3. GLOSS

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En el parque, el viento nos despeinado y juntaba mis mechas de pelo con las de Lucas mientras yo le contaba la última versión de la muerte del padre de Unai. Esta vez, según Unai, lo que había sucedido es que a su padre le había dado un ataque de risa mientras veía una película y el ataque de risa acabó en ataque al corazón. Se notaba que Unai estaba de buen humor últimamente.
-¿Sabes que es verdad?- le dije a Lucas mientras me retiraba un mechón de pelo que se había pegado a mi brillo de labios.
-¿El qué?
Que el padre de Unai estaba muerto ya sabíamos que era verdad.
- Que hubo un hombre que se murió de un ataque de risa viendo una peli- le respondí.
Lucas no dijo nada, pero yo casi no podía oír las ruedecitas y los engranajes girando en su cerebro, pensando en otra cosa. Lo malo es que no tenía ni idea de en qué pensaba. Y lo peor es que estaba claro que no pensaba en mi. Incliné la cabeza sobre su hombro, pero no pareció darse cuenta. Me puse a dar vueltas a la pulsera en su muñeca. Se oyó un ladrido.
-¿Me has oido? - le pregunté.
- Eh... Sí, sí - respondió como ido.
- Era un otorrinolaringólogo de Dinamarca, el hombre que murió de risa.
Pena que no estuviera mi madre para oírme, con lo que le gustan las palabras largas. Un o-to-rri-no- la-rin-gó-lo-go de Di-na-mar-ca sería un novio perfecto para ella.
-Estaba viendo un pez llamado Wanda -seguí-. ¿La has visto?
Pero Lucas no me respondió. Desde que había nombrado a Unai él se había trasladado a otra galaxia. Nada que tenga que ver con Unai parece interesarle mínimamente. Lucas y Unai llevan practicando el deporte del desprecio desde niños.
-Me gustaría verla - dije intentando centrar la conversación en otra cosa.
¿El qué?
-Me gustaría ver una película que es capas de matar de risa a alguien - seguí mi monólogo-. Pero lo que de verdad me gustaría es... - dije levantando los ojos hacia él.

En ese momento, en las películas, el chico deja de mirar al horizonte y las redes citas de su cerebro deja de pensar en su moto o lo que sea, y el chico se vuelve hacia la chica y lo miro a los ojos y suena una música que te convierte el corazón en una esponja y del sol sale un rayo sólo para dos dos y la frase queda interrumpida para siempre por un beso. Pero aquello no era una película, y Lucas no se volvió hacia mí, y el viento seguía cortándome la cara y llevándome mechas de pelo a los boca, y había un perro histérico ladrando a otro perro en el parque y me estaba a punto de darme una tortícolis de tanto girar la cara hacia Lucas; así que tuve que acabar yo solita la frase:
- A mí lo que de verdad me gustaría es que un chico llamado Lucas Falcón me diera un beso.
Entonces me incorporé para mirar lo mejor y concentré toda mi fuerza mental en mi boca y en el nuevo gloss. Desde mi cerebro, como quien pulsa interruptor de una lámpara, di la orden de encender esos brillos, y ya me imaginaba que mi boca era como una guirnalda navideña de esas que se encienden y se apagan, se encienden y se apagan..., un neón urresistible donde pone: bésame y se apaga bésame y se apaga bésame...
Pero un chico llamado Lucas debía de estar con la cabeza en un país llamado Dinamarca, porque no veía las luces ni el brillo de mi gloss ni mi cara de perrillo esperando una caricia. Así que fui yo la que tuve que acercar mi cara a la suya.
Y cuando lo hice, cuando puse a prueba poder adhesivo de mi gloss pegando mis labios a los labios de Lucas a él le dio por hablar.
-No ee e...
Unos segundos después, cuando Lucas venció el poder adhesivo de mi gloss Pegaton y despegó sus labios de mis labios de araña fracasada, lo que dijo fue exacta y claramente:
- Que esto no puede ser Clara. No estoy preparado para... para... para...,- así tres veces- para... para... para..., y al final- no puede ser.

Lo que no puede ser es que un chico pretenga dejarte cuando has decidido que será el primer y el último chico al que beses, y cuando lleva los labios llenos de gloss, dd TU gloss.
Yo me quedé mirando su boca llena de puntitos brillantes como de purpurina.
Tenía que parecer ridículo. Tenía que ser como para que te diera un ataque mortal de risa. Pero era Lucas Falcón y...
No, no, no.
Estaba a punto de hacerlo.
Primero esa chispa en los ojos. Y luego , ese leve temblor en los labios y, al final...
Explotó.
Esa bomba, esa arma de destrucción masiva: la SONRISA en su cara.
Y yo cerré los ojos como el 85% de las veces que le veo sonreír. Ahí estaba Don Sonrisa Desarmante con sus labios ridículamente llenos de gloss, de MI gloss pidiéndome que le dejara en paz. Justo eso. Pidiendome lo único que no podía darle: mi INDIFERENCIA.

croquetas y wasapDonde viven las historias. Descúbrelo ahora