y acunar el cuerpecito que tanto deseo. Está por verlo, por descubrirlo, por conocerlo.
—Cristian...
Eso fue lo último que pudo decir Selina. Ella abre los ojos, estaba en su cama, envuelta en los brazos de alguien y lo único que escucha son los ronquidos de un hombre. Intenta encontrarse, y de repente, siente un vacío en el estómago. Desesperada, dirige una mano hacia ahí, pero no siente nada. No hay dolor, ni quemazón, ni incomodidad. Nada. Selina no estuvo embarazada, ni lo estará, nunca. Por mucho que apriete, es una búsqueda inútil.
Cuando deja de buscar, dirige la mirada hacia los brazos que la sostenían. Julián estaba ahí, a su lado, como esperaba que este siempre. Joven, los veintidós años no le permite tener ni un tipo de arruga. Selina se le queda mirando, y no puede evitar preguntarse, ¿si ellos pudiesen... cómo sería? Levanta un poco la mano, acercándola al rostro del chico, pero no se anima a tocarlo. ¿Julián se vería como en si sueño? Esa barba corta le quedaba tan bien... ¿Cómo se vería ella si envejeciera con él? No puede evitar caer en comparaciones burdas, y recuerda a uno de sus personajes favoritos: Rosalie Hale. La vampira soñaba con lo mismo. Envejecer con la persona que amaba. Tener hijos. Una cabaña alejada, sentados en el patio, encanecidos mirando a sus nietos jugar.

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Labios Compartidos - Julián Álvarez
Teen FictionDonde Julián se enamora de una chica trans. Donde no quiere compartir sus labios, donde la amaría incluso compartida, donde la ama con toda su fe.