CAP. 1

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Ya no era un secreto el compromiso de los jóvenes hermanos, Donghyuck con una edad de diez años prometido con su medio hermano de quince. El reino estaba dividido, pero poco le importaba al actual rey pues creía que los pueblerinos eran simples seres insignificantes que debía mantener vivos para seguir consiguiendo capital.

Donghyuck en la soledad de su habitación bailaba con emoción junto a las almas que lo rodeaban, él aun no llegaba a entender porque había tantas a su alrededor, pero no le degradaba pues eran buenas acompañantes que le hacían conocer todo de casi todos...

— Hyuck — se detuvo en seco al escuchar la voz de su prometido, la puerta fue abierta y cerrada en segundos.

— Dime — hablo no impidiendo que su hermano lo abrazara y acariciara su cintura con delicadeza.

Era ahora normal para él ser tocado de esa manera, que su hermano se acercara y lo besara hasta dejarlo sin aliento, que lo abrazara con posesión y recorriera su cuerpo sin pudor, no lo impedía pues técnicamente su persona era de él y en cierta forma agradecía que aún no lo tomara anunciando que esperaría el día de su ceremonia para llevar a cabo dicho acto.

— Me gustaría que me acompañaras — le susurró cerca de su oreja — ¿Puedes? — preguntó sonriéndole hasta desaparecer sus ojos rojos carmesí.

Sin muchas ganas asintió, los paseos en dragones ahora eran frecuentes, amaba sentir el calor del dragón vinculado con Jeno, era extrañamente hogareño y protector. Surcar los cielos se había convertido en una de las cosas más hermosas que sus ojos podían apreciar, todo era tan hermoso...

Inconscientemente sonrió sintiendo esas ansias de su presentación ante los antiguos dragones donde la entrega de sus vinculados se haría después del rito.

La hora muerta brilló como nunca haciéndole sentir una extraña onda que viajó por todo su cuerpo impactando en su pecho. Poco le gustaba esa sensación, pero era con algo que todo brujo nacía según entendía, no era de día, pero tampoco de noche, era ese tiempo infinito y misterioso donde las puertas de lo oculto se abrían dando paso a todo lo que esperase con mucha paciencia.

— ¿Quieres bajar? — la pregunta fue precisa, su hermano conocía ese extraño dolor y cierta desesperación ante la liberación de dicha energía.

— Si — respondió corto recostándose sobre la espada de Jeno.

Habían pasado dos lunas llenas desde el compromiso, curiosamente su hermano Jeno se mostraba diferente a como usualmente lo trataba, ahora era servicial, amoroso, celoso...lo protegía aquellos habitantes que desean hablar mal de él.

Jeno era diferente, como si finalmente podía mostrar lo que sentía y era.

— Llegamos Hyuck — abrió sus ojos ante las palabras escuchadas, sentía una leve sensación de malestar en su estómago, bajo del dragón con ayuda de su hermano.

Un hermoso claro se reveló ante sus ojos, los colores brillantes aun cayendo el día era impresionante, enormes y frondosos arboles descansaban de forma perfecta creando una sensación de grandeza y misterio. Flores nunca antes vistas posaban con delicadeza las orillas del claro.

Todo era bonito, que parecía hecho con intención.

Sus ojos se deleitaron con una flor de extrañeza marcada, en su vida había visto una de ellas por lo que dejo que su instinto de curiosidad lo abarcara empujándolo a correr hacia ellas. Eran únicas, muy preciosas de un rojo intenso como los ojos de su hermano, tenía una delicadeza exquisita, pero al mismo tiempo parecía poseer una aura venenosa, tormentosa como la muerte misma.

— Se llaman Higanbana o si prefieres llamarlas flor de la muerte — volteó a verlo encontrándose con esos ojos tan intensos y poderosos — Las encontré una vez que me fui de viaje a una gran isla, casi totalmente desolada.

PERFIDIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora