Capítulo 3: Alix

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N/A: No sé si la primera escena os parecerá triste o escalofriante. No os diré cual era mi intención, pero si sois de miedo fácil, ya estáis avisados.
Ya sabéis que la época de exámenes es muy larga, pues lo es aún más en el último curso. No sé si me creeréis si os digo que no he tenido vacaciones, pero es verdad.
Me gustaría preguntaros algo. He estado pensando en la posibilidad de hacer capítulos desde el punto de vista de los chicos. Serían pocos y sólo cuando a mí me parezcan necesarios. ¿Qué pensáis? Os aviso de que no sé cómo me saldrán. Soy una chica y la idea de escribir el punto de vista de un chico me parece difícil. Además, de que podría hacer spoilers de ciertas cosas, pero si intento hacer un misterio de manera forzada puede que quede extraño.

Muchas gracias a Katherine por haber ayudado hasta este capítulo. Por desgracia, no podrá seguir ayudándome. Intentaré seguir sola, pero sería genial si alguien quisiera ser mi lector beta.

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– Vamos, Alix, despiértate. – ordena mi madre mientras da fuertes golpes en la puerta.

Estoy tumbada en mi cama, mirando al techo. He intentando dormirme de nuevo, pero no puedo. Llevo oyéndola desde hace por lo menos media hora. Ahora son las seis de la mañana.

– ¿Puedo hacer algo para no oírla? – pregunto a Fluff.

No me gusta ver vídeos ni fotos de ella, sólo me hace sentir mal. Es una decisión que he tomado pensando en mí, y en todos. No puedo luchar si mi estado mental es malo. No puedo salvar gente si estoy débil.

Fluff niega con la cabeza.

– Te dije que no te arriesgaras más. Sabías que ibas a tener más alucinaciones por la mezcla de líneas temporales.

– Y por eso no vi el futuro, a pesar de que realmente quería hacerlo.

– No deberías haberlo hecho.

No podía evitarlo. Después de lo que pasó con Martin, tenía que asegurarme de que Adrien no era como su padre. Y no, no es un violador ni ayuda a violadores, al menos en las líneas temporales más cercanas.

Mi madre abre la puerta y entra.

Es como si fuera un fantasma, pero lo único que la hace fantasmagórica es que yo sé que no es real, que no está aquí, que no está viva, que ningún otro humano más la ve.

Es como cualquier otra persona, con expresiones suaves y movimiento fluido. No es etérea, no es exagerada. Está aquí.

Con otras alucinaciones había algo que me mostraba que no eran reales, un parpadeo que mostraba la realidad a momentos, una luz equivocada, una duración más corta. Algo.

Sin embargo, ella es tan real.

Se para junto a mi cama y hace un gesto como si fuera a destaparme. Lo hago yo misma, ella no puede hacerlo.

– Arriba.

Se vuelve a mover como si estuviera levantando a mi otra yo a la fuerza. Tengo la capacidad de sentirla, así que actúo como si fuera mi otra yo.

Está ahí, como si nada. Hablándome.

Sus manos me agarran de los brazos y tiran. Cuando me he levantado, empieza a empujarme hacia la puerta.

Empiezo a sentir el dolor del llanto en la garganta.

– Ve a desayunar, yo te elegiré la ropa.

Para ella, la puerta está abierta. Para mí está cerrada, así que la abro cuando es el momento y salgo.

Me giro y veo su forma borrosa darse la vuelta e ir hacia mi armario borroso.

Lágrimas.

Cierro la puerta.

Triple Súper 2: Hermandad del Akuma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora