Que una materia tan buena sea impartida por alguien que no sabe enseñar debería ser un delito. La clase de Historia de la Magia era de las favoritas de Ahri, pero por desgracia, el maestro Ryze no se iba a poder presentar en varias semanas por un problema de salud, y en vez de elegir a un sustituto igual de conocedor en el tema, agarran al maldito maestro Jhin, ¿¡qué va a saber él de magia!? ¡Nada!
Mientras echaba humo, una bolita de papel golpeó su cabeza desubicándola de sus pensamientos. Volteó hacia atrás, recibiendo otra bolita de papel, ahora en la cara, pero esta vez había visto al culpable: Settrigh, con su maldita sonrisa socarrona, en estos momentos no lo aguantaba.
Inmediatamente, ella alzó la mano captando la atención del profesor.
—Profe, ¿puedo ir al baño?
Jhin le respondió con una seña y sin más se paró de su lugar para dejar de estar en ese insufrible lugar.
No había ni un alma rondando los pasillos, estaba totalmente callado.
Hasta que en algún punto sus tacones ya no eran los únicos que hacían ruido al pisar en los pasillos, un calzado más duro y pesado comenzaba a acercarse rápido. Pero no le dio tiempo a reaccionar cuando la azotaron contra los casilleros.
—¿Huyendo de mí, Ahri?
—Qué momento tan oportuno para llegar, Sett. ¿Vienes a cagarme más la existencia?
—La zorrita está rabiosa hoy, ¿eh? ¿Acaso es por mí? —se mostró orgulloso de sólo pensarlo.
—Para tu desgracia, no. ¿Sabes por quién? Jhin. Ahora mismo lo soporto menos que a ti.
—En ese caso, debo impedir que me quite mi puesto.
—¿Qué harás para lograrlo? —sus gestos y su mirada se insinuaban a él.
—Tengo algunas ideas. ¿Quieres probarlas ahora? —sus rostros estaban más cerca, sentían las respiraciones del otro y con delicadeza, el roce de sus manos contra sus cuerpos les provocaba cosquilleos que sólo los ponían más ansiosos.
—Como no tienes idea.
Los labios de ambos se unieron con ansias, un profundo y dulce beso que estaban sofocando toda la mañana, pero nadie podía, o más bien, nadie debía presenciar su amor. Sett y Ahri son de grupos distintos, él pertenece a los rudos y antipáticos Mal de amores y ella a los populares y carismáticos Robacorazones. Un amor prohibido al parecer.
Se separaron con alivio.
—¿Cómo saliste del aula? —cuestionó con curiosidad.
—Más tarde me enfrentaré a la ira de Jhin, pero no podía desaprovechar una oportunidad para estar contigo.
¿Saben? En un primer encuentro con Sett uno sentiría el miedo en persona, es un sujeto intimidante, robusto y de gran altura, pero la vulpina no le tenía miedo a nada ni a la muerte.