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La semana había pasado normalmente para los chicos, con sus estudios y laburos, esperando ansiosamente la llegada del sábado para dársela en la pera como Dios manda.

Enzo y Julián no habían vuelto a hablar, aunque el menor estaba desesperado por hacerlo, no encontraba el momento y se moría de vergüenza, pero Julián ni al caso.

Era ya sábado a la tarde y los chicos habían decidido por juntarse para comer algo de mediatarde y previar más a la noche en casa de Lean, que había cedido su morada con total humildad.

Como Lisandro ya sabía más o menos dónde quedaba la casa del bostero, fue él quien tuvo que pasar a buscar a todo su grupito y a Luquitas en su maleducado (el bondi).

Cuando llegaron al domicilio, los chicos quedaron asombrados por el tamaño de la casa, acostumbrados a los sencillos departamentos que ellos habitaban, y por la poca pinta que tenía Paredes de tener toda la guita, aunque sabían que vivía con los padres.

– Leandro mentiroso, se hace el humilde y mirá la terrible mansión que tiene. – dijo Paulo, recordando el tweet que le había respondido el ojiceleste días atrás.

El nombrado salió a recibirlos, saludándolos amistosamente uno por uno e invitándolos a pasar.

– Che, Lean, ¿tus viejos no me querrán adoptar? Ocupo poco espacio y sé hacer pizza. – bromeó Julián, mirando el gran living que tenía en frente, donde estaban los demás pibes, una chica igual a Leandro, y Enzo hablando con una rubia, a la que dejó de escuchar al verlo entrar con Lucas a su lado, fijando sus ojos en él.

– Yy mirá, la hawaiana de la otra vez te había quedado medio rara. – dijo Paredes, soltando una risa y haciendo que Julián revolee los ojos, aunque sonriendo también.

Los chicos saludaron a los que ya estaban, mirando confundidos a las nuevas presencias desconocidas sentadas en el sofá gris.

– Hola, eh... – empezó a decir Licha, la minusa le sonrió.

– Julieta, un gusto. – completó, mirándolos con algo de desprecio imperceptible para la mayoría.

Los amigos de Enzo estaban con cara de querer rajarse un tiro, el morocho no aprendía.

Según él, era una tactica para poner celoso a Julián, pero al parecer se había buscado a la chabona más insoportable que podía llegar a encontrar y la había llevado a una previa llena de pibes, bueno excepto por la otra.

– Yo soy la hermana del boludo este. – dijo la morocha amistosamente cuando se acercaron a ella, remarcando lo visiblemente obvio. – Me van a tener que bancar un ratito porque mi mamá dijo que no lo iba a dejar salir más. – se encogió de hombros, claramente era la mayor.

– Callate, Vanesaa. – la reprochó, dándole un manotazo en la nuca. – Es mentira lo que dice, no tengo que pedir permiso para salir. – los chicos soltaron una risa.

[⏳]


A las seis de la tarde estaban todos tomando mates y comiendo unas Diversión, como buena meriendo del señor, -excepto Julieta que había llevado brownie y "Ni en pedo comía esas galletas" le había expresado a Cuti cuando le ofreció-, y hablando boludeces.

– Che, ¿qué hay que comprar para tomar? – preguntó Nahuel agarrando el mate que le pasaba Joaquín.

– Yy, me imagino que sí, nosotros trajimos plata para eso. – dijo Julián, encogiéndose de hombros.

– Unas ganas de un vino con pomeloo. – exclamó Enzo, haciendo reír a los demás.

– Ay, gordi, qué asco eso. – lo contradijo Julieta, mirándolo mal. – Yo mínimo una botella de champagne o algún gin-tonic, sino, agua nada más...

la pizza  | julian x enzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora