En gélido sendero

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Lentos andan mis pies, agotados,
sobre el camino congelado, como mis venas,
que fluyen tan inevitablemente lejos,
intentando despertar seres durmientes.

Soy un sempiterno viajero errante
en un frío, inmenso y eterno bosque,
solitario, vagabundo, marchito,
como el invierno de la existencia.

Heridas que se despliegan como alas,
como el rugido de criaturas invisibles,
de la niebla que se cierne desde el cielo,
sometiéndome de rodillas sobre el suelo.

En la fría oscuridad indescifrable,
donde desaparecen las fuerzas y las voluntades,
me reciben en silencio, en el camino inexplorado,
y vuelo lento, en silencio, como se escapa el tiempo.

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