IV

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¿En qué momento la situación había cambiado?

El quería hacerme daño, era notorio, sus ojos anhelaban desastres, problemas, y dolor.

Quedé estática frente a una bestia que desconocía, y que la verdad en este momento no tenía ganas de revelar, el frío sudor recorría mi rostro, mis manos temblaban, aseguraba que el tenue color rosa de mis mejillas me habían abandonado, aún así con el miedo brotando de mi, no me moví de mi lugar.

Había dicho en un inaudible susurro que desapareciera, su voz había perdido fuerzas, se escuchaba apagada y grave, el chico yacía inmóvil a unos cuantos pasos de mi, me observaba, podía jurar que su rostro se hallaba decorado por una enorme sonrisa, su locura se encontraba esparcida por el aire, aire que yo aspiraba y aumentaba mi panico.

Con pasos cortos se acercaba a mi, quería moverme, gritar o algo, pero simplemente de mi no salió absolutamente NADA.

El deslizo con lentitud sus manos con emergentes venas hacia los bolsillos de su pantalón negro, mientras hacía aquello recitaba una canción que agrandaba el suspenso.

Finalmente una de sus manos mostró:

¡UNA NAVAJA!

Se veía tan afilada, que con un simple roce convertiría mi piel en carne para cerdos.

Eso... Eso fue el detonante que me obligó a salir de mi trance y activar la epinefrina en mi cuerpo, inmediatamente empecé a correr, mis piernas flaqueaban, el terreno era complicado de transitar, las raíces de los inmensos árboles dificultaban mi huida, el bosque parecía no tener fin, empezaba a hiperventilar, mi "magnífica" neuritis se hizo presente, causandome un agudo dolor en el pecho, no podía correr más, no sentí que el demente me persiguiera, así que cuando ví un par de árboles que me servirían como escudos, me escondí.

Mis lágrimas retenidas iniciaron a descender, no quería morir, no aún, asome mi cabeza solo un poco para saber en dónde estaba el chico, (Si es que, así podía llamarle a un ser como ese), pero no ví por ningún lugar, por un momento creí que se había apiadado de mi, pero no, un monstruo jamás, JAMÁS tendría misericordia en ningún sentido, su índole quizá asi estaba dictada.

Y como por arte de magia y "haciendo honor a mis recientes palabras", su voz se escucho a la lejanía.

—¿Quieres jugar a las escondidas? —su habla ya no se oía opaco y débil, había tomado un tono gutural y gélido, tuve la necesidad de morder mis labios, para ahogar los sollozos, por un segundo tuve la esperanza de que hubiera desaparecido.

—Te advierto que mi especialidad es jugar— acompañaba sus palabras de silbidos, ¡JA! como si crear miedo fuera lo más divertido del mundo.

¡Joder!, para el si lo es.

-Te propongo algo, solo por piedad, si sales ahora, te dejaré una pierna y un brazo, y el resto de tus miembros te obligare a...- dejo la oración incompleta, le agradaba crear suspenso, mi llanto había aumentado, no me veía fuera de esta. ¿A eso le llamaba piedad?

Su jodida misericordia era la idéntica
despiedad.

—...Comerlos, pero si decides lo contrario, haré que desees morir antes de pasar un momento más en agonía, soy bondadoso, ¿no?  —con cautela volví a asomar mi cabeza, el estaba lo suficientemente alejado y a la misma vez tan cerca.

¿como había llegado hasta allí sin hacer un minúsculo sonido?

podía escapar si corría lo que se debía.

-Dejo en tus manos la decisión, tienes para elegir hasta la cuenta de tres.

Su cuenta inicio con un apice macabro en cada número que enmarcaba... No aceptaría nada de lo que propuso, si quería seguir con vida debía crear mi propia opción, y eso era: correr hasta que mis piernas ardieran.

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⏰ Última actualización: Oct 06, 2023 ⏰

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