¿Las estrellas son hermosas esta noche?

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Su mirada irradiaba dolor, sufrimiento, tristeza e irá, pues sus ojos contemplaban una escena tan desastrosa que no podía imaginar que el mismísimo cielo lo provocará. Su visión era cada vez menos borrosa, haciéndolo contemplar la triste realidad frente a sus ojos, Crowley estaba tumbado en el césped, habia muchas marcas de golpes, rasguños y cortes que se podían apreciar a simple vista gracias a la ropa rasgada. Las alas de Crowley estaban rotas y bañadas en sangre de cualquiera de los dos y por último, las cuencas donde anteriormente había un par de ojos dorados de serpiente ahora se hallaban sin vida, completamente vacíos y oscuros brotando de sangre como si de sus lágrimas se tratase.

Sintió un ligero peso en ambas manos, observando con horror como en sus manos tomaban con fuerza un par de ojos pertenecientes a Crowley. Quería gritar, llorar, maldecir, pero lo único que podía hacer era jadear desesperadamente lleno de irá. Miró su ropa alguna vez pulcra y blanca que el cielo le había asignado, ahora manchada con sangre y tierra.

Devolvió su mirada al demonio, este solo estaba concentrado en un punto fijo, el cielo repleto de estrellas que lo vigilaban desde un punto lejano.

— Angel... —

Escuchó ese lindo apodo salir tan débil y frágil como si el mismo viento fuera a romperlo.

— Crowley... — su voz era débil y ahogada, reprimiendo un sollozo para evitar derrumbarse frente al demonio.

— Las estrellas... ¿Son hermosas esta noche, Angel? — preguntó con la mirada completamente perdida y vacía.

Aziraphale miró al cielo estrellado, soltando lagrimas con tan solo verlas. Y sí definitivamente las estrellas lucían hermosas, brillantes, preciosas...

— Sí... — afirmó tristemente.

Miro por última vez los ojos en sus manos, los apretó delicadamente sobre su pecho, sollozó en voz baja sin darle la cara al demonio.

Crowley no veía, no sentía, solo escuchaba atento los movimientos del ángel, sabía que estaba triste, que estaba llorando, que le dolía verlo en ese estado, le gustaría hacer algo por el, pero en ese estado no podía hacer mucho. También le dolía, le lastimaba y le quemaba, mucho mucho peor que estar en ese estado físico o peor que ser extinguido por agua bendita. No soportaba estar lejos de Aziraphale, no soportaba la soledad que se produjo cuando volvió al cielo, y no aguantaba ver a su angel decaído.

— Aziraphale — hizo un esfuerzo por no sonar tan bajo y lo llamó.

Aziraphale lo volteo a ver con varias lágrimas en su rostro, podía sentir el odio, rabia, tristeza y culpa en su ser. Crowley lo atrajo haciendo un movimiento con su mano, Aziraphale obedeció a lo pedido y lentamente se quedó a un lado de Crowley. El demonio tomó con cuidado el rostro lloroso del ángel y con el pulgar lentamente quitaba algunas lágrimas de las mejillas del otro.

— Crowley, yo... — fue callado inmediatamente por uno de los dedos del demonio.

— Aziraphale, no vale la pena, no me puedes salvar — le dedicó una sonrisa bastante triste.

Lentamente el demonio acarició con su pulgar los labios del ángel, Aziraphale estaba temblando por el frío de las manos de Crowley, tan fríos como las de un muerto.

— Crowley yo te puedo ayudar, solo tengo que... — fue callado de nuevo por el pulgar de Crowley deteniéndose en la comisura de sus labios, acariciando sus suaves y rosados labios.

— No digas nada. Se que quieres que esté aquí, pero no puedo quedarme contigo.

— ¿Pero que estás diciendo, querido? ¿¡Qué hay de nuestro lado!? — preguntó en un último intento por hacer que el demonio se quedará.

— Ya no existe nuestro lado, Angel — dijo de una forma tan dolorosa para el. Después de todo, pasó tantos años queriendo formar un lado donde solo su angel y el estén, pero al final de cuentas no pudo hacer que estuvieran juntos — Tu mismo lo dijiste, nada dura para siempre — le recordó esas dolorosas palabras antes de que fuera de la librería.

Aziraphale recordó esas palabras, sin embargo al momento de que las dijo, no se sentía como el mismo, era otra persona, una marioneta.

— No, Crowley, yo no quise decir eso, yo... — no tenía suficiente fuerza para continuar hablando.

— Acércate más — Crowley ordenó. Lentamente sus labios se acercaban, sus respiraciones se mezclaban y se unieron en un beso bastante agridulce, donde el dolor y el cariño que el uno por el otro tenía se unía.

Lamentablemente el beso no duró tanto tiempo como ambos lo hubiesen querido. Poco a poco se separaron, Aziraphale lo miraba con la esperanza de que se arrepintiera y lo dejara salvar, pero no pasó, lo que recibió fue un par de palabras que hicieron que su corazón humano dejara de latir por unos cuantos segundos.

— Te amo — dijo Crowley con la voz quebrada.

Y por último un beso bastante corto que a su vez sabía diferente, era más que nada bastante triste como si una despedida de tratara, y así fue.

De repente escuchó un sonido ahogado proveniente de Crowley, de inmediato se separó y vio que su mano empujaba una daga al pecho del demonio. Un arma humana simplemente no le haría daño, solo tendría que esperar a que le den un nuevo cuerpo, pero las armas celestiales eran bastantes dañinas para un demonio. Crowley lentamente estaba muriendo por la daga en su pecho, que quemaba una parte de su piel, no podía moverse, estaba estático emitiendo un gritó de agonía que para varios angeles les resultaría un sonido de satisfacción al hacer bien su trabajo. Lentamente sus gritos cesaron, produciendo un silencio sepulcral roto por los sollozos de un ángel.

Y así fue como Crowley murió, escuchando las súplicas y maldiciones de un ángel dolido por su amor, gritando a voces el amor que le tenía a Crowley, con el trinar de un ruiseñor de fondo.

Aziraphale se retiró más tarde por la mañana,  llevandose el cuerpo de Crowley ya sin vida.

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Días después Aziraphale continúo con su trabajo en el cielo de acuerdo a lo que Metatron le ordenaba que hiciera. De vez en cuando se daba unos descansos para comer y satisfacer su hambre. Aún le dolía lo que había pasado con Crowley, sin embargo había algo que lo calmaba de cierta forma, aunque un poco extraña, pero le era funcional hasta cierto punto.

Lentamente se llevó otro bocado de carne a la boca, saboreando el sazón de esta misma, pero había algo mal en esa carne, era cierto que el sabor era bastante bueno, sin embargo, al tragarlo sentía un enorme ardor agridulce en el pecho, de alguna manera era satisfactorio y repudiable a la vez. Bueno de todos modos se estaba devorando lo que quedaba de Crowley, tal vez al ser una serpiente tenga un sabor extravagante. Dio un último sorbo a su copa de vino, tomando su tiempo para saborear el líquido quemando sus garganta, claro de una manera que no lo mataba.

Los ojos dorados de Crowley junto con varias plumas habían sido guardados en un pequeño cofre de oro decorada con una serpiente enroscada sobre una pluma.

Pronto se acercaba la segunda venida, donde el fin del mundo estaba declarado y el estaba a cargo de ordenar todo. Ya no había nada que le hiciera cambiar de opinión, ya no habia nada que amara, no después de que el demonio dejo de estar presente, entonces si tenía que hacer que el fin del mundo se hiciera, al menos tenía que tener algo de Crowley con el, ¿No?.

De golpe sus ojos cambiaron a ser los que normalmente mostraba, a tener un par de ojos zafiro brillando como si de una luz se tratara. Dejo la mesa donde estaba comiendo y se retiró a terminar sus deberes.

















Fin c:

Je no estuvo tan mal que digamos. Me base en un pequeño cómic que fue publicado en un grupo de Facebook.
Lamento que fuera tan corto, pero espero que al menos les haya gustado.

Arrivederci.

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