Y eso no era lo peor que me había sucedido...

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Han transcurrido ya dos años desde la abrupta ruptura con Javier, y María va descubriendo cada vez más habilidades y herramientas para su bienestar emocional. Ya apenas recuerda aquellos días tristes cuando se encontraba sumida en una profunda tristeza y la presión social la obligaba a sonreír de manera ficticia.

Hoy mira atrás, y recuerda aquellas madrugadas en las que Javier ya no estaba en casa y las calles oscuras que debía atravesar sola a no ser por un vecino que también viajaba en autobús, y amablemente le ofrecía su compañía; de esta forma no moría de miedo en el trayecto de su casa a la parada.

Llegar al trabajo y sentir vergüenza de que la mirasen y todos hablaran de ella no era lo peor, lo peor consistía en la inmensa angustia de sentirse humillada, de mirarse al espejo y a pesar de lucir radiante con su pelo largo, su bonito maquillaje y sus tacones elegantes, no ver más que que una sombra borrosa que actuaba por la inercia de sentirse aún viva.

Los ataques de llanto repentinos, el corazón latiendo muy fuerte, los deseos de que nadie la mirase, de ser invisible; eran síntomas claros de que algo no andaba bien, pero ella no comprendía exactamente qué le pasaba.

Hoy, tras mucho leer sobre el tema y con la amplia información que inunda las redes sociales sobre la salud mental, María; sin siquiera haberse atendido con un profesional de la salud, sabe que sufrió de depresión; sin embargo piensa que eso no es lo peor que le había sucedido, sino lo contrario.

Todo tenía que ir mal para que ahora todo estuviera bien, esa era la frase que se repetía María, porque a veces las cosas buenas se terminan para que ocurran cosas mejores, y eso es precisamente lo que le había sucedido a ella.

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