Un héroe y una heroína que salvan el mundo de los peligroso villanos.
Ladybug y Chat Noir, los héroes de París que pelea contra Hawk Moth. Cuidando de los ciudadanos, guardando sus secretos de todas las personas, incluso de sus propias familia para...
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Grita.
Su voz se desgarra al gritar. No importa. Su niño se encontraba ahí. Pero no parecen entender.
Lo llama y él se asoma. Vuelve a gritar pero se rompe a la mitad cuando su niño vuelve a entrar con una expresión de miedo.
Pelea con los oficiales que la sostiene. Patalea. Muerde. Golpea. Hace todo para que la suelte pero no lo hacen, más oficiales aparecen para sostenerla al ver que su compañero ya no podía con ella.
— ¡Edmond! ¡Edmond! —La jalan y ella llora, los monstruos siguen en golpear el edificio aún cuando hay personas que los dispara.
¿Porqué? ¿Porqué insistir y no atacar a ellos? ¡¿Porque ellos continúan disparando cuando ven que con cada disparo lo hace crecer?!
¡Idiotas! ¡Son unos todos unos completos idiotas!
Pero ella...
Ella era la más idiota del mundo. La estúpida.
Había sacado todo, su bolsa llevaba todo lo que tenía de valor y que podría cambiarla y conseguir más dinero por si esas cosas destruían el lugar. El temblor paro y ella había suspirado. Pudo sacar más cosas mientras gritaba que salieran de la casa con toda su fuerza. Escucho a su hijo menor despedirse de la casa y cuando sale solo ve su pequeña silueta desaparecer de la puerta. Ella también lo hizo sin mirar atrás. Corrio tras su niño cuando volví a aparecer otro pero fuerte temblor, ayudando a otras personas que eran sus vecinas sacarlas de su casa y cuando llegó al final y fueron recogido por los oficiales que rodearon el lugar que disparaban a los villanos que se detenían para rugir y romper los autos. Vio a su niño estar entre los oficiales y corrió hacia su pequeño Phillip.
Preguntó por su hermano y el negó.
— ¡Hay alguien en el edificio!
No solo volteo la cabeza, empujó a un oficial que tapaba su vista para ver a una pequeña silueta en una ventana muy conocida. Una ventana de cortinas azules con esos pequeños dibujos de tiburones que tanto decía que no había dinero para comprar otro cuando él le encantaba esas cortinas. Las mismas que se abrieron para mostrar a la persona que tanto lo ama.
Un miedo se formó en su estómago y subió a su garganta, algo frío paso por todo su cuerpo.
Porque su mundo cayó cuando el edificio también lo hizo.
Escucho a alguien gritar desgarradoramente con llanto, escucho los disparos como también las personas pasar a su lado para huir de los villanos que se acercaban con intenciones de atacarlos. Sus ojos solo estaban pegadas a ese nube de polvo que ocultaba el edificio y que podría estar su primer hijo.
Su querido niño.
Su pequeño Edmond.
Perdido entre esos escombros que sobresalía. El pesado polvo desaparecía para mostrar el destrucción del lugar que había llamado hogar y el que se volvió la tumba de su niño.
