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Rodrigo no recordaba la última vez que se sintió tan confundido respecto a sus sentimientos. Siempre fue una persona clara y simple: si le gustaba alguien, iba y se lo decía. Sólo que ahora, después de los besos compartidos con Leandro no es como que empezó a gustarle de la nada, no, más bien se "dio cuenta" de sus verdaderos sentimientos hacia su mejor amigo.

Leandro siempre le había parecido atractivo y lindo, pero nunca se permitió pensar más allá porque, bueno, él se consideraba heterosexual (capaz no el hombre más macho de todos, porque la gente solía preguntarle si era gay o bisexual) y además eran amigos. No se le había ocurrido que capaz todo el amor que sentía por su compañero de la adolescencia era ese tipo de amor. Amor romántico. Amor de pareja.

Sin embargo, cuando Leandro lo besó, sintió una revolución en todo su cuerpo. Realmente le acomodó todas las ideas con tan solo un beso. Y Rodrigo se frustró. Porque no puede entender cómo con su supuesto mejor amigo le pasó eso pero no con alguna de todas sus novias. Con ninguna había sentido todo lo que sintió con Leandro, y le dio bronca, porque no puede ser lo mucho que el ojiclaro puede dominarlo y encantarlo con tan solo un roce de labios.

Ahora, Rodrigo estaba solo en su casa. Leandro se había ido hace tiempo para dejarlo pensar en sus sentimientos, pero lo único que atacaba la mente de Rodrigo eran los besos que el rubio le dio. Los toques en su cintura, las mordidas en el cuello que le brindó mientras peleaban en juego, los besitos que repartió por toda su cara.

"Qué trolo de mierda" pensó Rodrigo y sonrió, dándose vuelta en la cama por quinta vez consecutiva en lo que va de la noche.

Pensó en sus ex novias, y en como todas le dijeron que la persona que él quería, no era ninguna de ellas. Por fin lo entendió. Ellas se dieron cuenta antes que él mismo, qué loco. Sonrió con diversión y volvió a girar en la cama.

Rodrigo no durmió en toda la noche por pensar. En su vida, sus sentimientos, sus gustos, sus ex novias, Leandro. ¡Hasta pensó en Aimar y Scaloni! él está completamente seguro de que esos se dan matraca, pero nadie le cree.

Al otro día en el colegio, Rodrigo se puso su uniforme más planchado y lindo para ir, porque estaba feliz y de buen humor, y quería verse lindo.

Apenas llegó, se encontró con la misma escena de todos los días: Kun y Lio abrazados y Julián y Enzo peleando. A los pocos minutos llegó Leandro y lo abrazó por la espalda, dándole un beso en el cuello. Rodrigo sonrió y le acarició la cabeza.

Al sonar el timbre, Rodrigo comenzó a caminar, pero fue detenido enseguida por una mano en su brazo. Se giró y vio a Paredes sonriéndole suave.

—Hola.— dijo, con un tono de voz nervioso.

—Hola— contestó Rodrigo—, ¿pasó algo, gordo?

Y listo. Ese apodo pareció reiniciar algo en Leandro, porque se puso colorado y se acercó a Rodrigo, para abrazarlo.

—No, solo quería decirte que estoy muy feliz por lo que pasó. No quiero apurarte ni nada, pero vos sabes que cualquiera que sea tu palabra final, yo voy a respetarla. — informó, sonriendo contra la piel de su mayor.

Rodrigo rió suave y acarició la espalda del ojiclaro, negando.

—Yo también estoy enamorado de vos, gordo. Perdón por haberme dado cuenta tan tarde.— expresó Rodrigo, dándole un beso en el cabello a Leandro.

El rubio se separó de su cuello y le sonrió grande, acercándose para darle un beso casto en los labios.

Luego de esa confesión en la entrada del colegio, ingresaron al instituto para poder estudiar. Fueron a su salón y se sentaron donde siempre. Todo el recorrido lo hicieron, sin darse cuenta, agarrados de la mano. Pero nadie parecía sorprendido por esa acción del rubio y el castaño.

¿vos? [rodrilean]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora