Cuando llegué a casa y me escabulli a mi habitación para que mi madre no viera mi cara embadurnada de lágrimas y rimel, lo primero que vi fue nuestro dibujo.
Me lo habías de grados a ir a tres días antes. Nos había dibujado a Lucas y amigos juntos, rodeados de corazones, pero no los típicos corazones cursid sino los corazones que hace Zaera, que son cirazones en llamas, corazones de los que se tardaría un marinero barbudo, corazones que parecengranadas de mano. Zaera va a mi mksma clase, vive en mi misma urbanización y quiere a mi mksma amiga, Pinilla. Zaera dibuja tan bien que no lr hace falta hablar. Zaera no tiene lengua: tiene rotuladores.
En cuanto Zaera se enteró de que salíamos juntos, me regaló un dibujo. Fue el mejor regalo que me habían hecho nunca. Era tan bonito que quise ponerlo en el salón. Pero miadre de negó en redondo. En el salón de mi casa, y en el pasillo, y hasta en el cuarto de baño, no entra otra cosa qur no sean cuadros de Masoliver. Al parecer, Masoli er es un pintor buenisimo, o eso dicen. Yo lo único que te puedo asegurar ed que es u paciente habitual de mi madre y un desastroso ahorrador, porque nunca tiene dinero y acaba pagando en cuadrosa.
A falta de un sitio más honorífico, colgué el dibujo de Zaera en mi cuarto, encima de mi mesa. Y de ahí lo saqué en un manotazo en cuanto llegue a casa tras a quien "no puede ser". Un trozo de celo quedó pegado a la pared.
Arrugue el dibujo, furiosa, hasta hacer una bola, y no contento con eso, seguí estrujandolo como si me fuera la vida en reducir esa albóndiga de papel al tamaño de un guisante. Luego lo lancé a la papelera.
Ni siquiera hacerté.
Doy pena.
Me quedé mirando la pelota compacta sobre la alfombra verde.
Suspiré. Me levanté. La recogí. La volví a extender con cuidado sobre la mesa y pasé la mano varias veces por encima para desarrugarla. Era inútil. Daba igual que pusiera aquel papel debajo del quinto libro de Harry Potter o bajo toda la saga. Jamás volvería a su ser. Hay marcas que se hacen de una vez para siempre. Y las arrugas de ese papel, las arrugas de mi rabia y de mi pena, las arrugas de una vida enteradeseando qur alguien te quiera para que luego solo te quiera tres días no las habrían podido eliminar ni cien chutes de botox ni una apusonadora de autopistas.
" No hay maravilla que dure tres días ", dice mi abuelo. Siempre me había parecido una bobada de frase. Hasta ese momento.
Volví a estrujar el dibujo y lo tiré de nuevo. Esta vez encesté.
Que supiera tirar un papel a la papelera no significa que supiera reciclar. Para eso aún tardaría un tiempo. De momento no podía hacer otra cosa que sentirme un desecho, enlodazarme en la tristeza de un cerdo en el barro, mecerme con canciones que hacen llorar y exprimirme los lacrimales hasta dejarlos secos. El duelo lleva su tiempo. Que se lo digan a Unai, que llva dos años en ello.
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